ESPECTáCULOS
› LITTO NEBBIA Y LITO VITALE EDITARON UN DISCO CONJUNTO
“Esto es nostalgia, pero no bajón”
Los dos músicos se decidieron finalmente a editar y presentar en vivo “La melancolía vital”, un CD que grabaron en 1995 y que había quedado en el freezer. Allí reversionan canciones del compositor rosarino, preferentemente de los años ‘60 y ‘70.
› Por Cristian Vitale
En la casona de San Telmo, Litto Nebbia y Lito Vitale se dividen las anécdotas, sugieren poses para la foto y hablan sin parar. Están sentados en una escalera bastante alta y Nebbia confiesa su terror a las alturas. “Prefiero estar lo más cerca posible del nivel del mar.” Vitale, chocho, muere de risa. El excelente estado de ánimo del pianista no radica sólo en las ocurrencias del tocayo. Desde hace 30 años es fan de Nebbia (“de chico, tenía sus fotos en mi cuarto”, rememora) y siempre, desde que es músico, le merodeó en la cabeza la idea de compartir un disco con su admirado. “Cuando me propusieron hacer un show con Nebbia ya tenía todo pensado. Le insinué temas que yo escuchaba en la época de Los Gatos y de Huinca y el quía dijo ‘¡uau! éste hace mil que no lo hago’. Los tocamos, los grabamos y salieron bien”, evoca Vitale.
Las canciones sugeridas, entre ellas “Madre escúchame” (1967), “Mujer de los mil días” (1968), “Cadenas y monedas” (1971), “Vals de mi hogar” (1973) y una soberbia versión de “Vamos negro, fuerza negro” de 1971, fueron ejecutadas por ambos –sin acompañantes– en el Teatro Roma de Avellaneda en 1995 y grabadas con la idea de, alguna vez, editar el disco. “Fue y es un encuentro como los que se dan a veces en el jazz. Se encuentra un solista con otro, tocan y no se ven durante un año, pero dejan todo hecho. Es muy piola”, sostiene Nebbia. Luego de pasar 8 años en el freezer, el disco se editó bajo el nombre de La melancolía vital y será presentado el 30 de agosto en el ND Ateneo, luego de una breve gira nacional de ocho conciertos. “El disco es un quilombo. Tiene su rítmica, su improvisación. Pese a que somos dos, parece una banda. Me gusta la vertiginosidad con que lo hicimos. Le da mucha frescura”, caracteriza Nebbia.
–¿Por qué tardaron ocho años en editarlo?
L.V.: –Porque durante todo este tiempo no encontramos lugar en la agenda como para apoyar el disco con una movida de prensa y de shows. En abril, cuando terminé con Baglietto, arranqué con el quinteto sabiendo que iba a existir este paréntesis. Para mí es un sueño realizado. Nebbia es un ejemplo.
–¿Qué vuelta les dieron a las canciones? Muchas son de fines de los ‘60 y principios de los ‘70.
L. V.: –Es una especie de fogón con los temas de Nebbia a la parrilla (risas).
L. N.: –La particularidad es que no tienen arreglos. La idea no fue armar una banda para hacer arreglos y contrapuntos sino tocar bien las canciones fusionando el estilo que cada uno tiene en piano y teclado –ambos también tocan guitarra–. Me hace acordar a cuando comencé a tocar la guitarra para componer mis canciones. A los 13 años, ya tenía un sentido de ritmo que parecía el de un baterista. No sólo sabía los acordes, también conocía una cantidad de mugresitas que me permitían suplir a los músicos. Y Lito tiene esa manera de acompañar. Hay otros que en cambio se tocan todo, pero no hacen una buena rítmica para acompañarse sin ayuda.
–¿Qué va a escuchar de nuevo un viejo fan de Los Gatos en, por ejemplo, “Madre escúchame” o “Mujer de los mil días”?
L. V.: –Hay que hacer de cuenta que uno se reúne con amigos y dice... “vamos a tocar ‘Madre escúchame’”. El disfrute de tocar esa canción es lo que está en el disco. Para mí, es eso. Una vez vi a Nebbia hacer ese tema con Esteban Morgado en el programa de Silvina Chediek y le dije: “Te pido por favor que lo hagamos sin un solo ensayo”. Tal vez la vuelta sea el corito que hago yo con el vocoder.
–¿Cómo es la química musical y humana entre ambos?
L. N.: –Yo conozco a los Vitale desde que empezaron con MIA y, si bien durante esa época no era amigo de Lito, siempre tuve un gran aprecio porél y por su familia. Es el tipo de gente que uno más respeta y que, al margen del estilo musical que haga, uno siente como aliado. ¿Cuánta gente se puede nombrar que esté tocando desde hace 20 años y haga lo mismo que dijo siempre? Sobra media mano. Me gusta esa posición respecto del arte. Así lo practico yo y, lógicamente, me gustan los músicos que siguen esa línea. En la Argentina, encontrar gente que se cambió de barco, de cuadro o de ideología es agotador. Lo viví durante 30 años.
L. V.: –Este trabajo, además de ser una complicidad de laburo, implica una cuestión afectiva y personal muy fuerte. Tocar con él es recordar verlo una mañana en Canal 11, haciendo una música increíble con Domingo Cura.
–Huele a nostalgia...
L. V.: –Digamos que a melancolía vital. Es nostalgia, pero no bajón
L. N.: –Ni siquiera tocamos “La Balsa”. Se trata de volver a tocar las canciones que Lito propuso, pero con un sabor nuevo. Por suerte, nada es idéntico al día siguiente.