ESPECTáCULOS
› TERESA PARODI PRESENTA SU DISCO “SOY FELIZ”
“Tengo los sueños intactos”
La cantante correntina habla del momento de “celebración vital” por el que está atravesando, que se traduce en su música.
› Por Karina Micheletto
Desde la declaración del título del disco que acaba de editar, desde el contenido de sus últimos temas, desde la estética general del trabajo, Teresa Parodi insiste: Soy feliz. Y aclara por qué: “Soy feliz porque tengo para quiénes y con quiénes soñar, luchar, cantar, seguir”. Esas son sus palabras en el arte de tapa de su último disco. En la entrevista con Página/12 menciona específicamente a sus hijos, a su nieto de quince años, Ezequiel, que es guitarrista y quiere seguir los pasos de su abuela y de su padre (Camilo Parodi, también guitarrista y compositor). Esta suerte de “celebración de la vida” que la correntina parece querer resaltar en esta etapa, atraviesa la mayoría de los temas de su nuevo disco, muchos de los cuales vienen escuchándose desde hace un tiempo en sus recitales, como “No dejes de cantar” y “La vida reclama”, un tema que Parodi compuso después de ver caer las Torres Gemelas. Con la participación de Flavio Cianciarulo en bajo y contrabajo, un cuarteto de cuerdas arreglado por Lucho González, y la producción musical del multifacético Afo Verde, el disco, que será presentado hoy, mañana y pasado en el teatro ND Ateneo, gana un sonido renovado y rico en matices.
–¿Por qué esta necesidad de dejar sentada la “celebración de la vida”?
–Es un momento vital que estoy atravesando, y tengo que decirlo. En mis últimos temas nombro a la vida todo el tiempo, de una forma u otra. Y es lo que digo en “Convencimiento”, que para mí es el tema que sintetiza el espíritu de este disco: “La vida llama a mi puerta”. Tengo necesidad de celebrar y agradecer estar viva, con los sueños intactos y las ganas de seguir resistiendo, peleando por un país al que no quiero ni puedo renunciar.
–¿Y en qué cosas cambió desde la Teresa de las primeras canciones?
–Ahora tengo más canas (se ríe). Por suerte, tengo la sensación de no haber cambiado mi manera de ser. Sigo tan provinciana como siempre, no perdí mi acento, creo en los demás (creo que nunca dejaré de creer), tengo ganas de pelear por la vida, por la justicia. Sólo que ahora tengo una motivación más: mis hijos y mis nietos. Me gustaría que cuando a mis nietos les pregunten qué hacía su abuela se acuerden de que la abuela estaba peleando desde la canción por las cosas en las que siempre creyó.
–¿Cuál fue el aporte de Afo Verde como productor del disco?
–Afo Verde es, ante todo, un gran músico. Y como productor me impactó su seriedad, que roza la obsesión; es un tipo que está en el detalle para lograr el todo. Y yo valorizo mucho el detalle, sé de su importancia. Cuando escribo, abundo en el detalle para poder llegar a una descripción completa de lo que quiero transmitir. Afo es un productor en serio. Y eso es especialmente valorado en el folklore. No me pasó nunca que una grabadora grande te pusiera un productor así. Si era un disco de folklore no había productor, o si había ni iba a la grabación. El folklore siempre fue la hermanita fea de las discográficas, igual que el tango.
–Suele decirse que con un productor de personalidad se corre el riesgo de que deje demasiado marcada su impronta.
–Yo sé que él tiene un sello propio, pero yo también lo tengo. Y la prioridad de Afo fue respetar mi sello, en todo momento. Se esmeró en el cuidado del sonido, desde que se dispusieron los micrófonos hasta que fuimos a la consola, cada instrumento estuvo cuidado al máximo, cada cuerda, cada golpe de parche. Este es un disco en el que hablo mucho del canto popular, y en los parches es donde creo que se reafirma ese concepto. Cuando escuché el resultado final no sentí nada extraño, sentí que cada acorde y cada clima estaba resaltado, aprovechado al máximo.
–Afo Verde dijo se sorprendió al escucharla porque creía que usted sólo hacía canciones de protesta. ¿Cree que le va a pasar lo mismo a la gente, y este disco está dirigido a un público más amplio?
–Sí, pero no sólo por el sonido de este disco. Hay un preconcepto con respecto a la música comprometida de mi generación. Como durante mucho tiempo estuvo ausente de los medios, hay una generación que no la conoce. Y se hablaba de “música setentista”, como una descalificación. Pero eso cambió después del 19 y 20 de diciembre de 2001, y todavía antes en el interior del país. La gente dijo basta, se plantó contra el modelo y hubo espacio para una mirada hacia adentro. Y entonces se revalorizaron muchas cosas que se habían descalificado. Ahora hay un público que quizás antes no hubiera ido a verme, y que ahora está más atento, más predispuesto a escuchar.
–¿Y cómo sobrepasó esa etapa de descalificación de lo “setentista”?
–Yo en esa época me bajé de los escenarios grandes, lo mío no tenía nada que ver con toda esa parafernalia. Nos había tapado una nube pasatista, basada en una fiesta histérica, con mucho humo y mucho ruido, para que no se viera nada ni se escuchara a nadie.
–¿Se sintió excluida?
–No. Que quede claro: así son las cosas y lo mío no es una queja. No es que ellos me excluyeron; yo misma me excluí. No acepté esa música livianita que se proponía. Seguí hablando de un país que no quería mirarse a sí mismo. Cuando la mataron a Teresa Rodríguez escribí “Contrafuego”, cuando cortaban las rutas en el sur y en Salta hice el chamamé “Saber mirar”. Siempre estuve involucrada, siempre sostuve que la canción debe ser un espacio donde se cuenta y se recuenta nuestra historia. Y no han podido con eso. Mucha gente de mi generación transó, y mal. Pero los que no transamos seguimos con la misma convicción, mal que les pese a algunos.