Vie 24.10.2003

ESPECTáCULOS  › “LA VIDA DE DAVID GALE”, LO NUEVO DE ALAN PARKER

La pena de muerte, otra vez

› Por Horacio Bernades

Los militantes anti-pena de muerte son fanáticos capaces de intrigar, complotar y asesinar, con tal de demostrar que la suya es una causa justa. Eso termina sugiriendo este despropósito cinematográfico que es La vida de David Gale, que adopta el punto de vista de los opositores a la pena capital para –en los cinco minutos finales y en aras de sorprender al público– convertir a varios miembros de Deathwatch en los malos de la película. Algo que no habrá hecho felices a los miembros de esa organización abolicionista, que en la realidad libra una batalla desigual contra los todopoderosos defensores de esa barbarie jurídica.
Que esta apoteosis de la manipulación lleve la firma de Alan Parker no sorprende: el autor de Expreso de medianoche, Mississippi en llamas, Pink Floyd The Wall y Evita es un maestro en el arte del golpe bajo. Lo curioso es que, hasta el momento en que el guionista Charles Randolph comienza a desplegar sus piruetas, el director se había mostrado extrañamente contenido para sus parámetros. La historia se basa en una premisa traída de los pelos: un militante anti-pena de muerte es llevado a la silla eléctrica, supuestamente como parte de un complot pergeñado por ultraderechistas desalmados.
Provisto de un par de bisoñés distintos según la época, Kevin Spacey es Gale, docente universitario de Filosofía que conoce vida y obra de Platón tan al dedillo como las teorías de Lacan. Antiabolicionista tan eminente como para enfrentar al gobernador de Texas (todo transcurre en el estado de los Bush, donde rige la pena capital) en un debate de TV, en una fiesta Gale comete el error de su vida. Una canita al aire le cuesta una denuncia por violación de una alumna. De allí en más, su vida da pie al peor de los tangos: lo investigan, lo echan, la esposa lo deja, se convierte en borrachín y termina trabajando como peón de limpieza.
Todavía falta lo mejor: la denuncia por violación y muerte de su compañera de militancia (Laura Linney) y la condena a la pena máxima. Todo es narrado por Gale a una periodista (extraordinaria Kate Winslet) en tres sesiones de flashbacks, que tienen lugar días antes de la ejecución. Tras enhebrar con oficio la serie de tremendismos de su relato, Parker & Randolph dedican la última media hora a tomarle el pelo al espectador (Winslet tiene la prueba de que Gale es inocente, pero no llega... ¡porque el auto se le queda sin nafta!). No conforme con eso, pergeñan una escena para la antología del voyeurismo sádico, aprovechando que no hay país donde rija la pena de muerte cinematográfica.

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