ESPECTáCULOS
Los manuales de sexo, un poco de destape en los canales femeninos
Como una clase de cocina o gym, “Tantra”, “Confidencias” y “Especial de sexualidad” se dedican a una enseñanza especializada.
› Por Julián Gorodischer
La tele inaugura una nueva manera de hablar de sexo: el manual de uso. Se ve un consultorio que puede ser en formato de living (Alessandra Rampolla de “Confidencias”) o de foro médico (para la doctora Gabriela, de “Especial de sexualidad”). Gabriela es una mujer utilísima, bien sonriente, que pide al médico que no hable “en difícil”, y nunca piensa el sexo en términos ajenos al “problemita” para sentir o procrear en la pareja estable. Las invitadas al panel recrean la figura oxidada de “la psicóloga” que habla finito, prolonga las vocales del final y, sobre todo, preserva un monótono que es la prueba de rango: el especialista nunca es conmovido por el diagnóstico. El sexo, para “Especial...”, es un catálogo de patologías, esa zona defectuosa que incluye falta de goce, rapidez o demora, y que hay que revisar, casi siempre, reeditando una polémica vieja: ¿diván o pastillas? Rampolla, en Cosmopolitan, llega más lejos: pide detalles al público (que llama o escribe por mail) y no se sonroja; y hasta parece disfrutar cuando le reconstruyen la intimidad de una pareja.
Alessandra, pretendidamente masiva, quiere ampliar el target a los tipos y por eso festeja cuando se le piden consejos para una fiestita en la pileta. Aquí no rigen las pautas del “tema de salud”. La que se expresa es la miradita de la sexóloga: bajada de ojos para una complicidad, parpadeo como de luciérnaga cuando le salen con “algo raro” y cruce con la otra conductora para demostrar cuánto está cambiando “la nueva Latinoamérica unida”, que se destapa como en una microrrevolución de alcobas. Lo que la economía no puede, Alessandra conduce desplegando su chorro de proposiciones con una fuente en común: “Dejate ir, creete el show”.
Las sexólogas de la tele saben cómo domesticar el sexo, cómo hacerlo digerible: miran fijo a cámara, sonrisa de mamita, voz levemente asociada a la maestra jardinera, y contestan preguntas con paciencia zen. Ha nacido una pedagogía: flamante destape en el canal para la mujer. Es la última obsesión del “enseñar a hacer”, en Cosmopolitan pero también en Utilísima, con los matices que lo hacen parecido a una charla entre vecinas o una clase de labores. Donde el continuado enseña recetas o cuidados personales (Utilísima), la escena no difiere de un programa de cocina: la doctora Gabriela se planta detrás del mostrador para enseñar truquitos. El panel de sexólogos aporta ingredientes en la veta práctica: cómo mejorar la performance en tres o cinco pasos, siempre con esa protección que defiende del dedo que señala: el discurso clínico. Como un juego de contrastes, Alessandra opondrá la figura de “mujer sensible” que no se escandaliza y, sobre todo, no rotula. Si el “Especial...” acota el campo la conversación de posgrado, Alessandra responde saliéndose del “caso” (una eyaculación precoz o una vaginitis) para recuperar su prioridad: “¡Disfruten!”.
La innovadora de los manuales de TV se llama Caterina Hagopian, de “Tantra” (en Infinito), voz engolada y amplísimo escote, recorriendo el estudio oscurecido como Karina Mazzoco en “Da2”, y recreando la figura del VJ sexual en agitado movimiento de brazos, recitado con cantito y un guión que la deja sin aire. Caterina es como una encarnación panregional, con todas las tonadas en una, plasmadas en un habla de efecto hipnotizante. Mirando a cámara, excesivamente sensual, ella nunca llama a las cosas por su nombre antes de presentar cada pose del “yoga del amor”. Dice “obtener satisfacción” para nombrar el orgasmo, y dice “poseer” en vez de “coger”. El sexo será denominado como un “encuentro amoroso” en esta panacea de las relaciones estables y los entendimientos profundos. La utopía de Caterina incluye, también, el momento esperado, una mini pornosoft con patovicas e infladas abrazados en representación de cada pose. Lo que se ve no excita: es más bien como una clase de gimnasia estática, con musculosos y chicas preocupadísimos por taparse los genitales. Caterina habla encima, nunca emocionada, esforzadamente analítica, y siempre remata la escenita con alguna frase para calentar: “Créanme, es altamente placentero”.