ESPECTáCULOS
› EL CICLO “TEATRO COMO EN LA RADIO”, ESCENARIO IDEAL PARA JORGE LUZ
“Todos somos algo supersticiosos”
El actor, que protagoniza “¡Jettatore!”, el clásico de Gregorio de Laferrere, recuerda cómo desarrolló su imaginación escuchando los radioteatros de su pueblo, donde se formó intuitivamente.
› Por Cecilia Hopkins
El estreno de ¡Jettatore!, de Gregorio de Laferrere, le da vida hoy a la segunda de las propuestas del ciclo Teatro como en la Radio, que se ofrece en el Teatro del Pueblo (Roque Sáenz Peña 943), bajo la dirección de Raúl Brambilla. Fijada la acción en 1950, una imaginaria Compañía Radiofónica del Pueblo interpreta, según los antiguos códigos de la radio, las alternativas de esta pieza estrenada en 1904, la primera en la producción del autor, quien ocupaba por entonces una banca como diputado nacional por Buenos Aires. Con Jorge Luz en el rol protagónico, el elenco está integrado por Marta Degracia, José María López, Aldo Pastur, Jorge Graciosi, Malena Figó, Diego Mariani, Juan Martín Medina, Enrique Oliva Zanni, Marcelo Mininno, Mónica Santibáñez y Belén Zapiola.
En ¡Jettatore!, que se realiza con el auspicio de la Fundación Somigliana y la Fundación Autores, Luz encarnará al maduro don Lucas, cortejante de una muchacha cuyo novio encuentra la solución para sacárselo de encima, creándole fama de mufa para impedir que continúe con sus visitas. El propio autor dijo en su momento haber concebido a este personaje inspirándose en otro de una novela del francés Teófilo Gautier, un hombre tan mufa que “tuvo que arrancarse los ojos porque estaba matando a la novia, a fuerza de mirarla”. Creado “entre pituco, medio cajetilla y porteñazo”, según cuenta en la entrevista con Página/12, a Luz el personaje le inspira pena: “Porque la fama de jettatore no lo va a dejar más a don Lucas, es como su muerte civil: todas las personas tienen algo de supersticioso... los inmigrantes que vinieron al país eran gente de aldeas y de ellos heredamos esas cosas”.
“A la radio le tengo un cariño muy grande, puedo decir que fue mi cuna”, resume el actor. Nacido en Empalme San Vicente (hoy Alejandro Korn), Luz recuerda que, de chico, su imaginación se desarrolló escuchando radioteatros (“Chispazos de tradición” y “Estampas porteñas” se llamaban sus favoritos) y pasando largas horas en el cine del pueblo: “Me fascinaban las películas de terror y las musicales pero nunca me gustaron las de guerra”. También por entonces fue cuando comenzó a ejercitar sus dotes de imitador: junto a su familia asistía a los bailes que organizaba el club “Cultura y Amistad” (el padre era el tesorero), para observar a la concurrencia desde un palco, hasta que caía dormido. Al día siguiente, a pedido de todos, Luz imitaba el modo de hablar y bailar de cada uno de los vecinos. Ya en Buenos Aires, abandonó el segundo año del industrial (cursaba en el Otto Krausse) apenas consiguió su primer bolo radial. Hasta que conoció a los actores con quienes formó Los Cinco Grandes del Buen Humor, el conjunto que lo hizo famoso, Luz recuerda que “iba de una radio a la otra. Cuando llegaba leíamos el papel y con el oficio que teníamos lo hacíamos casi sin ensayar, a primera vista”. Los Cinco Grandes... (Guillermo Rico, Zelmar Gueñol, Pato Carret y Juan Carlos Cambón, además del propio Luz) debutaron en Radio Splendid con gran suceso. El conjunto, que se mantuvo a lo largo de 14 años, realizó innumerables giras por Latinoamérica y España. Pero hacia fines de los ‘50, los cuatro (Cambón había fallecido) decidieron probar suerte cada uno por su lado. Luz comenzó a hacer temporadas en el Teatro Caminito, con un repertorio que incluía obras de Lorca, Molière, Shakespeare, pero también sainetes y vodeviles. Ya para la televisión, creó exitosos personajes como la Puyeta y la Porota (este último, junto a Jorge Porcel).
–¿Cómo fue su debut en la radio?
–Fue a los 14 años en Radio Argentina, de casualidad (en mi perra vida había visto un micrófono), una vez que acompañé a Aída (Luz) a grabar un capítulo de “Juan Cuello”, un radioteatro que escribía Héctor Pedro Blomberg, un clásico de la literatura gauchesca. Tenía que hacer de mazorquero y me vieron tan chico que casi no me prueban. Pero les gustó yquedé contratado. Así empecé en la compañía de Pedro Tocci y Aída. Todos los días me tocaba un papelito nuevo: un cantinero, un turco cocoliche.
–¿Cuál era el clima de trabajo en la radio?
–Recuerdo esa época con mucho cariño. A veces uno tenía un bolo en otra emisora y un compañero te cubría: había un ambiente de mucha camaradería, pasábamos horas juntos. Casi no ensayábamos: leíamos el papel a las 17 para transmitir a las 18. En el radioteatro, el actor tenía que lograr que la gente “viera” lo que estaba escuchando, por eso las voces salían un poco exageradas. Entonces, las voces de los personajes que hacían de madres o de abuelas no se correspondían con las que en la realidad tenía la gente de esa edad. Pero era parte de una convención aceptada.
–¿Cómo prepara sus personajes?
–A mí nunca me gustó analizar los personajes. Veo cómo es el argumento y el papel que me toca y después le pongo alguna característica de alguien que conozco. Tuve que hacer muchos papeles imitando el acento español y para eso me servía pensar en dos tíos míos: en uno me inspiraba para hacer de gallego bruto, en el otro para hacer de gallego fino.