ESPECTáCULOS › “KEEN EDDIE”, LA NUEVA SERIE POLICIAL DE FOX
Llega el súper agente 2003
Definida como una “dramedy de acción”, la serie que reemplaza a “24” reformula, con humor, el formato tradicional del género.
Por Emanuel Respighi
La escena es elocuente y describe en cierta manera la vida de Eddie Arlette, un detective de la policía de Nueva York al que la suerte parece no querer favorecer. Desolado por los continuos tropiezos profesionales a los que su torpeza lo lleva, el apuesto policía medita con tristeza su futuro. No entiende por qué todo le sale mal y ya nadie soporta su compañía. Mientras bebe una taza de café con gusto a nada, Eddie rompe una de esas clásicas galletas de la suerte que en su interior contienen una frase. “Aun en la oscuridad, un espíritu noble descubre la luz”, espeta el papel. La expresión, que presupone reveladora, le levanta la autoestima, y así decide encarar por su cuenta una investigación sobre una banda de narcotraficantes. Al fin y al cabo, piensa, todo puede ser de otra manera. Pero su fuente no era tan confiable como creía y el operativo, que llevó una investigación de casi un año, se frustra por su culpa. Cansado de sus errores, su jefe lo envía a Londres en busca de los narcos y a la espera de que una brisa de aire fresco encamine su vida.
Así fue como esta semana comenzó “Keen Eddie”, la serie que Fox programó para reemplazar a la real time “24” y que emite todos los lunes a las 21 (el primer capítulo se repite hoy a la misma hora). Así como la serie protagonizada por Kiefer Su-therland se vale de ciertos recursos cinematográficos para profundizar el conflicto dramático (la narración en tiempo real, el uso de pantalla mosaico, el reloj digital impreso en pantalla), “Keen Eddie” apela a procedimientos innovadores: saltos en los cortes, múltiples recuadros, flashbacks, flashforwards y planos atípicos. La serie avanza con un dinamismo visual que acompaña los avatares que a cada paso sufre el informal y despistado Eddie. No es casual que detrás de “Keen Eddie” se escondan dos hombres provenientes del cine: John Wyman (La mexicana) como escritor y productor, y el cineasta Simon West (Lara Croft: Tomb Raider, Con Air, La hija del general) al frente de la dirección.
Básicamente, la serie cuenta la vida de Eddie, un policía oriundo de Nueva York al que todo le sale mal, muy mal, aunque sin llegar al extremo de ser el Maxwell Smart del siglo XXI. Su última tarea profesional –atrapar a un químico británico que trabajaba para el narcotráfico– colmó la paciencia de su jefe, quien sin mediar negociación lo envió a Londres en busca de algo más que delincuentes. Allí, Eddie intentará recuperar su dignidad perdida, pero su estilo choca rápidamente con los arrogantes y estrictos modales de los miembros de la Scotland Yard.
Pero sus problemas no remiten únicamente a su relación con los agentes londinenses, sino que también se extienden a su vida íntima. Su cómica y dramática travesía comienza apenas pisa el suelo inglés, cuando Pete –su perro y única compañía– es retenido en cuarentena en el aeropuerto por extrañas razones. Los inconvenientes continúan cuando llega al departamento en el que debe vivir y encuentra que debe compartir su estadía con Fionna, una sensual mujer que quiere hacer valer su lugar a toda costa. Para complicar la cosa de entrada, el primer encuentro entre los compañeros no es el ideal: Eddie sorprende a Fionna teniendo sexo en el sillón del living con un ocasional amante. Para peor, la rubia tiene un gato siamés y no acepta la llegada del perro al que considera “su” hogar, pese a que Eddie alquiló el departamento.
Definida como una “dramedy de acción”, la serie reformula el formato policial tradicional agregándole una alta cuota de humor. Claro que el procedimiento que utiliza para mantener la comicidad –el trillado choque de culturas, el detective despistado– desentona con la pretensión innovadora que se plasma desde lo narrativo-visual. En su ambición de combinar el género policial con el humorístico la serie cae, por momentos, en un limbo donde el espectador, en definitiva, no está viendo ni una cosa ni la otra. Un poder que así y todo se mantiene desde lo visual y que, de todos modos, encuentra su oasis de entretenimiento a través de las desventuras de un policía al que le faltaría el zapatófono.