La idea nació a mediados de los ‘90, cuando el director del Museo del Hermitage de San Petersburgo decidió relanzar la institución, algo alicaída, con una serie de películas alusivas filmadas por directores célebres. Alexander Sokurov recogió el guante y propuso un largometraje de una sola toma, sin cortes, rodado íntegramente en los interiores del museo. Resultado: El arca rusa, una de las obras más singulares, sublimes y reaccionarias de los últimos tiempos. Un film que nació como un sueño y se convirtió en una pesadilla.
Concretista fundacional, socio de Maldonado, Hlito, Iommi y Lozza en la primera vanguardia organizada que afirmó la abstracción en la Argentina, y dueño de una obra que es una de las historias claves de la sensibilidad estética vernácula, a los 91 años, Manuel Espinosa vuelve a exponer. Y la ocasión es toda una oportunidad para conocer la vasta obra sobre papel (gran parte de ella nunca antes exhibida) de un artista que logró desembarazarse del rigor teórico y las estrategias formales para disfrutar reescribiendo la historia del arte geométrico.
Surfeando entre formatos, soportes y tecnologías diversas, Martín Kovensky pone a dialogar al arte con la política buscando el punto de fuga que desconcierte a lo real.
En los siete años que siguieron a Walking on Locusts, John Cale compuso música para ballets, bandas de sonido para películas de arte, una autobiografía con forma de libro-objeto, y vio la hecatombe del 11 de septiembre desde su estudio, a pasos de las Torres Gemelas. Secreta o explícitamente, todo eso alimenta 5 Tracks y el magistral Hobosapiens, los dos discos con los que Cale, a los 61 años, se reencuentra con la canción valiéndose de una celestina de avanzada: la tecnología Pro Tools.
A los setenta años largos es el único gran maestro del teatro argentino que sigue en funciones, curioso, vital, hostil a toda nostalgia. Dirigió el mítico Centro de Experimentación Audiovisual del Instituto Di Tella, descubrió a Griselda Gambaro, puso en escena un Plauto inolvidable, estrenó el teatro de Thomas Bernhard en lengua española y en los últimos años recibió en cascada, tarde pero seguros, los premios más importantes de la escena argentina. Ahora, a días de estrenar una obra nueva, Postal de vuelo, Roberto Villanueva rebobina vida y obra y cuenta cómo se pasa de Hernando, un pueblo cordobés de tres mil habitantes, sin teatro, a la educación jesuítica, la arquitectura, Beckett, la vanguardia, el exilio y el reconocimiento de la mano de una sola pasión: la timidez.
No propuso una nueva organización rítmica (como Stravinsky). No revolucionó la armonía (como el atonalismo). No reinventó la estructura (como el serialismo). Con 4’33”, la obra que medio siglo después sigue pasmando auditorios, John Cage fue mucho más lejos y atentó contra la única institución que las vanguardias habían dejado intacta: el compositor mismo.
El fin de semana que viene se organiza en Buenos Aires la cuarta edición de un festival que crece lenta pero sostenidamente: el B.A. Stomp! Las bandas llegan desde lugares tan disímiles como Suiza, Japón y Brasil. Su música es devota del rockabilly –ese hermano mayor del rock and roll–, el garage y el surf (la música que volvió a poner de moda Tarantino). Y la cita es para rendir homenaje durante dos días a la música y la época fundacional de los últimos cincuenta años: la de los cincuenta.
En la huella del juvenilismo problemático de Salinger, Burr Steers mezcla autobiografía y ficción y dispara contra su propia clase: la aristocracia del Este norteamericano.
Mezclando la cibervirtualidad, el video hogareño y las premisas de los reality show, nace un nuevo género del cine de terror adolescente. Sus dos primeros exponentes –Miedo.com y La cámara secreta– no auguran un futuro muy promisorio.
En Domingo sangriento, Paul Greengrass reconstruye el aciago 30 de enero de 1972, cuando la policía de Derry (Irlanda del Norte) reprimió con brutalidad una manifestación antibritánica y encendió la mecha de un conflicto que no cesa.
No es una de sus mejores películas, pero sí una de las más extravagantes. En El vals del emperador, una disparatada fantasía cortesana con Bing Crosby, el gran Billy Wilder recrea Viena en Canadá y se da el gusto de pintar las calles de ocre.
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