ESPECTáCULOS
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La presencia de la mirada
Por Alberto Szpunberg
Las palabras dolor o desaparecidos se desgastan en el discurso, pero resisten el dolor y la ausencia que, callada, tenazmente, siguen su curso y, de pronto, napas profundas, soterradas estallan en imagen, música, poesía. Son presencia. Presencias. Por encima de nuestras cabezas, el columpio va y viene, en un movimiento pendular que parece eterno. ¿Nunca saldremos de este laberinto de gritos desgarradores? La cámara busca una respuesta y recorre en silencio las nieves eternas de la cordillera, la superficie del río más ancho del mundo, como si sobrevolara un reguero de rostros congelados, encrespados. ¿Hubo una vez un patio donde una nenita, entre lambetazos del perro, aprendía a caminar de la mano de una madre que ahora está y no está? ¿Hay una muchacha que observa a esa nenita y no recuerda al perro, tampoco la maceta de los geranios ni la luz de ese mediodía, pero se busca en el brazo tendido de la madre y se reconoce? Es ella, sí, es ella la muchacha que ahora aprende a caminar y nos enseña a caminar de la mano de ella. Sí, incluso en su dolor y su ausencia, por los gestos, por la manera de entrecerrar los ojos, por esa foto salvada de la furia y el olvido, el cuerpo, aun sin cuerpo, nunca miente: hay miradas que nos miran, ¿sabés?, como lo hacés vos, y sonrisas que por debajo del bigote nos sonríen, como hacía él, ¿te acordás?, y días de playa que se recortan contra el mar infinito de los días, como aquéllos, ¿te das cuenta?, como estos días. De pronto, allá arriba, un destello dorado gira sobre sí mismo, traza en el aire un remolino y todo se agita. Las palabras se vuelven pancarta, volante, puño, escrache. Un chico, fruto dulcísimo del dolor y la ausencia, hace planes, se encoge de hombros, alza las manos y dice: “¡no sé!”. Y, de golpe, sabemos, sí que sabemos, Y lo que aún no sabemos es promesa de futuro. ¿Chevocachai?
* Che vo cachai, de Laura Bondarevsky, se exhibe en el cine Gaumont.