Mar 23.09.2003

ESPECTáCULOS  › EL “CONCERT-VARIETE”, UNA VERDADERA CAJA DE SORPRESAS

Cómo terminar el día riendo

El carácter multidisciplinario de la propuesta, sumado a los nombres que pasan por el escenario de La Trastienda, les da lustre a las noches del festival, que van de la risa a la fiesta.

› Por Karina Micheletto

En el café concert y en el varieté, como su nombre lo indica, hay para todos los gustos. Fuertemente cruzado por el humor, heredero de una tradición que toma prestados elementos de la revista, el circo, el cabaret, las múltiples disciplinas que se suceden en el varieté van desde el mimo a la magia, pasando por la narración, las marionetas y los malabares. Este año, la programación del festival incluye por primera vez un ciclo de Concert-Varieté, con diferentes números en cada día y fiestas posteriores. Si hasta ahora estas “variedades” sólo eran incluidas en unipersonales que presentaran una obra integral, este año el olvido fue subsanado con creces. Los artistas que van pasando por el escenario de La Trastienda son, por ejemplo, Los Macocos, Leo Maslíah, Carlos Belloso, Alejandro Urdapilleta, Humberto Tortonese y Damián Dreizik, entre muchos otros, más “nuevos valores” surgidos de un casting especial. Los encargados de oficiar de maestros de ceremonias, Diego Capusotto, Fabio Alberti y Cutuli.
Si el varieté renació en los ‘80 en un circuito under en el que se destacaron el Parakultural y, más tarde, Babilonia, de allí surgieron varios de los artistas que hoy pueblan la pantalla de la televisión, aunque muchos sigan manteniendo cierto halo “alternativo”, “cool” o “bizarro”, más o menos prefabricado, según el caso. Hoy el “número corto” sigue gozando de buena salud en cierto circuito off Corrientes (una denominación a esta altura pasada de moda, porque algunos de estos reductos, como Liberarte o Belisario, están en la calle Corrientes), según destaca Enrique Federman, coordinador artístico del Concert-Varieté junto con Nora Moseinco. Aunque en el último tiempo surgieron espectáculos más comerciales como Cómico Stand Up y Manicomic, surgido del casting televisado de Tinelli.
Para definir los números que conforman las diferentes noches de La Trastienda (ver recuadro), los organizadores hicieron una selección de nuevos artistas que se suman a los invitados. En la primera convocatoria pública se presentaron 170 videos con todo tipo de propuestas, de las cuales veintiocho llegaron a una audición frente a un jurado. Algunos de los artistas seleccionados son conocidos por sus trabajos en teatro, como Los Amados, Los Prepu o Martín Rocco, integrante de Cómico Stand Up (destacable su monólogo del “Munro segunda selección”, con palomas segunda selección que no vuelan, telos segunda selección que no tienen camas, supermercados Casete en lugar de Disco). Otros recorren un circuito más informal. Guillermo Bernasconi, por ejemplo, hace mover los hilos de su marioneta al ritmo de “La última copa”, haciendo honor a la letra del tango, en la plaza de San Telmo.
Las delicias del varieté hacen posible que, presentados por Diego Capusotto en bata, entre citas apócrifas de Cipe Lincovsky, Eduardo Aliverti, Jesucristo, Fidel Castro haciendo mimo, Engels y Laura Engels, se entremezclen cuadros de los primeros Macocos, aquellos de fines de los ‘80 (que, por cierto, siguen siendo los mismos, aunque con espectáculos integrales que superan largamente el gag), con un adelanto del próximo unipersonal de Carlos Belloso, que ahonda en reflexiones sobre el ojo, la mirada y el destino humano. Y también con las canciones de Leo Maslíah, los monólogos de Damián Dreizik, la magia sanguinolenta del Mago Merpin o la magia real de Guillermo Bernasconi, campeón mundial de Magia de Naipes (digno heredero de la tradición de René Lavand, por su humor y la calidad de sus trucos, sólo que con dos manos). O con un genial relato de Ana María Bovo, que va integrando diferentes relatos fílmicos, esas “mentiras candentes” a las que la actriz y narradora rinde tributo. En su detallada descripción de los leit motiv de los directores, un párrafo aparte merece el del cine de Armando Bo: “Si alguna vez vi la codicia en los ojos del proletariado, no fue en el cine soviético sino en Bo”, arroja Bovo, refiriéndose a la forma en que los zafreros solían observar a la Sarli en aquellas películas. “Pensar que cuando Almodóvar ni pensaba en dedicarseal cine, y todavía era un empleado de Telefónica, acá ya habíamos encontrado todo.”

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