Vie 19.09.2003

ESPECTáCULOS

El hombre araña salió del desván para lamentarse por las Torres

Una serie que empieza a emitir hoy MTV y un comic publicado para el 11 de septiembre le dan nuevos bríos a un personaje antológico.

› Por Pablo Plotkin

El Hombre Araña siempre fue un superhéroe propenso al trauma. Quizá sea un asunto de quijada. A diferencia de la gran mayoría de sus colegas, Peter Parker nunca tuvo un mentón cuadrado, rasgo decisivo en la anatomía de todo superhombre. Peter era un alfeñique hasta que la picadura de una araña transgénica lo convirtió en un mutante asombroso, capaz de trepar edificios, saltar vacíos y disparar hilo de seda desde algún punto del antebrazo. Pero la quijada no se contrae con un mero accidente de laboratorio preuniversitario. Mentonudo se nace, no se hace. Y ahí va Peter, entonces, con su carita angulosa y sus complejos de expulsado, recorriendo de noche las terrazas de Nueva York por más de cuarenta años, aplastando villanos y soñando con tener una vida ordinaria: familia, propiedad, béisbol y barbacoa los domingos. La fantasía invertida del buen aventurero.
Hasta el año pasado, cuando la versión cinematográfica de Sam Raimi lo devolvió al estrellato, el Hombre Araña –a ojos del público argentino no actualizado en materia de comics– habitaba el desván de los personajes fantásticos en desuso, un traje perdido en las estanterías de casas de cotillón penumbrosas. Lo que hizo Raimi fue recordarle al espectador neófito (a través del sensible e inseguro Tobey Maguire, en el rol de Parker) la trama de iniciación que envolvía a la criatura que Stan Lee alumbró en 1962. Peter Parker es un expósito que asiste al asesinato de su tío, que lo había criado y formado como hombre. Con una sed de venganza no del todo enfermiza, la mutación lo estigmatiza como paladín contra el crimen. Mientras tanto, Peter va a la universidad, trabaja como reportero gráfico independiente (le vende fotos al Daily Bugle) e histeriquea con Mary Jane Watson. Nunca deja de padecer su destino de justiciero, pero “América” lo necesita. Sobre todo su industria de entretenimiento. Vaya si lo necesita.
En una semana, el Hombre Araña llega a la televisión y a los kioscos argentinos con dos productos que funcionan como coletazos de aquel éxito de taquilla. En verdad, el comic de tapa negra del Amazing Spider-Man fue publicado en Estados Unidos un par de meses después del derrumbe de las Torres Gemelas, una reacción rápida de la editorial Marvel para documentar el desastre y aportar viñetas a los albores de la campaña “Justicia Infinita”. Aprovechando que Parker vive en Manhattan (en general, los superhéroes habitan ciudades ficticias), la factoría ubicó al Hombre Araña en el corazón de los escombros, asumiendo la primera gran derrota histórica del personaje (“¿dónde estabas? ¿cómo pudiste permitir que esto pasara?”, le preguntan dos ciudadanos que huyen de la explosión). El héroe, en este caso, es más un espectador/narrador que un protagonista: la voz de su conciencia entrega mensajes como “el mundo sano siempre es vulnerable a los dementes...”, mientras contempla la labor de bomberos, policías, obreros y otras celebridades de la editorial: los X-Men, La Cosa, El Capitán América... Hasta los peores villanos, pasivos en su dolor, repudian en silencio el atentado. El Duende Verde, un mutante capaz de cranear toda clase de aberraciones, deja entrever un lagrimón y confirma la sospecha: los archivillanos del comic, por más planes genocidas que engendren, son ante todo buenos patriotas de Estados Unidos.
Hoy a las 17, MTV emitirá el primer capítulo de “El Hombre Araña: La Serie”, la nueva encarnación catódica de la criatura. El programa aborda el costado humano y vulnerable de Peter, los trastornos sociales que le impone su condición fabulosa y la manera en que el huérfano busca su destino luego de la preparatoria. “La universidad es la preparatoria con ceniceros”, dice Parker, refiriéndose a las bromas pesadas que proliferan en los pabellones. Las primeras aventuras del héroe, entonces, se desprenden de conflictos prosaicos, problemas de estudiantina que luego derivan en transformaciones sobrenaturales. El compañero basureado por la fraternidad dominante termina sufriendo una electrocución que lo convierte en el vengativo Hombre Estática. Parker, en tanto, es el chico impopular que se hace respetar, un nerd indescifrable que nunca aparece en las fiestas. Y si Peter es un outsider adolescente, el Hombre Araña es una forma ambigua en la noche, un enmascarado al que la prensa señala como una especie de delincuente. Sus intervenciones despiertan sospechas y completan la tragedia del expulsado, al que siempre se le negará la gloria. No es menor la irrupción de una muerte joven en el episodio inaugural del ciclo.
La serie maneja una estética de videojuego, con animación computada y música original a cargo de John Digweed, prócer prematuro del deep house. El afán de generar movimientos hiperrealistas le resta soltura al dibujo, convirtiéndolo en una suerte de simulador motriz que (a diferencia del Hulk de Ang Lee, que usa técnicas informáticas con gran plasticidad) atenta contra la premisa de humanizar al freak. La primera batalla no ofrece nada estremecedor y sugiere la cesión del destino dramático a la trama college de Peter, Mary Jane y el amigo Harry, que querrá vengarse de Spider-Man por haber matado a su malvado padre. Pero éste es el Hombre Araña querible, el que intenta ganarse un lugar en el mundo, el marginal simpático, y no el testigo a sueldo de la caída del World Trade Center. Ese héroe desahuciado que no pudo interceptar a los aviones e impedir la catástrofe, el que abraza a un chico negro que acaba de perder a su padre debajo de una viga y que termina sorbiendo agua, rendido y sermonero, y uniéndose a un grupo de voluntarios neoyorquinos que conforman el auténtico núcleo heroico de “América”. No se puede estar en todo.

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