ESPECTáCULOS
› HOMENAJE A LOS 21 ACTORES DESAPARECIDOS
El escenario de la tragedia
Una muestra fotográfica y el documental “Podrán cortar todas las flores”, producido por el IUNA y TEA, reconstruyen la vida de los artistas a través del testimonio de familiares y amigos.
› Por Silvina Friera
El hombre de teatro debió luchar sostenidamente, desde la arena del circo criollo de los hermanos Podestá hasta las salas independientes, contra las estructuras políticas y económicas que menospreciaban el oficio o lo consideraban riesgoso. Los vaivenes de esta pelea, siempre despareja, se incrementaron en la década del ‘70, porque los actores, conscientes del rol y del compromiso social que adquiría el oficio, fueron víctimas del terrorismo de estado, de las prohibiciones, las listas negras y el exilio. “Que unas personas representen y reflexionen sobre la condición humana, sobre sus grandezas y miserias –que eso es la actuación después de todo-, parece ser un arma demasiado peligrosa, que ninguna dictadura está dispuesta a tolerar”, dice Alfredo Alcón en Podrán cortar todas las flores, video documental realizado por el Instituto Nacional de Arte Dramático (IUNA) y la escuela de periodismo Taller, Escuela, Agencia (TEA). Este documental, que se proyecta hoy a las 19 en la Asociación Argentina de Actores (Alsina 1762), reconstruye la vida de los 21 actores detenidos desaparecidos, a través del testimonio de familiares y amigos.
La cantante y actriz Cecilia Rosetto, ex esposa del actor Hugo Federico González, cuenta que González interpretaba canciones para amortiguar el dolor por los vejámenes sufridos en el campo de detención El Vesubio. “El les cantaba las canciones a sus compañeros para darles ánimo mientras los torturaban. Para ellos, en el momento de la tortura, significaba muchísimo escuchar la voz de él, porque eso los hacía resistir”, señala Rosetto, que se enteró de este mecanismo (aferrarse a la vitalidad del canto para atenuar el impacto de la picana) gracias al testimonio de los sobrevivientes del Vesubio. Además de González, integran el listado de actores desaparecidos por la dictadura militar: Diego Botto, Juan Rubén Bravo, Mirta Britos de Ruarte, Luis Conti, Polo Cortés, Carlos Alberto Gaud, Fabio Goldryng, Raquel Herrera, Raúl Iglesias, Alberto Mesa, Gregorio Nachman, Alicia Palanco, Oscar Pérez Ruarte, Armando Prieto, Jorge Ernesto Romero, Paul Rouget, Silvia Shelby, Azize Weiss, Carlos Waizt y Osvaldo Zuin. Los relatos de los parientes no sólo permiten conocer quiénes fueron estos artistas sino que sirven también para rememorar el engranaje de un genocidio sistemático y planificado.
Mariú Carrera, esposa de Juan Rubén Bravo, presenció el secuestro de su marido. “En ese momento una de las cosas que más me marcaron fue que a mí se me había bajado la venda, y veía lo que robaban de la casa, y también vi a Nazareno, que estaba parado en la cunita y miraba. Y los ojos de Nazareno eran los ojos de una persona grande. Tenía los ojos de una persona mayor.” Nazareno, ese niño transformado irremediablemente en un adulto, hoy sabe que miles de chicos fueron testigos de la brutalidad criminal de los grupos de tareas. Eduardo Nachman, hijo del actor Gregorio, inició un doloroso peregrinaje por dependencias policiales y militares para averiguar dónde podía estar su padre. La explicación que recibió refleja la barbarie de los que supuestamente defendían los valores de la civilización occidental y cristiana. “Cuando yo lo fui a buscar me dijeron: ‘pero Gregorio Nachman ¿el actor? Ah... puto, pero además judío y además zurdo..’. Seguramente eran tres razones suficientes para su detención, para su secuestro.”
“Esta gente que pensaba, que actuaba, que dijo ‘esto tiene que cambiar, esto no es justo, esto no está bien’ supongo que molestaba, no servía y los mataron. Perdimos a una generación tremendamente valiosa”, subraya Alejandro Botto, hermano del actor Diego Botto. El documental Podrán cortar todas las flores, realizado por Cecilia Cárdenas y Julia Arizmendi (con música original de Facundo Di Stéfano), es un homenaje indispensable. Norman Brisky, Víctor Bruno y Agustín Alezzo, entre otros, evocan anécdotas compartidas con sus compañeros desaparecidos. “La imposición de un discurso uniforme y autoritario no es compatible con ese infinito juegode espejos que es la actuación. Por eso quisieron silenciarnos, robarnos nuestra esencia. Por eso cometieron tantos crímenes”, advierte Alcón en el final del documental.
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