Vie 19.09.2003

ESPECTáCULOS

El mundo mágico y misterioso de Martín Rejtman, en San Sebastián

El festival donostiarra presentó ayer “Los guantes mágicos”, la nueva película del director de “Silvia Prieto”, otro pequeño tratado sobre las manías, rituales y zonceras de una clase media en decadencia.

› Por Horacio Bernades

“¿No será que el coche te habla a vos, que está queriendo decirte algo?”, le pregunta Cecilia a Alejandro en Los guantes mágicos, la nueva película de Martín Rejtman después de Rapado y Silvia Prieto, que acaba de inaugurar la presentación argentina en el Festival de San Sebastián. Parte del destacamento de films argentinos que domina la sección Horizontes, dedicada al cine latino, Los guantes mágicos fue una de las cuatro películas nacionales que pudieron verse ayer, durante la jornada de apertura del festival vasco. Como se sabe, el de Donostia (nombre local de San Sebastián) es uno de los más importantes del mundo y viene a continuación de Venecia y Toronto, cerrando el mes de septiembre, el más cargado de grandes festivales de cine.
Nueve películas terminadas y cinco “a punto de” son las que presenta el cine argentino en esta 51ª edición del Festival de la Concha (ver detalle aparte). Un repaso de los títulos seleccionados demuestra la amplitud de criterio de los programadores, que han elegido tanto una muestra de neoclasicismo como puede ser El fondo del mar (la única de las que se muestran aquí que ha sido estrenada en la Argentina) como el exponente nato de cine ultraindependiente y semidocumental que es La mecha, de Raúl Perrone. Del mismo modo, films hechos a pulmón, como Ana y los otros, la secretísima Cautiva (del debutante Gastón Biraben), Bar El Chino o Pyme (Sitiados) se alinean junto a lo más nuevo del veterano Juan Carlos Desanzo, El polaquito, que viene de ganar un premio en Montreal para su coprotagonista, Marina Glezer. Todas ellas aspiran al Premio Horizontes, que otorga 18.000 euros al ganador.
Producida en buena medida gracias al aporte de compañías y fundaciones extranjeras, Los guantes mágicos representa una nueva inmersión en el universo solitario, melancólico y esperanzadamente desencantado de Martín Rejtman. Como en Rapado y sobre todo Silvia Prieto, la mirada generacional vuelve a imponerse, ahora sobre un grupo de cuarentones o casi. El grupo protagónico se integra esta vez con Alejandro, el remisero más triste del mundo (primer papel principal de Gabriel Fernández Capello, más conocido como Vicentico), su ex novia Cecilia, firme clienta de la depresión (Cecilia Biagini), Valeria, azafata new age (Valeria Bertucelli, mujer de Capello en la vida real), la pareja integrada por el entrepreneur & rockero tardío Piraña (Fabián Arenillas) y su abrumadora esposa Susana (Susana Pampín), un actor porno (Diego Olivera) y un paseador de perros, cautivo de la farmacopea psicotrópica (Leonardo Azamor).
La sola descripción de los personajes habla ya del fuerte componente sarcástico que distingue al nuevo film de Rejtman, cuya inclinación a la microantropología social se ve reforzada aquí, redondeando algo así como un fresco disimulado sobre la Buenos Aires 2003. Como de costumbre en el realizador, esta mirada totalizadora se encubre detrás de un aire casual que es sólo aparente. Pequeño tratado sobre las manías, rituales caseros e inofensivas zonceras de una clase media en decadencia, Los guantes mágicos despliega todo un abanico de objetos demodé, desde el Renault 12 que maneja Alejandro (obsesionado por un ruidito en el motor) hasta el televisor marca Drean en el que Cecilia mira una viejísima presentación de León Gieco.
Como es regla en el realizador de Silvia Prieto, el absurdo se filtra aquí tanto en los diálogos (“De 25 argentinos que fueron al spa, 19 eran de sagitario”, informa Valeria) como las situaciones (Piraña tortura a cada uno de sus invitados con unas grabaciones literalmente ensordecedoras; el actor porno no deja dormir a Alejandro por su manía de entrenar las 24 horas del día). Pero también gracias a la serie de transferencias, contagios y permutaciones que se producen sin cesar entre los personajes, y que generan la sensación de que todo es reversible. Elresultado es graciosísimo, tristísimo y también –tal vez sea ésta la gran novedad de Los guantes mágicos– de una no por disimulada menos emotiva cercanía hacia los personajes. En este sentido, todas las escenas –breves y mudas– en las que Vicentico baila feliz en anónimas discotecas, hablan más sobre las esperanzas y deseos del remisero que cualquier parrafada, de esas que serían inconcebibles en una película de Rejtman.

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