ESPECTáCULOS
› EMPEZO AYER EN RIVER EL “QUILMES ROCK FESTIVAL”
Un maratón de pop nacional
Al cierre de esta edición, Gustavo Cerati cerraba la primera jornada, ante unos cinco mil espectadores. Antes, actuaron Emmanuel Horvilleur, Virus y Los Siete Delfines, entre otros.
El más amplio y más ambicioso de los festivales de rock nacional que se hayan organizado, empezó ayer según las reglas implícitas de separación por target. La primera jornada del Quilmes Rock Festival le correspondió al pop, y en ese heterogéneo espacio estético y musical, era lógico que las expectativas estuviesen puestas en Gustavo Cerati, que al cierre de esta edición volvía a presentar en vivo su disco Siempre es hoy, con un par de referencias a Soda Stereo (“Danza rota”, “Sobredosis de TV”, “Un millón de años luz”). Antes, tocaron Emmanuel Horvilleur, Leo García, Virus y Los Siete Delfines, entre otros.
Lo de “aire libre” se sintió con especial énfasis. El sorpresivo frío que cubrió Buenos Aires en las últimas horas condicionó el clima interno de un comienzo de festival que no se caracterizaba, a priori, por el derroche de calorías rockeras. Tanto es así que pocos repararon en una situación paradojal: en un encuentro patrocinado por Quilmes, no se vendía cerveza. Pero la noche no estaba para cerveza y sí para alimentar el estoicismo de los poco más de cinco mil fans que fueron llegando al miniestadio de River de a poquito. Los primeros que llegaron se encontraron, en uno de los escenarios alternativos, con un cuarteto de hard rock (Primitivas) que pretendió encender la noche con un cover de “Ciudad de pobres corazones”, de Fito Páez. Difícil, en ese contexto. Eran las 17.30 y todavía no se habían acomodado los 400 adelantados que estaban esperando pacientemente que abrieran las puertas. La escenografía maquillaba correctamente lo que se supone debe ser un festival de rock argentino: un puesto de Musimundo que vendía discos de rock nacional, otro puesto de merchandising que lucía remeras al tono de la jornada, y los arcos de fútbol como testigos de la importancia del asunto. Un camión (¡de Brahma!) se apuraba a bajar las cajas con las gaseosas.
El público que se sentó a ver y a escuchar a sus bandas preferidas lució menos esquemático que la estructura montada para dividir estilos y tendencias (la de ayer fue la noche pop, la de hoy, con Las Pelotas y Ratones Paranoicos, entre otros, será la del rock). Mauro, de 19 años, Sebastián de 18, llegaron desde Moreno. “Vamos a venir los 7 días. Y vamos a estar siempre desde bien temprano, porque nos interesa ver a las bandas nuevas. Queremos ver qué está pasando en el rock nacional”. Eso sí: como anoche estaba difícil para volverse al pago, pensaban dormir “en algún lugar” y después ver qué onda. También adolescentes (entre 14 y 16 años), Julieta, Andrea y Amparo prometían estar los siete días. Ellas llegaron desde más cerca: Belgrano y Martínez. Querían ver a Virus y Miranda!, “pero también nos gusta Attaque, Bersuit y Babasónicos”, dijeron, alardeando eclecticismo.
Musicalmente, la noche fue variando de temperatura en función de los estilos. Los Látigos presentó temas de su próximo disco, que giran alrededor de un glam muy setentas, con reminiscencias de David Bowie, Lou Reed y Roxy Music. El dúo Victoria Mil mostró su formato de canción electrónica, pero su set fue mejor recordado por una invitada sorpresiva, que subió al escenario con tacos altos, bombacha negra, sobretodo negro, corbata negra y escoba, liberando sus pechos para el disfrute general. A–Tirador Laser, la banda de Lucas Martí en la que también toca Miguel García (hijo de Charly), sonó más rockera que de costumbre. Les cortaron el sonido, una lástima.
Miranda! cerró uno de los escenarios alternativos. Levantó a la gente, dando cuenta de que, si “la noche Cerati” obedecía a un target, allí Miranda! cuadraba muy bien. Emmanuel Horvilleur presentó una muy buena banda, necesaria para darle groove a su funk psicodélico, que lució mejor en vivo que en el CD que estaba presentando, Música y delirio. Algo similar puede decirse de Leo García, que parece haber encontrado arriba del escenario un camino interesante, acompañado ahora por Los Imparciales. Deborah de Corral subió para cantar “Culpa” con Leo, pero el coro general, como era de esperar, fue para “Morrisey”. La apoteosis pre–Cerati, detodos modos, llegó con Virus: en un show energético y potente, el grupo le dio curso a todos los hits todos de la banda (“Imágenes paganas”, “Agujero interior”, “Amor descartable”, etc.) y encendió a un público que, cuando el grupo grabó su primer disco, en su mayoría ni siquiera estaba en los planes de sus padres. Hubo una sola nota discordante, y Marcelo Moura se encargó de hacerla pública: “Queremos decirles que teníamos una puesta especial para este show, y en una gran falta de respeto hacia una banda con 25 años de vida, no nos dejaron colgarla. Decidimos tocar sólo por respeto a ustedes.” Primer trago de cerveza amarga.
Producción: Roque Casciero.