Sáb 09.08.2003

ESPECTáCULOS  › FATS FERNANDEZ REPASA PASADO Y PRESENTE DE SU CARRERA

“Vuelco el corazón en este fierro”

El gran trompetista argentino está presentando su flamante CD “Foundtracks”. “Yo siempre sentí al jazz como música popular”, asegura.

› Por Karina Micheletto

Fats Fernández le pide al fotógrafo que haga las tomas mientras él toca la trompeta. Más tarde cuenta que se la regaló el mismísimo David Monette, creador de la línea de trompetas más prestigiosa del mundo. También le regalaron instrumentos prestigiosos colegas como Harry James y Winton Marsalis. Fats jura que no tiene preferencias a la hora de elegirlos. “Todo instrumento tiene magia, porque es el amplificador del alma. Lo importante es poder volcar el corazón en este fierro con tres botones”, explica, mientras manipula los pistones. La escena transcurre en el bar Roma de La Boca, a una cuadra de la casa del trompetista. Lo conocen todos los mozos y casi todos los clientes. “No soltás esa trompeta, ¿eh? Yo iba a la primaria y ya la escuchaba desde el patio del colegio”, le dice uno. Probablemente no mienta. Fats Fernández vivió sus 66 años en La Boca, y trabaja como músico desde los 14. Ni las propuestas más tentadoras, asegura, lo hicieron dudar acerca de su lugar en el mundo.
Fats se está presentando hoy y todos los sábados a las 22 en Notorius (Callao 966), acompañado por Manuel Ochoa en piano. Allí, además de pasar por el jazz y por el tango, presenta los temas de Foundtracks, el CD que acaba de editar junto al bandoneonista Walter Ríos, en el que recorre temas de grandes películas como Los fabulosos Baker Boys, Taxi Driver, Perdidos en la noche, Chinatown y La misión, entre otras. En el disco también hay un tema de su autoría: “Romanza para Dad”, que subtitula “Imagen fílmica dedicada al maestro Chas Colin”, un autor de métodos para trompeta.
–¿Por qué le dedicó un tema a un autor de métodos?
–Porque además de ser un gran autor de métodos ayudó a todo el mundo, fue una leyenda, y además un gran amigo. Nos conocimos en su editorial, yo había ido a ver métodos de trompeta y toqué el tema “No puedo comenzar”. Chas llamó enseguida a su hijo y le dijo: “Mirá cómo conoce este tema de los años en que yo tocaba con las bandas de swing”. Ahí empezamos a tener una hermosa relación, y le hice otro tema, “Querido Dad”. Porque todos los trompetistas, tubistas, trombonistas, teníamos un gran respeto y admiración por él, por todo lo que hizo por facilitarnos la forma de tocar. El me incluyó en un gran libro en el que figuran las embocaduras de todos los trompetistas del mundo, y eso para mí fue un honor.
Aunque ahora está mucho más flaco (en el último tiempo bajó cuarenta kilos), Roberto “Fats” Fernández sigue siendo, para todos, Fats. Hay otros apodos que fue ganando a lo largo del tiempo. Dizzie Gillespie lo llamó “Mr. Chops” y Freddie Hubbard “Golden Sound”. Y Astor Piazzolla decía que cuando tocaba baladas era “el Troilo de la trompeta”.
–¿Tenía una relación de amistad con Piazzolla?
–Con él y con todos los muchachos del tango... Era la época en la que tocaba con el quinteto del Gato Barbieri, en el famoso boliche Jamaica. Ahí nos cruzábamos con ellos, con Horacio Salgán, Astarita, Ubaldo De Lío, a veces venía el gordo Porcel... Se armaban unas mesas fenómenas, donde todos compartíamos. Y cuando hablaba Astor no volaba una mosca.
–Pero en esa época Piazzolla también era resistido, no le caía bien a todo el mundo...
–Sí, claro. Pero a mí siempre me pareció una persona generosa, por el solo hecho de lanzar ese hermoso mensaje musical, ya eso colmaba todo.
–En la Argentina, el jazz parece no poder salir de ciertos reductos de elite. ¿A qué cree que se debe?
–Yo siempre sentí al jazz como una música popular, y así lo toqué y lo seguiré tocando. Lo que pasa es que los lugares adonde hoy uno puede ganarse un peso honesto, a veces son de elite. O, mejor dicho, a veces se vuelven un poco más de elite, depende de qué artistas toquen. Pero hay lugares donde se puede escuchar buen jazz a precios muy módicos.
–¿Cree que no todos entienden al jazz como una música popular?
–Lo que pasa es que lo tienen como una música extranjera, y para mí la música es una sola. También depende de cómo se encare, de qué es lo queuno haga con el jazz. Creo que lo importante es que uno se mantenga en sus convicciones, sin olvidar para qué está en la vida. Yo pasé por todas las experiencias profesionales posibles, hice jingles, música para películas, para televisión, acompañé a Palito Ortega, a Yuyú Da Silva... Hasta que un día dije: “Basta para mí”, como en la tómbola. “De ahora en adelante sólo voy a hacer mi música.” Me volví mucho más selectivo. Empecé con un camino y lo quiero continuar, quiero seguir siendo el Fats, o ahora el “Slim” (se ríe). Muchas veces eso me trajo problemas, por ahí alguna gente piensa “quién es éste, de qué se las da, a éste le sobra la guita”. No, para nada. Simplemente, quiero tocar mi música y si puedo sacar de ahí mi plata para vivir, lo hago.
–¿Qué diferencia a un gran trompetista de los demás?
–Los grandes trompetistas son artistas, además de músicos con condiciones. Un artista tiene su toque propio, cuando toca no hace acordar a nadie, es él. Esa sería la definición, pero no se puede decir a priori quién puede llegar a ser un artista. Entre todos los alumnos que tuve, por ejemplo, vi gente con grandes condiciones, pero no puedo decir: “él es un artista”. Sí puedo decir “tiene corazón tocando”, o “tiene una gran técnica”, pero de ahí a ser un artista... es un mundo, y tiene que pasar el tiempo para verlo. Es cuestión de sentirlo, no hay una definición cerrada. ¿Cuántos pianistas mueven los dedos más que López Fürst? Muchos. ¿Pero quién era artista como él? Muy pocos. Me refiero a artistas, no grandes tocadores o mecanógrafos. El artista es el que deja su alma después de haber trabajado mucho en lo que toca.

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