ESPECTáCULOS
Un festival para calentar el cine
El III Festival de videos de temática sexual, en el C. C. de la Cooperación, pretende abrir un espacio generalmente condenado a la oscuridad.
› Por Eugenia García
La oferta parece garantizar un buen número de interesados: cuerpos desnudos, miradas sugerentes, un puñado de historias de amor y deseo contadas en treinta minutos, o menos. Eso es lo que promete el III Festival de videos de temática sexual, que comenzará a rodar hoy a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543). La cámara puede construir relatos de parejas desencontradas, jugar con colores que configuren formas sensuales, seguir a personajes consumidos por historias tristes o a grupos que abren la puerta para mostrar sin pudores su intimidad, porque “la idea es que cada realizador interprete el tema de la sexualidad desde donde quiera”, según explica Fabio Zurita, director de la muestra. Por eso los cortos que se presentan en el ciclo –con entrada gratuita– abarcan documentales y ficciones, comedias y dramas, experimentales, de animación, o pueden contar historias gays, lésbicas o heterosexuales, y no necesariamente pertenecer a los subgéneros porno o erótico. La única condición es que todos y cada uno de ellos estén surcados por el sexo, suficiente para ser sometidos a las decisiones de un jurado conformado por Diego Capussotto, Humberto Tortonese, Pablo César y Gustavo Deveze.
Por primera vez auspiciado por el Incaa, el festival fue ganando terreno desde la primera muestra que se hizo en un bar de la zona oeste. Hasta allá había llegado Zurita, buscando un lugar donde proyectar su documental Los zapatitos de Romina. En esta edición está previsto exhibir la tercera parte de ese proyecto, que Zurita construyó siguiendo los pasos de una vecina que le contaba sus amoríos. “El objetivo principal de la muestra es difundir cortometrajes de temática sexual, poco exhibidos en los circuitos comerciales y otros festivales”, cuenta el director, y explica al que quiera oír que no es fácil encontrar un lugar donde proyectar películas que circunden estas temáticas. “Es que el prejuicio está instalado. Para muchos, el sexo es un tabú aún más complejo que la muerte, y más privado. Los videos no apuntan a la promiscuidad, sí a la libertad de pensamiento sexual, porque el sexo es cultura y es necesario debatirlo para crecer”.
Alejandra y Laura, de Federico Carabajal, y Contactos, de Diego Ventura, son dos de los cortos que se proyectarán en la muestra, ambos documentales. El primero retrata a una travesti de Pacheco, que tiene una vida de día y otra de noche. De día se hace llamar Alejandro y por las noches se transforma en Laura. Novedoso en su constitución, el film fue realizado en pocos días, cámara en mano. Contactos, mientras tanto, es protagonizado por El Conde, locutor de un programa radial de swingers. El realizador Diego Ventura y su equipo recorrieron bares y discotecas swingers y entrevistaron a muchos miembros de esa comunidad. Beatriz y Daniel, asiduos participantes de programas televisivos vespertinos, son dos de esos entrevistados.
Historia de amor en un baño público es otro de los cortos participantes. Dirigido por Pablo Oliverio, el film cuenta la historia de un chico que se enamora de un drogadicto. Su amor durará lo que dura la relación sexual que comparten a cambio de droga en el baño de un bar. El cortometraje, ganador de tres premios en festivales estadounidenses, tuvo una recepción algo mas fría en Buenos Aires. “Acá es todo un poco mas complicado. En el Instituto tienen una política que tiende hacia las temáticas folklóricas. No entienden que la construcción de la identidad abarca distintas facetas, entre ellas la sexual”, explica el realizador.
Entre lo más crudo del festival se encuentran los cortos “trash” de Mariano Peralta, Supermondo Trasho y Orinal de Cristal. El primero es una comedia protagonizada por Pussy Ascochinga, que sufre una especie de sobredosis con un programa televisivo y sale a matar, en un corto que abunda en desnudos, sexo explícito y escatología. Su nombre remite a la película Mondo Trasho, de John Waters, fundador del subgénero trash. Orinal de cristal también cuenta con esos elementos poco convencionales, pero enmarcados en un drama experimental, hablado en un idioma inventado. “Queremos que cada uno llene a partir de su inconsciente ese sinsentido aparente que mostramos en el corto. Usamos al sexo como una vía para hablar del dolor”, dice Peralta, y explica que lo más complicado fue encontrar actores dispuestos a tener sexo delante de la cámara. “Queremos encontrar una sensibilidad nueva dentro de lo cinematográfico, que no sujete lo erótico a lo burdo. Abrir una narrativa que utilice elementos nuevos, elementos reales como el sexo explícito, enmarcados en una ficción, cosas que nos permitan jugar con la intensidad y en estado crudo”, afirma el realizador.