ESPECTáCULOS
“Hoy ya nadie va a horrorizarse por un bajista que hace zambas”
El músico Willy González cuenta de qué manera fue incorporando el folklore a su propuesta artística, pasando del jazz a las zambas y las chacareras.
› Por Karina Micheletto
Hace tiempo que el bajista Willy González pasó de Jaco Pastorius a Atahualpa Yupanqui como paradigmas musicales y estéticos. Del jazz más o menos para el lado del rock o del funk a la música latinoamericana, en toda su riqueza. En ese tránsito, cuenta el músico, tuvo que aprender casi todo de cero. No es que la técnica o la destreza hayan estado por fuera de lo suyo hasta entonces. En los ‘90, González integró junto al tecladista Juan “Pollo” Raffo el recordado Monos con Navajas, una saludable experiencia de jazz contemporáneo desde una perspectiva local. Ya en su último período la agrupación empezaba a sonar “un poquito más latinoamericana”, aunque esos temas recién fueron editados en una reciente recopilación, Noventa/noventa y cinco, que incluye grabaciones en vivo con Scott Henderson. Y fue, precisamente, en ese mejor momento del grupo, cuando ya estaban tocando con grandes como Henderson, Joe Zawinul o Frank Gambale, que al bajista le terminó de caer una ficha que venía rondándole en la cabeza: si quería sonar tan bien como ellos, tenía que largarse a hacer su propia música. Entonces el jazz dio paso a las zambas, chacareras y huaynos con arreglos originales y potentes, y los nuevos grandes con los que González se codeó pasaron a ser Mercedes Sosa, Raúl Carnota, Liliana Herrero o Chango Spasiuk, por ejemplo.
En eso está González. Después de un excelente CD con formación de quinteto, Tupa (“encuentro” en quechua), acaba de editar Verse negro, junto al guitarrista Pepe Luna y el baterista y percusionista Mario Gusso. Con un delicado arte de tapa, autoría de la artista plástica Ivana Roitberg y de Alejandra Sánchez Nieto, el disco –que será presentado hoy a las 20.30 en el teatro Alvear– incluye clásicos como “Piedra y camino” y “Chayita del vidalero”, un rasguido doble de Rudi y Niní Flores, y temas de González, entre los que se destacan varios ritmos afroperuanos. Todos, por supuesto, pasados por el tamiz expresivo de su bajo de seis cuerdas. El título del disco, que también es el nombre de una bella chacarera de González, tiene un origen claro. “Hacer arte en Latinoamérica es verse negro todo el tiempo”, asegura González con cara de “no estoy diciendo nada nuevo”.
–¿Cuándo, por ejemplo?
–Cuando no puede difundir su obra, cuando tiene que pagar para poder tocar, cuando no encuentra los circuitos adecuados para llegar a su público. Me gustó la expresión verse negro porque en su origen, a principios del siglo pasado, la usaban cuando los negros estaban en problemas o tenían alguna dificultad. De ahí se extendió al uso común, y verse negro o vérselas negra es estar en apuros. Yo también me veo negro porque tengo en claro que en nuestra música tuvieron mucho que ver los esclavos que traían los colonizadores desde el Alto Perú.
–En este disco hay más ritmos afroperuanos. ¿Es una búsqueda deliberada?
–Puede ser, son los antecedentes de nuestra música. En todo caso, no hago más que seguir profundizando la búsqueda anterior. No me quedo tocando una zamba, voy a ver quién era el tío abuelo de la zamba, y ahí aparece la zamacueca.
–En la promoción del show hay una pregunta: “¿Cómo imaginás la música argentina hoy?”. ¿Cómo se la imagina usted?
–Me la imagino con raíz, pero con actualidad. Como un equilibrio entre lo heredado y lo nuevo que uno tiene para decir. La música que escuchaba en la infancia, más lo que aprendí viajando, me marcó mucho. Eso es lo heredado. Lo actual es la forma en que vivimos hoy. Una forma eléctrica, sin tiempo no se sabe bien para qué. Eso también forma parte de nuestra música. Inevitablemente sonamos como somos. Por eso necesito hacer un festejo al repalo y al track siguiente una zamba donde tocamos dos notas. Yo, por ejemplo, en un festival de folklore me aburro. Supongo que a muchos les debe pasar. No sé si un pibe de veinte años entiende de qué le hablan en esas plazas maratónicas que se arman. Otra cosa es lo que pasa por fuera de eso, cuando uno viaja por el país y conoce a la gente que se junta a hacer música.
–Y cuando cae usted con un bajo eléctrico de seis cuerdas, ¿no suena raro?
–No, cuanto mucho pensarán: “Uy, otra cosa rara más”. Es que está todo tan raro... Está Soledad grabando con Emilio Estefan, Los Nocheros aparecen en la página oficial de Salta... Ya no queda mucha gente con la idea de que folklore sólo pueden ser Los Chalchaleros. Porque ya está todo cambiado por el mal lado, que es el comercial. Así que yo puedo hacer lo mío sin problemas, ya nadie va a horrorizarse por un bajista que hace zambas.