Mar 25.11.2003

ESPECTáCULOS  › CULEBRON TIMBAL, ESTA NOCHE EN EL ND ATENEO

Esos que parecen una secta

Son un “colectivo de acción cultural”. Han sido okupas y trabajan con agrupaciones piqueteras. Grabaron un disco al que llamaron “2163”, el número de la ex casa tomada.

› Por Cristian Vitale

Explicar una actividad puntual de Culebrón Timbal, en este caso la presentación de un disco, no es tarea fácil. No se trata de un grupo convencional de música, sino de un colectivo de acción cultural que excede largamente la clasificación. Alguna vez, hasta fueron sospechados –por los vecinos de la casa que ocuparon hasta hace meses– de conformar una... ¡secta! “Es un tema que debatimos todo el tiempo, tenemos que hacer tantas cosas que a veces se nos escapa la tarea de componer que, en definitiva, es la razón por la que la mayoría de nosotros se integró al Culebrón”, introduce Gerardo, el baterista, revelando sinceridad. “Igual –contrasta Eduardo Balán, cantante–, en las canciones hay una fuerza que no tiene que ver con la prolijidad en la ejecución sino con el conflicto.” Pese a los contratiempos, la agrupación –que completan Santiago (guitarra), Marcelo (teclados), Gabriel (percusión), Luis, Lorena y Ernesto (saxos), Matías (bajo) y el profesor Bertold (percusión y diletancias)– se las arregló para grabar un disco y presentarlo hoy, martes, nada menos que en el ND Ateneo. “Para nosotros este recital es un momento culminante, tiene una carga afectiva fuerte porque trae consigo muchos años de laburo... cuenta el esfuerzo que hicimos para tener nuestro centro cultural abierto, a todo trapo”, explica Gerardo. El trabajo a exponer se llama 2163 –la dirección de la casa que ya no ocupan– y fue grabado en vivo durante el último recital que dieron justamente en el carpón del que fuera un conventillo cultural. “Con el tiempo, el grupo fue ganando un sonido más fibroso y duro. En 2163 hay boleros, cumbias, candombes y rock, todo ejecutado burlonamente, tratando de trasmitir la locura de nuestra movida, generada por una gama de sonidos que van de la melancolía a la violencia”, describe Balán.
–¿Pensaron alguna estrategia para que la gente que desconoce la totalidad del proyecto lo entienda en un show musical?
Santiago: –La idea es que estén bien perdidos, que no entiendan nada (risas).
Eduardo: –En serio, lo que pensamos para aquel que no nos conoce es que se vea envuelto en una ceremonia que no es solamente escuchar canciones sino apreciar el espíritu que se adueña del teatro.
En efecto, la banda tiene pensado descontrolar “pero bien” el Ateneo. Proyectan extender la fiesta al salón que media entre la sala y la calle y, arriesgando un poco, llegar hasta la angosta vereda de la calle Paraguay con sus delirios circenses, muñecos y sonidos cocoliche. La idea tiene nombre y todo, como si se tratara de los relatos y las historias afines al grupo desde su origen, allá por 1997. “Vamos a poner en práctica el ‘enorme plan’ –así se llama la idea– que consiste en hacer entrar al público en un vientre para ser parido por el mismo, y llevarse en el corazón el alma del Culebrón. Es un plan multiforme”, enmaraña Balán. Del plan también forman parte las 18 canciones del disco que, de alguna manera, recapitulan la memoria del grupo. Por ejemplo, la cumbia del cachorro –un personaje real de la obra teatral de creación propia, “El día de las grandes promesas”–. Y tres temas que, según Santiago, son los ejes del proyecto. “Uno es ‘Estrella Blanca’, un huayno que se fue transformando en algo raro y habla de una toma de tierras (La tierra es nuestra/estrella blanca, que de mañana te nos vas/dame luz en las manos apagadas/una cuña de carne y de metal). El otro es ‘Malayunta’, dedicado a una murga que lleva ese nombre y refleja el vínculo que tenemos con gente relacionada con nuestra actividad. Y la última es ‘El Carromato’ –el colectivo con que recorrieron Latinoamérica en 1999– que define la itinerancia. El ir por los caminos y ver qué pasa con la realidad.”
–¿Hay una intención de deformar los ritmosa?
Santiago: –Diría que se deforman solos. Creo que es por la influencia de cada uno. De repente si él manda una clave de huayno, candombe o rumba –señala al baterista– arrancamos tras ese patrón hasta que todo se va de madre.
–¿Cómo funciona la cuestión creativa entre tanta gente?
Matías: –No funciona (risas).
Gerardo: –En realidad cooperamos todos con arreglos y distintas miradas.
Pese a que el colectivo perdió la casa de Montecastro donde durante casi dos años organizaron obras de teatro, talleres de educación popular, recitales y un sinfín de labores, las actividades extramusicales continuaron puertas afuera durante todo el año. De enero a la fecha motorizaron los “Aguante la cultura” –experiencias sociales multidisciplinarias– en 25 barrios del conurbano bonaerense.
–Ustedes han trabajado mucho con agrupaciones piqueteras. ¿Qué opinan de la fragmentación que hay entre los diferentes movimientos sociales?
Eduardo: –Las fiestas culturales y los talleres que hacemos en los barrios están destinados a que la gente encuentre una visión común y se enfrente a los verdaderos enemigos, que son los grupos concentrados de la economía. De manera que no podemos bancar ninguna discusión “de matices” entre las agrupaciones. Y eso, a veces, provoca cortocircuitos con algunos grupos.

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