Jue 20.11.2003

ESPECTáCULOS  › “ABRAZOS, TANGO EN BUENOS AIRES”, DE DANIEL RIVAS

Para fanáticos del género

› Por Horacio Bernades

Registro fragmentario de distintos shows, presentaciones, competencias de baile y backstages capturados durante la celebración, en marzo pasado, del V Festival Buenos Aires Tango, antes que un documental el largometraje Abrazos, tango en Buenos Aires debería considerarse un audiovisual. Mientras que el documentalista inevitablemente tiende a buscar un cierto punto de vista frente a los hechos filmados –y en función de ello les da una organización determinada apelando al montaje– el realizador de un audiovisual puede contentarse con el simple registro de imágenes y su transcripción. Aun así, el audiovisualista debería mínimamente preocuparse por cuestiones como la ilación, la secuenciación, ritmo y puesta en escena de los materiales filmados. Nada de ello puede apreciarse en este audiovisual, a pesar de que en los créditos figuren nada menos que tres guionistas y un montajista.
En verdad y según el propio realizador (el debutante Daniel Rivas, proveniente de la publicidad) ha reconocido en entrevistas, Abrazos surgió como el encargo de registrar el evento, hecho oportunamente por autoridades del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Por lo visto, el producto que ahora se estrena nunca pudo superar esa marca de origen, lo cual seguramente lo hubiera hecho más apto para una exhibición en televisión que en cine, medio en el que deberían ser exigibles otras ambiciones, tanto de tipo artístico como expresivo y narrativo. De modo desordenado y aparentemente con escasas inquietudes por lo cohesivo, Rivas pasa de un ensayo del Sexteto Mayor a entrevistar a una pareja de alemanes que viene a probarse en una competencia de tango bailado. Luego, una actuación de Rubén Juárez, el abrazo detrás de escena de Adriana Varela con José Libertella, la preocupación de Luis Borda por el peligro de que el tango se vuelva moda, un larguísimo primer plano sobre la boca de Liliana Herrero mientras canta, opiniones de miembros de la Nueva Guardia (los integrantes de El Arranque, sobre todo) sobre los viejos clichés tangueros o las apreciaciones de Adrián IaIaies sobre la posibilidad de revitalizar el tango desde el jazz.
Todo ello es muy apreciable, por cierto, y no hay duda de que los fanáticos del género disfrutarán de las presentaciones de algunos de los máximos representantes del género, así como de virtuosos aficionados al tango de salón o de escenario. Lo que falta aquí es aquello a lo que el espectador de cine tiene derecho a aspirar, a cambio del precio de su entrada: una película que, durante una hora y media, le cuente algo. O que, mínimamente, se preocupe por darles a sus imágenes una coherencia, un ritmo, una relación y un sentido.

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