Jue 09.10.2003

ESPECTáCULOS

El eterno juego del robo del siglo y sus traiciones

“La estafa maestra”, “remake” de un film de culto con Michael Caine, hace uso y abuso de todos los tópicos del género “de ladrones”.

Por M. P.

Un robo de treinta y cinco millones de dólares en lingotes de oro y sin efectuar un solo disparo. Por eso es que brindan seis personajes en medio de la nieve, a punto de dar por definitivamente cerrado su trabajo italiano. Uno que incluyó pintura explosiva, una caja fuerte violada bajo el agua y una persecución en lancha por los canales de Venecia. Pero lo que debió ser un golpe perfecto terminará a los disparos entre la nieve, las montañas y los lagos congelados de la frontera entre Italia y Austria. “Confío en todo el mundo, en lo que no confío es en el diablo que llevan dentro”, ha dicho una y otra vez el veterano ladrón John Bridger (Donald Sutherland), para quien el golpe debía ser el de su retiro. Pero terminará siendo fatal por una endiablada traición que dejará a los sobrevivientes –y a los espectadores– deseosos de una revancha.
Con poco de estafa y mucho más de misión imposible, La estafa maestra es una remake de un film de culto británico llamado The Italian Job, título traducible como El trabajo italiano. Un trabajo que en esta nueva versión poco tiene de italiano, ya que se desarrolla principalmente en Los Angeles. Allí es donde se reencontrarán los cuatro sobrevivientes del grupo original, deseosos de vengarse del traidor que se quedó con sus lingotes y sus sueños. Un ladrón multimillonario –encarnado por Edward Norton– que vive encerrado en una enorme mansión y que lo único que sabe hacer con sus millones es sentarse sobre ellos para mirar todas las noches la programación del cable ante su enorme televisor.
Similar falta de imaginación es la que ostenta La estafa maestra, una remake que sobrelleva esas limitaciones con un elogiable bajo perfil. Con una gran escena de acción como prólogo –aquel multimillonario robo original– y obviamente otra en su gran final, esta película de un gran robo no busca profundizar demasiado en temas como el destino o la ambición. Como todo entretenimiento que se precie de tal en estos previsibles tiempos cinematográficos tiene asegurado su final feliz –salvo para el veterano ejecutado al comienzo como para darles un motivo a tantas espectacularidades–, el film de Gary Gray apenas si se dedica a ir presentando primero personajes, luego situaciones y casi al mismo tiempo soluciones. Tan esquemático y previsible como simpático y disfrutable, La estafa maestra transcurre con la amabilidad de uno de esos programas de concursos que el traicionero millonario bien podría dedicarse a ver todas las noches en su gran televisión.
Eso sí, a esta nueva versión de aquel The Italian Job no hay que pedirle iconografías memorables como las del original, con su protagónico de Michael Caine y el Mini Cooper. Aun cuando el auto regrese en esta nueva versión, apenas si hay para destacar en ella la sobriedad protagónica de Mark Whalberg y los anunciados avatares de cada uno de los planespresentados en pantalla, los dos que se llevan a cabo y uno frustrado en el medio de ambos. Mientras que en el primero la clave es el veterano Bridger a la hora de abrir la primera caja fuerte, a la hora de la venganza aparecerá su hija (Charlize Theron), que ha heredado su talento para el trabajo. Pero ella no confía sólo en su pulso y se ayuda con la tecnología más moderna para su trabajo. No puede menos que resultar frustrante que, mientras que la clave para el desarrollo del personaje de Theron es que debe aprender a confiar en los métodos tradicionales, nada haya de tradicional en La estafa maestra, una película con poco para ofrecer salvo su superficie pulida y su entretenimiento garantizado.

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