Desde Rosario

Mientras la ciudad de Santa Fe parecía un “Titanic” de tierra, un grupo de realizadores tomó una sabia decisión, cada vez más sabia con el paso del tiempo. Salieron a filmar la catástrofe de la inundación cuando el agua se llevaba por delante la memoria de un pueblo. Aún hoy, ellos siguen debatiendo si debían salir con lanchas a buscar a los damnificados o si su rol era registrar la tragedia del naufragio urbano más increíble que haya vivido Santa Fe. Optaron por la segunda opción, para que la memoria no se humedezca con el tiempo. El grupo Santa Fe Documenta viajó hasta Rosario el fin de semana para presentar un trabajo, sin nombre, en el X Festival Latinoamericano de Video (que finalizó ayer, ver recuadro) con imágenes de realizadores locales que asumieron el compromiso de filmar la recordada inundación. “Los inundados no se vieron a sí mismos”, reflexiona Pablo Testoni, uno de los realizadores que emprendió la hazaña. No vieron más que oscuridad mojada por todos lados, no tuvieron tiempo de respirar, ni posibilidad de rescatar su pasado. El agua llegó sin dar espacio, ocupándolo todo a la vez, tapando la historia de 150.000 personas. Uno de los testimonios sentencia: “Acá nadie se hace cargo”. La tragedia ecológica se suma a la tragedia política, a la desidia del gobierno que aún hoy sigue ignorando las consecuencias del desastre.
“El agua entró en nuestras casas y se fue con nuestras vidas”, dice uno de los testimonios. El dolor profundo se observa en las miradas secas de rabia. Santa Fe Documenta muestra el fin de la vida para aquellos que se quedaron en sus casas, como en una mala película de terror; la madre que perdió a su bebé entre la corriente o los que quisieron detener el agua con sus brazos. A la tragedia, su continuación: las familias dispersas por la ciudad, hombres solidarios que atendían al caos, el miedo, el frío, el sol de unos días después, partidos de fútbol en el techo, el arrebato delirante a lo poco que quedaba de lo ajeno. Santa Fe Documenta pone sus cámaras al servicio de la historia y, sin darse cuenta, al servicio de la salud: “Hace poco empezamos a mostrar algunas imágenes en los barrios”, cuenta Mariana Rabaini, también del colectivo. “Y lo que más nos sorprendió era obvio: ninguno de los inundados se vio desde afuera, ni pudo saber cómo era su cuadra bajo el agua. De algún modo, mirarse fue una forma de encontrarse, de recuperar una memoria de imágenes borrosas”.
Impulsado por una demanda creciente de información, en medio de la catástrofe, Fabio González armó una web (santafeinundaciones.com.ar). Primero, para subir información que los medios no tenían. “La gente tenía una enorme necesidad de mostrar su casa, de mostrar lo que había perdido cuando el agua comenzaba a bajar”, cuenta González. Con sólo acercarse a una casa, las cámaras observan hombres y mujeres limpiando con rabia el lodo espeso que arrasó al olvido: cartas, libros, recortes, fotos, ropa, muebles, televisores, heladeras. “A empezar de nuevo”, dice la madre que perdió a su hijo. “Todo será igual, pero sin mi bebé.” Los que sufrieron la tragedia quieren ver lo que pasó: pero no hay morbo en sus deseos, sino incredulidad. No quieren creer que los tapó el agua, así como así. Pero Santa Fe Documenta oficia de órgano vivo para la memoria. Así como aparecieron los colectivos de trabajo después del 19 y 20 de diciembre, así apareció este grupo, para ofrecer su imagen solidaria, sin derechos exclusivos. Nadie debería quedarse con la memoria visual de un pueblo. Un poco por eso, Santa Fe Documenta hace todas las copias posibles de su trabajo para distribuir esas primeras imágenes del naufragio. Que quedarán, probablemente, para hacer salir el sol.