ESPECTáCULOS
› LUIS BRANDONI Y MARIA FIORENTINO HABLAN SOBRE LA OBRA “JUSTO EN LO MEJOR DE MI VIDA”
“En el teatro uno va pintando la conducta humana”
La actriz plantea que la pieza teatral de Alicia Muñoz, dirigida por Julio Baccaro, apunta más “a los sentimientos que a la cabeza” de los espectadores, en tanto el actor dice que su personaje, un bandoneonista, va “directo al corazón” del público.
› Por Hilda Cabrera
“Estrenar a un autor nacional significa internarse en una aventura de final insospechado”, dice el actor Luis Brandoni, y habrá que creerle, porque este artista de importante trayectoria en teatro, cine y televisión, pocas veces quedó fuera de los elencos que apostaron a obras nacionales. Puede mencionar entre las excepciones a Postdata: tu gato ha muerto, El inspector o Rosencrantz y Guildenstern han muerto. “He tomado ese riesgo”, subraya, aun cuando es consciente de que entre esos autores se encuentran los que admira, como los dramaturgos Roberto Cossa (de quien también interpretó en cine Tute cabrero), Carlos Gorostiza y, entre otros, Oscar Viale (de quien, igualmente en cine, concretó un magnífico trabajo en Juan que reía). “Es cierto que acá fracasaron obras extranjeras que fueron exitosas en otros países”, matiza. “Si uno mira la cartelera de Londres, por ejemplo, se encuentra con autores anglosajones, y que, salvo excepciones, se aferran a lo propio.”
Ahora es nuevamente una obra autóctona la que lo ubica en el escenario, luego de participaciones en la TV y el cine. La obra, que dirige Julio Baccaro, es Justo en lo mejor de mi vida, de Alicia Muñoz, autora relacionada con la música (es violinista), con el teatro para niños, la literatura y la historia (entre sus obras figura Ciudad en fuga, de 1979, un episodio en clave grotesca sobre la epidemia de fiebre amarilla que en 1871 asoló Buenos Aires), y últimamente Un león bajo el agua, sobre uno de los desbordes del arroyo Maldonado. En este nuevo estreno de la autora de El día que no se puso el sol (1978), El pobre Franz (1983) y de monólogos como La coronela (1985) y La chalequera (1987), Brandoni corporiza a Enzo, el bandoneonista padre de familia que en una situación muy especial se reencuentra con su colega y amigo Piguyi, que partió diez años antes de gira a Japón. El papel de la esposa Verónica es asumido aquí por María Fiorentino, actriz que se ha desempeñado con pareja eficacia en teatro, cine y televisión y que en Justo... vuelve a trabajar con Brandoni.
En la entrevista a estos artistas, Fiorentino memora obras en las que participaron los dos, especialmente Convivencia, de Oscar Viale. Su papel es ahora el de un ama de casa que intenta sostener el equilibrio afectivo y anímico de “una familia de barrio”, en algunos aspectos típica. Respecto de esta obra de Muñoz –presentada ya en ciudades de provincia, localidades del conurbano y en funciones de preestreno en el Teatro Maipo (Esmeralda 443), donde se la puede ver de jueves a domingo en diferentes horarios–, la actriz destaca la intención de apuntar “directamente a los sentimientos del espectador y no a su cabeza”: “En un momento en que la emoción no goza de prestigio en el teatro, la obra de Alicia pone el acento en situaciones que se relacionan con lo que es esencial a los seres humanos y sobre lo que no existe la posibilidad de un retorno”. El elenco se completa con Alejandro Awada (en el papel de Piguyi), Daniel Miglioranza (Lucho) y Valeria Lorca (Yanina). Participan del equipo técnico Juan Carlos Greco (escenografía), Nené Murúa (vestuario) y Roberto Traferri (iluminación). La producción artística es de Lino Patalano.
–¿Qué significa que no hay retorno?
María Fiorentino: –No voy a revelar lo que sucede en la obra, pero hay situaciones a las que no se puede volver. Y esto sucede con personajes como éstos, que no tienen conflictos diferentes de los del común de la gente. Verónica es una señora que utiliza un lenguaje cotidiano y yo me reconozco en ella como espectadora, cuando era pequeña, de esas películas argentinas que nos hacían llorar y reír casi al mismo tiempo. Si tuviera que buscar un paralelo entre las emociones que me surgen en esta obra mencionaría a Nelly Fernández Tiscornia, que fue autora de guiones que todavía se recuerdan, como, entre otros, Situación límite (de 1983), y de quien hice Made in Lanús en España.
