Mar 09.09.2003

ESPECTáCULOS

La Justicia, un tema universal

El ciclo de la Sala Lugones presenta trece documentales de diverso origen, pero con una idea central de ardiente actualidad.

El ciclo se denomina Justicia, y no podía ser más actual. Es una colección de trece documentales de realizadores de primer nivel –Raymond Depardon, Elyane de Latour, Eyal Sivan y Jean Xavier de Lestrade, entre otros– que abordan la dificultad y la necesidad de impartir justicia. Los films seleccionados por el Bureau du Documentaire del Ministère des Affaires étrangères de Francia ponen en evidencia –desde Europa hasta los EE.UU., pasando por Africa, India e Israel– los diferentes enfoques del sistema judicial. Estos documentales .-que se verán desde hoy en la Sala Leopoldo Lugones del San Martín– se interrogan por los límites de los procedimientos en rigor, que van desde un proceso de repercusión local hasta el alcance de la recién creada Corte Penal Internacional. Y varios apuntan a una excusa muy escuchada en Argentina: la obediencia debida.
Hoy se verá Audiencias: los periodistas en el proceso Papon (2000), de Rafael Lewandowski, sobre la cobertura mediática de un juicio famoso: cómo los periodistas, cronistas judiciales y dibujantes retransmitieron uno de los más importantes procesos de la historia francesa: el de Maurice Papon, colaboracionista del ejército alemán, acusado de haber enviado a 1560 franceses judíos a los campos de concentración, alegando “obediencia debida”. Durante la presidencia de De Gaulle, Papon fue el prefecto de policía que el 17 de octubre de 1961 ordenó en París la represión de una manifestación del Frente de Liberación Nacional de Argelia, que culminó con más de 200 muertos a orillas del Sena.
Mañana va Delitos flagrantes (1994), de Raymond Depardon. Por primera vez, un film expone el itinerario de las personas arrestadas por delitos flagrantes, desde su llegada a la comisaría hasta sus entrevistas con el fiscal y la defensa. Obra maestra del fotógrafo y cineasta francés, ganadora del César al documental 1995 y del premio Joris Ivens. El jueves va La fábrica de jueces (1997), de Julie Bertucelli, que se ocupa de la formación de los magistrados en la Escuela Nacional de la Magistratura de Burdeos. Entre cursos teóricos y períodos de prácticas en el propio terreno, un tema de crucial actualidad: cómo “aprender a juzgar”.
El viernes se proyectará La rabia y el sueño de los condenados (2001), de Jean-Pierre Krief, una interrogación sobre los medios que propone el universo carcelario para la reinserción social. El sábado 13 propone Tan azul y sereno (1996), de Elyane de Latour: ocho detenidos de la prisión de La Santé exponen su universo. Para el lunes 15 está previsto Un espacio cerrado (1999), de Sylviane Dampierre: sobre el Centro Penitenciario de Rennes existe un jardín al cual pueden acudir los prisioneros. El martes 16 va La comisión de la verdad (1999), de André Van In, en torno de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación creada por Nelson Mandela e instituida para juzgar y exorcizar el pasado de un país herido por el apartheid. El miércoles 17 se verá El combate de los jueces (2000), de Yves Billy, historia de la creación del Tribunal Penal Internacional: de cómo un puñado de hombres y mujeres trabajaron para crear este instrumento contra los crímenes de guerra y de lesa humanidad.
El jueves 18 llega La justicia de los hombres (2000), de Jean Xavier de Lestrade. Ruanda, 1994: en menos de tres meses, 800 mil hombres, mujeres y niños fueron víctimas de un espantoso genocidio. Más de seis años después, aún hay 130.000 sospechosos abarrotando las prisiones en espera de juicio, entre otros motivos porque no había abogados dispuestos a defender a los acusados. La asociación Abogados sin Fronteras envía abogados para que en todas partes del mundo los procesos sean justos y equitativos. ¿Cómo defender lo indefendible, como en el caso de Ruanda?
El viernes 19, sábado 20 y domingo 21 se verá la perla del ciclo, Un especialista (1999). A partir de las 350 horas de material que registraban el histórico juicio a Adolf Eichmann, en Jerusalén, en 1961, el franco-israelí Eyal Sivan se encerró en una sala de montaje y salió con el retrato de uno de los más siniestros criminales del nazismo. Desde sudespacho en la calle Kurfürstenstrasse 115, en Berlín, Eichmann dirigía el “Judenreferat”, el Departamento de Asuntos Judíos, que entre 1941 y 1945 organizó la deportación de millones de judíos de Europa a los campos de concentración. El notable film de Sivan –inspirado en el ensayo de Hannah Arendt Eichmann en Jerusalén, informe sobre la banalidad del mal– no apela a otro material de archivo que no sea el del juicio a Eichmann (poco después de haber sido capturado en Argentina), pero ese material es tan valioso y tiene una calidad cinematográfica tan sorprendente que el director supo extraer lo más significativo de su personaje, que se escuda una y otra vez, cuándo no, en la “obediencia debida”.

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