Mauricio Macri estuvo en el programa televisivo de Jorge Lanata y, como para refutar a aquellos que le achacan una pobre relación con el mundo de la cultura, decidió hablar del Teatro Colón. Es más, lo hizo para asegurar que sería lo único que dejaría como está. El único problema es que cuando quiso dar su apoyo a las autoridades actuales –a quienes confirmaría en el hipotético caso de que ganara–, confundió el nombre del director general y artístico, el músico Gabriel Senanes, con el de su administrador, el licenciado en economía Pablo Batalla, afirmando que conservaría en el cargo a quien no lo estaba. Algo así como aprobar la permanencia como director técnico de Boca de Carlos Capella (el utilero del equipo), un error que, es claro, no cometería. Puede haber sido un simple ejemplo de aquello que quería desmentir: su ignorancia con respecto a la cosa pública en general y la cultura en particular. Podría ser, también, que en su lógica no quepa la posibilidad de que un artista dirija un lugar dedicado al arte y de que el inconsciente le haya jugado una mala pasada colocando al administrador en el lugar directivo. Un viejo chiste que circulaba entre músicos contaba las recomendaciones de un economista para optimizar el rendimiento de una orquesta: “He observado que, frecuentemente, hay instrumentos que no tocan y que, cuando lo hacen, tocan cosas distintas”, decía. “Si todos tocaran las mismas notas y al mismo tiempo, se aumentaría la eficiencia”, observaba. Es posible que Macri no se percatara de que se trata de un chiste.