–¿Cómo es eso de mantener el equilibrio dentro de una familia?
M. F.: –Esa es una tarea socialmente asignada a la mujer. Culturalmente nos viene desde la mitología griega. Hestia es la diosa del hogar, la que cuida del fuego familiar, de que no falte calor. Es la que protege, como la Vesta romana. Pero puede que la mujer que cumple ese papel se arrepienta en algún momento de haber tratado de mantenerse siempre tan equilibrada. Una pasa a veces por momentos difíciles. Después de hacer Compañía, de Eduardo Rovner, con Carlos Carella, estuve un tiempo muy guardada. Después hice papeles en la TV, en Gasoleros, y una temporada breve con una obra de Beatriz Matar y una participación en Monólogos de la vagina. Los dos años de Gasoleros fueron fatales para hacer teatro. Cuando terminé, pude dedicarme mucho más a dar clases de actuación y al teatro. Este trabajo con Brandoni es muy valioso para mí. Hace veinte años hice con él Convivencia. Fue en una gira por todo el país, reemplazando a Betiana Blum, que la había estrenado en Buenos Aires. Trabajé con Beto en Buscavidas, en TV. Cuando estrenó Stéfano en el Cervantes, lo saludé en el camarín, pero no me animé a decirle que quería hacer alguna obra con él. Para mí fue una beca trabajar con Brandoni y Federico Luppi. Aprendí mucho. Uno en el teatro pinta la conducta humana, y esto lo obliga a leer y estudiar, porque el escenario es bien botón.
–¿Enzo es también un personaje de la vida diaria?
Luis Brandoni: –Me ha tocado representar a personajes comunes, grises, que sólo en apariencia se los puede tomar como iguales. Yo no hablaría de personajes grandes o pequeños, porque no son sus particularidades lo que les da nivel sino cuán dramáticamente son expresados. Es lo que pasa con esta obra de Muñoz, a quien estaría bien que se le dé la importancia que merece. Enzo se enfrenta a una cantidad enorme de situaciones que no van a modificarlo, pero que tampoco le permitirán salir de una especie de azoramiento. El cree afianzarse en algo, pero se desmorona. Vivió convencido de que determinadas cosas eran de una manera y de repente se da cuenta de que no eran así como las pensó. Esto lo enfrenta con sus ilusiones perdidas. No era ése el camino que se había trazado. Y todo surge en el encuentro con Piguyi, bandoneonista como él. Lo más atractivo del personaje, y lo apasionante de esta pieza, es el tratamiento que la autora hace de la conducta humana. Por eso digo que esta obra no acaba con el apagón del final.
–¿Cómo es trabajar sobre situaciones que el espectador puede identificar rápidamente?
L. B.: –Pienso en Stéfano, que era un artista, y en mi personaje de Gris de ausencia, que tenía en su interior algo que lo destrozaba. La tarea del actor no es recitar un texto, sino vivir una experiencia absolutamente personal para poder transmitir al espectador la angustia del desarraigo por ejemplo (en Gris...) o la ilusión perdida de este Enzo bandoneonista que quiso ser un gran músico. Esto parece muy sencillo, pero no lo es, sobre todo cuando uno quiere ir directo al corazón del espectador.
–¿Este es un buen momento para los autores nacionales?
L. B.: –Desde 1971 hasta ahora debo haber hecho treinta espectáculos, de los cuales tres o cuatro fueron de autor extranjero. Roberto Cossa, Carlos Gorostiza, Oscar Viale, Ricardo Halac, Germán Rozenmacher eran, entre otros, mis elegidos, y tuve siempre la posibilidad de que fueran personajes muy disímiles. El mío en Made in Lanús, que estrenamos en 1986, no tenía nada del que interpreté en Convivencia. Eso demuestra la riqueza de nuestros autores. He tenido la dicha de que muchas de esas obras se hayan convertido en clásicos del teatro argentino, como, además de las que nombré, La Nona, de Cossa; Segundo tiempo, de Halac, y Chúmbale de Viale, que fue el guionista de películas en las que participé y fueron importantes, como No toquen a la nena (de 1975) y Juan que reía (1976). Hicimos grandes giras por España en 1986, con El viejo criado y Made in Lanús.
–¿Y en qué lugar quedó la militancia partidaria?
L. B.: –Trabajo hacia dentro del partido, tratando de reverdecer a la UCR, de poder pagar nuestras cuentas pendientes con la sociedad. Tenemos que mejorar. Yo no me desanimo cuando me va mal ni me mareo cuando me va bien: así fui siempre en la política partidaria y en mi trabajo en el sindicato de la Asociación Argentina de Actores.