Sáb 11.10.2003

ESPECTáCULOS  › “LA JAQUECA”, EN EL EXCENTRICO DE LA 18

En la cama del dolor

La pieza dirigida por Cristian Drut gira sobre tres personajes que, cada uno a su manera, procesan y expresan su situación y su vínculo en un cuadro de enfermedades al parecer interminable.

› Por Cecilia Hopkins

Surgida a partir de la improvisación de los actores bajo la dirección de Cristian Drut, La jaqueca se concentra en un momento íntimo en la vida de la familia que integran dos hermanos y su madre enferma. Entre breves conversaciones, los personajes permanecen en silencio o adormilados, y sus actitudes cansinas revelan que el cuadro de situación expuesto a la mirada del espectador no es novedoso para ellos. En realidad, la obra en su conjunto (su duración es de 50 minutos), parece un compilado de días o meses, segmentos de una jornada que se repite sin alteraciones desde que médicos, internaciones y análisis transformaron el devenir del ritmo cotidiano de estos personajes. La intensidad del momento que describe el montaje se instala en un delicado movimiento pendular entre pares irreconciliables: salud y enfermedad, sueño y vigilia, gravedad e irrelevancia. Pero existen también otros antagonismos encarnados, esta vez, en la conducta de los propios personajes que deja entrever el vínculo que los une, cuando éstos hablan del tercero ausente y pugnan por dejar en claro que las cosas son como ellos las perciben. A pesar de las circunstancias tristes que los reúnen, entre ellos no hay violencias ni desgarros. El tono es poco menos que intrascendente, aunque se perciban turbias corrientes de frustraciones y agravios.
Aunque no llegue nunca a aceptar que ya está realizando el balance de una vida deslucida, la madre (Cecilia Peluffo) deja la melancolía a mano de sus acompañantes al punto de parecer, en algunos momentos, más vital que sus propios hijos. Un miedo infantil hacia lo irreversible domina a los hermanos y cada uno lo conjura a su manera: ella (Ana Garibaldi) se sorprende de sí misma, de su sangre fría a la hora de sobrellevar el dolor, una sensación que no acierta a censurar y que la impulsa a calcular los beneficios que obtendrá de la muerte de la madre o a realizar por anticipado las diligencias relativas a los detalles del funeral. Su hermano (Miguel Forza de Paul) en cambio, deja al descubierto su naturaleza frágil, causa de esa jaqueca que le deforma el rostro, a espaldas de su madre y hermana.
Unida al título de la pieza, el malestar del hijo se jerarquiza a ojos del espectador y se transforma, por momentos, en una dolencia devastadora. En su mueca dolorida, en la pasividad de la hermana, se acentúa la noción errática del tiempo que aquí acompaña a la amenaza de lo inevitable. Como telón de fondo, ciertas experiencias del pasado sonríen desde las hojas del álbum familiar, confirmando los desajustes de la memoria en la perspectiva diferente con que cada uno guarda el propio recuerdo. Contra todo lo esperable, considerando las razones que los reúne en torno de una cama, los personajes de La jaqueca promueven la risa del espectador. En un registro mínimo, sensible y sin un dejo de ironía, los intérpretes (notables los tres) vuelcan las protestas encubiertas de sus personajes, revelan viejos antagonismos e intentan discretas tácticas de manipulación, a modo de estrategia, para engañar la espera.

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