ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA A LA CANTANTE AMELITA BALTAR
Cacerolazo de Amelita
Está enojada porque, dice, para los tangueros, Astor Piazzolla aún parece “un trago amargo”. Esta noche participará del Festival Buenos Aires Tango, presentando el espectáculo “Astor Inédito”.
Por Karina Micheletto
“Para cantar tango hay que tener algo en los ovarios. El tango tiene que salir de ahí abajo, no puede nacer desde un lugar sentimental, del alma o el corazón.” Amelita Baltar suelta la declaración de principios con voz grave, marcando las palabras. Tiene un cuerpo delgado y firme, un peinado prolijo y un vestir elegante, sin estridencias. Parece una señora bien como tantas, hasta que habla y carraspea, arrastra las frases, recurre al lunfardo. En el café de Junín y Arenales muchos la ven y la saludan afectuosamente. Nació en Riobamba y Juncal, muy cerca de donde va la luna rodando por Callao. Vivió en Roma y en París, y ahora, dice, volvió a la querencia. Pero sigue viajando. En pocos días va a ir a cantar a San Pablo y después a Holanda. Hoy a las 21 participará del IV Festival Buenos Aires Tango: estará en el teatro Presidente Alvear, presentando Astor inédito. Señala que su inclusión en una programación de un festival oficial es excepcional. “El Gobierno de la Ciudad nunca me convocó cuando podía pagar bien. ¿Será porque no soy amiga de nadie?”, ironiza. “Este año hay muchos buenos artistas, tantos que nos pagan míseramente a todos. Dije que sí pensando en la gente que no tiene la posibilidad de pagar para verme, porque necesito estar en contacto con ellos, pero no porque estuviera de acuerdo con la forma en que fue organizado.”
–¿Cómo debería manejarse el festival cuando los recursos son escasos?
–Quizá deberían contratar menos artistas, pero pagarles un poco más dignamente. No lo sé. Por supuesto que estoy de acuerdo con la realización del festival. Esto le hace bien a la música, y le hace bien a la gente ventilarse con el tango y no con música de mierda, que abunda. Pero no les hace bien a los artistas si no les pagan. El problema es que para la cultura nunca hay plata. Al peronismo nunca le interesó la cultura, en los diez años que vivimos con ese señor petisito se le hizo un daño terrible, y el pobre infeliz que vino después no pudo hacer nada con el desastre que había dejado el otro. Pero éste no es un tema sólo económico.
–¿Cuál cree que es el problema?
–El problema argentino es la resultante de la falta de la moral y buenas costumbres que nos inculcaron nuestros abuelos. Si el tipo que gobierna no tiene conciencia a la cual recurrir, que le tironee por adentro y le diga “qué estás haciendo, esto no es lo que querían de vos tus viejos y tus abuelos”, no hay salida. Hasta que no se recupere la ética y la escala de valores cristiana, no va a haber plan económico que nos saque de este pozo. Ahí está esta clase media deprimida y despojada, que no salió a hacer cacerolazos cuando no les pagaban a los maestros ni por el desastre en la salud pública. Le tocaron el bolsillo y salió a la calle. Ahí queda claro cómo tenemos estructurada nuestra escala de valores. Estoy de acuerdo con los cacerolazos, pero tendríamos que haber salido antes, y por muchas otras razones. En un país que se dice católico se perdió la esencia del cristianismo. Soy bautista y recuperé el sentido del cristianismo, y por lo tanto el de la moral. Tengo que vivir consecuentemente con lo que pienso, aunque no me vaya tan bien. No acepto entrar en transas, tal vez por eso trabajo menos para los entes oficiales. Pero así vivo bien.
–Muchos dicen que después de Piazzolla el tango no pudo evolucionar más, por eso hablan de “la maldición de Piazzolla”. ¿Qué opina de eso?
–Hablan de maldición aquellos a quienes no les da el cuero. Astor no le cortó las manos ni el talento a nadie, hizo lo suyo sin joder a los demás. Piazzolla hay uno solo y pasarán siglos hasta que haya otro, pero es lo mejor que le pudo haber pasado a la música de esta ciudad, que gracias a él trascendió como no sé si podría haber trascendido el tango tradicional, que quizás hubiera quedado en una cuestión típica y folklórica. Hoy se reverencia a Piazzolla y al tango tradicional, y saben bien qué es una cosa y qué es otra. El que dice que es una maldición es un mediocre.
–Quizá lo dicen aceptando el talento de Piazzolla, marcando que lo suyo fue tan grande que es difícil hacer algo distinto.
–¡Conozco el paño! Atenti con los tangueros jovatos o los vanguardistas resentidos. Para los tradicionalistas sigue siendo un trago amargo, quizá menos, porque se van muriendo. Ponga cualquier emisora de música y fíjese cuántos temas pasan. Son unos cabrones.
–Cuando estaba con él debe haber sufrido ese recelo en muchos momentos, como cuando concursó con “María de Buenos Aires” en el Luna Park.
–¡Uf, eso fue terrible! Me silbaron, me abuchearon, se acordaron de mi madre. A Piazzolla le gritaban de todo, asesino, atorrante, tiraban monedas... Yo aguanté porque en lo más íntimo sabía que valía lo que estaba haciendo, pero por dentro estaba paralizada. Fue también una puja entre grabadoras y gente de izquierda. El problema era que Astor hacía música nombrando calles de los barrios oligarcas, hablaba de Arenales y Callao, y vivía ahí. Yo sé quiénes fueron los que me abuchearon, es gente que hoy uno cruza y saluda. Nunca se los diré ni daré los nombres, me conformo con saber que el tiempo no les dio la razón.
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