ESPECTáCULOS
› “LA NOCHE”, POR EL GRUPO LA OPERA ENCANDILADA
Mitos para un mundo mágico
El espectáculo, con dirección de Valeria Andrinolo, se nutre de la tradición del teatro de sombras para ofrecer un montaje basado en una leyenda brasileña. Los chicos lo disfrutan como si estuvieran viendo una película, pero sentados alrededor de un
fogón imaginario.
› Por Silvina Friera
Los mitos son relatos orales inagotables. Las divinidades, protagonistas por excelencia de estas narraciones, les revelan a los hombres cuáles son las reglas que rigen el mundo. Si los seres humanos son la sombra de un sueño, puesto que no bien ponen los pies sobre la tierra, la muerte ya los reclama, esa maravillosa urdimbre de historias, recreadas por poetas y fabulistas, mantiene a los hombres en estado de alerta, despabilados y esperanzados en derrotar o, al menos sublimar, los fantasmas y las plagas que acechan sus existencias. En La noche, versión de una leyenda brasileña, el grupo La Opera Encandilada se nutre de la tradición del teatro de sombras para ofrecer un montaje cautivante de carácter chamánico. Una mujer emerge de la oscuridad, apenas iluminado su rostro por un candelabro, para echar a rodar el relato. Al principio de los tiempos, cuando el cosmos se asimilaba a una gran manzana, el sol irradiaba su luz sobre las plantas y los árboles. En la pantalla, una eclosión de colores y figuras (palmeras, pinos, helechos, enredaderas, ríos y cascadas) ilustra ese impactante y vertiginoso origen. Como si estuvieran viendo una película, pero sentados alrededor de un fogón imaginario, dispuestos a escuchar a la hechicera, los chicos observan fascinados ese big bang caótico, que se irá completando con la llegada de los animales y los hombres.
Un extenso río divide al mundo en dos mitades: en una de ellas habita el Dios Gran Serpiente y su bellísima hija; en la otra, las tribus de hombres que no sabían que en esa naturaleza amena y placentera algo faltaba: la misteriosa noche, con sus secretos, sus sonidos y vibraciones. En esa primitiva armonía natural, los hombres duermen y trabajan, siempre bajo los rayos de la luz solar. Esa escisión entre mundos antagónicos será superada por una de las heroínas de la narración: la hija del Dios emprenderá un viaje más allá de las fronteras del río para descubrir cómo es la vida de los hombres, criaturas libres, ajenas a la explotación, las privaciones, el adiestramiento y la domesticación que presupone vivir en sociedad. Pero la joven pronto comienza a extrañar a su padre y la noche, esa “oscuridad más oscura que el fondo de un pozo”, como indica la leyenda, es asunto privativo de El Gran Serpiente, que la tiene escondida en un coco. La única, la “elegida”, la que puede abrir el coco y liberar a la noche, es la hija del Dios.
Tanto el estilo de construcción de las figuras y objetos como la puesta en escena remiten al teatro de sombras procedente de Java (con influencias del brahmanismo, el budismo y, también, del islamismo), en donde este arte es tan popular que aún se realizan representaciones que pueden durar hasta nueve horas. La ecléctica música original de María Suárez añade ritmos orientales, funde liras y sonoridades sudamericanas, mixtura musical ideal para transportar a los espectadores hacia un universo mágico e imprevisible. La desobediencia de un mandato divino, la tentación de concretar una acción prohibida –”no abrir el coco que encierra a la noche”– provocará la proliferación de monstruos y murciélagos. Los sombristas, Valeria Andrinolo y Leonardo Chaio, efectúan una notable labor en el manejo de los objetos y personajes de la leyenda brasileña. Sin embargo, como ambos son los narradores de la historia, tal vez requieranajustar la modulación de sus voces, que por momentos pierden la suficiente potencia y encantamiento, soportes indispensables en cuanto a la oralidad con la que juega también este espectáculo.
Cuando los seres humanos vivían en la infancia de la humanidad, los niños conocían perfectamente los mitos y las leyendas porque formaban parte de su andamiaje educativo y cultural. La noche resulta una experiencia singular porque rescata una leyenda brasileña, utilizando una técnica teatral asiática, y pone en escena una colorida multiplicidad de sombras, que se convierten en un aquelarre de dibujos animados surrealistas.