ESPECTáCULOS
› ESTA NOCHE SE ENTREGAN EN MIAMI LOS PREMIOS GRAMMY LATINO 2003
Más que música, tambores de guerra
Este año hay varios argentinos nominados, pero casi todo pasa por la agria polémica entre artistas cubanos y anticastristas.
› Por Pablo Plotkin
Charly García dijo cierta vez que “el Grammy latino es el premio para la mucama”. Dicho de otro modo: la manera en que la filial hispanoparlante de una industria gringa recompensa a los “empleados del año”. Precisamente, Influencia, de García, es uno de los discos de rock solista nominados para la IV entrega de los premios, que se celebrará hoy por primera vez en Miami, ciudad que se autoproclama, curiosamente, “capital mundial de la cultura hispanoparlante”. Siempre es hoy, de Gustavo Cerati, y Obras en vivo, de Luis Alberto Spinetta, competirán en el mismo rubro que Influencia. Bajofondo Tango Club, el proyecto de Gustavo Santaolalla y Juan Campodónico, tiene chances de llevarse la estatuilla al Album pop instrumental. Elevado, de Dante Spinetta, compite en la categoría Album rap/hip hop, mientras que Acústico, de Mercedes Sosa, figura entre los álbumes folklóricos preseleccionados. En tango, todos los nominados son argentinos: Adrián Iaies, Susana Rinaldi, Sexteto Mayor, la Orquesta del Tango de Buenos Aires y Leo Sujatovich. La ceremonia no tendrá televisación directa en Argentina: Canal 13 emitirá un resumen de una hora el sábado a las 23.30, mientras que la señal de cable E! Entertainment ofrecerá un especial de dos horas, el domingo a las 21.
Más allá de una presencia argentina fuerte (en relación con las tres ediciones anteriores), lo que aquí vuelve a trascender es el contexto geopolítico que rodea al banquete. Los Grammy Latinos se convirtieron en una especie de foco de resistencia para los cubanos disidentes exiliados en Miami. Dos años atrás, las amenazas de desestabilización hicieron que los organizadores mudaran la ceremonia de Florida a Los Angeles. Esta vez, Emilio Izquierdo, líder de una asociación de ex presos políticos cubanos, advirtió que habrá protestas en caso de que aparezcan esos “agentes de Fidel Castro” (refiriéndose a los Van Van, Ibrahím Ferrer, Elíades Ochoa y otros siete artistas de la isla nominados). Los peces gordos Emilio Estefan y Willy Chirino, cubanos anticastristas ideólogos del Grammy Latino, amenazaron con no asistir al evento si se permite la actuación de sus compatriotas: “Si nuestra música está prohibida en Cuba, ¿por qué nosotros deberíamos recibirlos a ellos con los brazos abiertos?”.
El incidente político-cultural tuvo su correlato diplomático. Hasta ayer, los artistas cubanos no habían recibido las visas para entrar a Estados Unidos, cuyo Departamento de Estado dijo haber recibido la petición demasiado tarde. La Academia Latina de Artes y Ciencias Discográficas (Laras), organizadora del evento, se desentendió del asunto, evitando anunciar la actuación de los cubanos en la ceremonia. Granma, el diario oficial de Cuba, describió la exclusión como “un vergonzoso apartheid cultural”. Bajo el título “Algo podrido huele en Laras”, publicó: “La razón de la ausencia es muy simple: se los excluyó deliberadamente. Entre la máxima dirección de Laras y la mafia anticubana que ordena y manda en Miami tomaron la decisión de no invitar a los músicos de la isla”.
El Granma tuvo algo que ver con que la sangre llegara al río. En julio pasado, cuando Celia Cruz murió luego de 43 años de veda del gobierno de Fidel, el periódico del Partido Comunista de La Habana publicó un lacónico artículo en el que se refería a Cruz como un símbolo del “exilio recalcitrante”. Los artistas cubanos exiliados reaccionaron con indignación y plantaron bandera. Esta noche en el American Airlines Arena, con la esperada ausencia de los artistas “prorrevolucionarios”, se le rendirá un homenaje ampuloso a “La Reina de la Salsa”, icono de las tres primeras ediciones de los Grammy Latinos. Marc Anthony, la India, Oscar D’León y Gloria Estefan le dedicarán una serenata mientras se proyecten imágenes gigantes de sus sesenta años de carrera.
Al margen del conflicto político post Guerra Fría, se espera que sea la “gran noche” del grupo panamericano Bacilos (seis nominaciones), el colombiano Juanes (cinco) y los mexicanos Natalia Lafourcade y Molotov. Pero –sobre todo– el “patio trasero” de la industria discográfica estadounidense se juega su espacio en el lobby de Miami y Los Angeles. Reflejo previsible y estereotípico del “boom latino”, los Grammy dedicados a la parte pobre del continente (más España) se convirtieron en un negocio demasiado engorroso en términos políticos. Su continuidad –según sugiere el diario El País de Madrid– no está del todo garantizada. Por lo pronto, Miami aspira a algo más que los 35 millones de dólares de ganancia. Los alcaldes Alex Penelas (Miami-Dade) y Manny Diaz (Miami) invirtieron mucho tiempo y dinero en convencer a los organizadores para que hicieran la fiesta en su ciudad, una forma de vigorizar esa imagen de capital residual del exilio latinoamericano. No es casual que Bacilos, un colectivo pop de artistas latinos radicados en Miami, sea el favorito de la ceremonia.
Los artistas brasileños, además de integrar varias categorías generales, tendrán algunos rubros exclusivos, acorde con sus patrones de consumo y producción, casi siempre separados de los del resto del continente. Gilberto Gil, ministro de Cultura del gobierno de Lula, será distinguido como “Personaje del año”. Así, la sucesión de estampitas latinas se entrelazará con las actuaciones de Ricky Martin, Molotov, Thalía, Bacilos y Alexandre Pires. En la calle, mientras tanto, los militantes pro y anticastristas se disputarán la atención de las cámaras, manifestándose detrás del cordón que la policía de Miami montará a cien metros del recinto.
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