ESPECTáCULOS
› FRANCISCO SANCHEZ, DIRECTOR DEL GRUPO DE TEATRO LA ZARANDA
“Nos gusta provocar el silencio”
En su séptima visita al país, la compañía procedente de Jerez de la Frontera viene a presentar en el festival “Ni sombra de lo que fuimos”, pieza en la que una calesita de un solo caballo “es el punto de partida de una ceremonia poética”, no exenta de un humor negro que conmueve al espectador.
› Por Hilda Cabrera
Que a un carrusel le falte música no es tan importante como que deje de girar. Por eso el grupo de Teatro La Zaranda, de Jerez de la Frontera, se empeña en darle impulso a un tiovivo, como se lo llama en España, para tejer nuevamente “una telaraña de sueños” en Ni sombra de lo que fuimos, obra que presentan en el festival y de la que agregaron cinco funciones en el mismo Teatro de la Ribera (avenida Pedro de Mendoza 1821) al enterarse de que antes de su llegada ya se habían agotado las entradas. Esta es la séptima visita del grupo a la Argentina. La anterior fue en julio de 2001, cuando presentaron La puerta estrecha, en el Teatro Liceo. Como entonces, prometen mostrar una obra austera, de lenguaje depurado y emociones profundas. “Por Buenos Aires han pasado todos nuestros espectáculos”, memora el director y actor Paco de La Zaranda (Francisco Sánchez), oriundo de Jerez de la Frontera, en diálogo con Página/12. Y esto es así, siempre que se excluya de ese recuento Los tinglaos de Maricastaña (de 1983). Desde mediados de los ‘80, la compañía trajo puntualmente Maríameneo, Maríameneo; Perdonen la tristeza, Vinagre de Jerez, Obra Póstuma, Cuando la vida se acabe, La puerta estrecha y ahora este trabajo que ya mostraron en otros países latinoamericanos. “América nos provee de materia prima”, resume Sánchez.
La compañía acaba de cumplir veinticinco años y lo festejan con un libro que condensa su trayectoria, escrito por Wilson Escobar Ramírez y editado en México. “Es bueno llegar a un lugar donde la gente nos conoce más que en la mayoría de los sitios de España”, señala Paco. “Para este público yo inventaría otra palabra: comulgante.” El grupo que completan Gaspar Campuzano, Enrique Bustos, Fernando Hernández y Carmen Zampalo se enfrenta ahora a un ámbito desacostumbrado, como el Teatro de la Ribera, que les parece desmesurado si se lo compara con su deseo de escenificar en un espacio íntimo, acorde a la melancolía que se desprende del título de la obra.
“Hemos hecho siempre un teatro que nos refleje”, puntualiza Paco. “Por fidelidad a eso decimos que no somos ya Ni sombra de lo que fuimos. Esto significa que no somos más ni menos que antes, pero sabemos que no somos lo que fuimos.” Aspira, eso sí, a que se cumpla lo de siempre: que los personajes recreados se encuentren con la conciencia del espectador y sea éste, si quiere, el que los defina. Porque La Zaranda desterró el maniqueísmo. En sus obras los seres no son buenos ni malos: “Son como los vive el que está en el patio de butacas (platea)”.
–¿Por qué eligieron como símbolo un carrusel?
–Porque una vez más hemos querido hablar de nosotros mismos, y el viejo carrusel o tiovivo o calesita, como lo llaman aquí, es un espacio bonito para contar qué fuimos. Esta calesita olvidada es el punto de partida de una ceremonia poética en la que nos hemos empeñado ser sencillos. Este trabajo condensa los anteriores, sobre los que nos preguntamos si han tenido valor.
–¿Dónde reside esa continuidad?
–Somos fieles a nuestros postulados, y entre éstos al silencio en el teatro. Valoramos el silencio que se produce dentro del espectador y dentro nuestro.
–¿Conservan su espacio teatral en Jerez de la Frontera?
–Cada uno vive en lugares diferentes. Yo estoy en Madrid, pero mantenemos nuestro galpón de Jerez de la Frontera. En nuestras obras los objetos tienen vida. Juntamos cosas viejas o usadas y las guardamos en ese galpón. Son tantas que ya no es uno sino éstas las que nos miran, “nos encuentran” y salen después a escena. Siento veneración por algunosobjetos. Los que salen al escenario son tan fundamentales como los actores para dar forma a una imagen.
–¿Qué significa rescatar esos objetos desechados?
–En esta búsqueda nuestra de lo absoluto en el teatro, recogemos la basura del alma humana. Si me preguntan sobre teorías teatrales, digo que no sé de teatro. Me gusta ese silencio del que hablé antes. Lograrlo es para mí mucho más que cualquier teoría y que el mejor de los aplausos.
–Ese silencio que en las obras del grupo crean un clima de humor negro...
–Siempre nos hemos movido dentro de ese humor que nuestra cultura andaluza nos ha regalado. Lo hemos mamado tanto como a los silencios. Cuando los dos se dan juntos y en lugar de risa despiertan emociones profundas, significa que algo estamos compartiendo con el espectador.
–¿Influye el entorno social?
–Resisto ante la estupidez y el mercantilismo, pero mi resistencia no es política, porque mi vida no va por ahí. La Zaranda huye tanto de las falsas vanguardias como del teatro comercial y ñoño. España es un país importante para nosotros, porque ahí residimos, pero cuando hacemos teatro pensamos en el mundo.
–En algunos de los personajes creados por el grupo parece concretarse la imagen de que el camino se anda o desanda en círculos. ¿Proponen imágenes semejantes con el carrusel que aparece en esta nueva obra?
–Casi al final de Ni sombra de lo que fuimos, uno de los personajes dice que lo importante es que el tiovivo siga dando vueltas, que el eje permanezca firme. Ese eje simboliza los sueños que se desean alcanzar. Y lo sabemos: si el ser humano se despoja de ellos, o es despojado, se muere. Cuando se es pequeñito y se gira montado en el caballo de un tiovivo se sueña el mundo. En este carrusel hay un solo caballo, y está asociado a lo mitológico más que a lo social, porque en este pueblo del que venimos el caballo era del señorito. En todas nuestras obras el aspecto social aparece sin necesidad de remarcarlo. Ahora estamos buscando una ruptura, pero queremos que sea natural, dada por el paso del tiempo, por la vida, porque no nos interesa romper por romper.
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