Sáb 08.11.2003

ESPECTáCULOS  › ALBERTO CORTEZ PRESENTA EN EL OPERA EL CD “DESPUES DEL AMOR”

“Aún no escribí mi mejor canción”

El cantautor, que vive en España desde hace más de cuarenta años, expresa sus temores, sus ganas de seguir componiendo y sus expectativas frente a la nueva etapa que vive el país.

› Por Karina Micheletto

En una entrevista con Alberto Cortez, lo más problemático es el tema de las fotos. Al músico, queda claro, no le gusta ser fotografiado. Sobrelleva el momento tarareando “Amablemente” y el “qué hacés, tres veces qué hacés” de “Tortazos”, como si las milongas pudieran ayudarlo a hacer menos amargo el trago. Pero igual deja sentada la incomodidad que le causa el trámite, de todas las formas posibles. Por suerte, Cortez se hace el duro de entrada pero se va ablandando, y los primerísimos planos que exige con coquetería al principio, sin moverse del sillón del lobby del hotel Sheraton, pasan a ser tomas a lo largo de la avenida Córdoba, que él mismo propone, cruzando la calle o parado en una esquina con pose de compadrito. El autor de “Callejero” estuvo toda la tarde dando notas, y a su lado está su biógrafa, la periodista Laura Etcheverry, quien desde hace dos años está trabajando en un libro que incluirá entrevistas con amigos del cantautor como Joan Manuel Serrat y Víctor Heredia.
Cortez acaba de llegar de España, donde vive desde hace más de cuarenta años, para presentar su nuevo disco, Después del amor, en un show que dará esta noche en el teatro Opera (agregó una nueva función para el miércoles 19). A la hora de las definiciones, el músico habla de un trabajo “de edades”, porque el CD reúne temas que fue componiendo a lo largo de los años (hay, por ejemplo, uno que escribió a los trece), y que fueron quedando afuera de otras grabaciones. “Como todos, a los veinte años yo era víctima de un erotismo que con el tiempo se fue transformando en otros sentimientos, y eso es lo que reflejan estas canciones”, explica el cantautor.
–Algunos dicen que el dolor es la mejor materia prima para los autores. No parece ser su caso, que en casi todo el disco le canta al amor correspondido.
–Más bien a las relaciones amorosas, que no es lo mismo. Pero es muy probable que tengan razón los que dicen eso, sobre todo si son tangueros. Yo he tenido momentos de mucho dolor, el más grande fue la muerte de mi padre, que se fue a los 48 años y era mi amigo. Ahí compuse “Cuando un amigo se va”.
–¿Sus canciones son siempre historias reales?
–A menos que escriba sobre sueños, sí. Algunos creen que bromeo cuando digo que no tengo imaginación. Pero es la estricta verdad. Soy incapaz de inventar historias o personajes, y entonces no tengo más remedio que recurrir a la realidad. Si hay algo fantástico, es la realidad.
Cortez siempre repite que no tiene intención de volver a vivir en la Argentina, que ya tiene una vida armada en España. Cuando se le pide que describa el lugar en el que vive, recita los versos de su canción “La bordadora de luz”: “Una casa en mitad de la pradera, con un patio soleado y un manzano. En el tronco apoyada la escalera, y unas cuantas manzanas en las manos (...) En un bastidor pequeño, la bordadora de luz, a medios puntos de cruz, cantando borda los sueños. Sobre el piano, unas cuantas partituras, un café y en mitad del cenicero, reluciente, porque uno ya no fuma, la goma de borrar es un lucero”. La bordadora de luz a la que hace referencia Cortez es su esposa, una belga que conoció hace más de cuarenta años, desde que lo abordó a la salida de un recital y le dijo “Hablo poquita español, y gusta muchou su música”. “Ella es la que limpia con su luz el paisaje para que yo pueda desarrollar mi trabajo. Sin ella no podría sentarme a escribir”, dice Cortez con una sonrisa.
–¿Es metódico en su trabajo?
–¡Nooo! Soy demasiado antimetódico. Y eso a veces provoca peleas con “la bordadora de luz”... (se ríe). Otras veces tengo miedo de que las musas se vayan de vacaciones y no vuelvan, como decía Serrat. Temo no encontrar las palabras, no poder decir más las cosas como las quiero decir. Son los pequeños temores que uno tiene a estas edades. De todas formas, sigo convencido de que mi mejor canción todavía no la escribí. Voy a cumplir 64 años y me sobran ganas de seguir.
–¿Cómo ve a la Argentina desde España?
–La Argentina es un terreno resbaladizo. Y desde allá sólo puedo tener la visión que da el periodismo, más la de algunos amigos que me acercan noticias. Hace poco me mandaron por mail una nota titulada “Vas a volver a pisar los viejos andenes”, que hablaba de la intención de la administración actual de recuperar los ferrocarriles. Que haya alguien con la sensibilidad para pensar en todos esos pueblos que se estaban muriendo sin los trenes, ya me parece un paso adelante importante. En esta visita tengo la sensación de que en el cielo oscuro de la Argentina aparecieron rendijas que dejan pasar algunos rayos de luz. Vi a la gente muy esperanzada con esos rayitos, aunque alumbren poco, porque durante mucho tiempo el cielo estuvo tapado por los que usurparon el país. Ahora es tiempo de hacer una limpieza profunda de la casa.
En 1996, Cortez estuvo dos veces clínicamente muerto, tras una obstrucción severa de carótida. Carlos Menem dio la orden de que lo atendiera el mismo equipo médico que lo había operado a él y después lo invitó a la Casa de Olivos para cumplir con su rehabilitación, junto a su esposa, su madre y sus fisioterapeutas. Un año después, ya recuperado, Cortez volvió a la Argentina y, cuando cantaba “Mis amigos”, comenzó a enumerar a las personas que considera sus amigos: Joan Manuel Serrat, Jorge Valdano, Víctor Heredia, Carlos Menem... Todo el teatro silbó durante un buen rato.
–¿Todavía no puede entender esos silbidos?
–Me dolieron mucho. Me enojé y les dije a los que habían ido a verme: “Ahora silban... se ve que ninguno de ustedes lo votó”. Y seguí diciendo cosas duras. Les dije que a lo mejor preferían que yo me hubiera muerto, para que después se puedan escribir algunos tangos sobre mí. Me molesta que la gente no pueda separar al Menem presidente del Menem persona.
–Es un pedido bastante difícil de cumplir.
–Pero es que yo no puedo dejar de reconocer que él fue el hombre que de alguna manera facilitó que me salvaran la vida. Y que nunca me pasó factura por lo que hizo por mí. Ahí radica la caballerosidad del doctor Menem. El sabía perfectamente que yo no estaba de acuerdo con sus ideas. Siempre me cargaba con que yo era radical. Yo le decía: “Más radical es usted, que piensa que todos los que no son peronistas son radicales”.

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