Mié 26.11.2003

ESPECTáCULOS

“Componer a pedido es un desafío y es un trabajo”

Alejandro Lerner hoy da su último concierto en el Gran Rex.Además de un baladista de éxitos continuos, es el compositor argentino que más ha conseguido proyectarse internacionalmente.

› Por Karina Micheletto

Hace tiempo que Alejandro Lerner dejó de ser aquel muchacho sensible de Palermo, que se sobreponía al asma y encaraba una carrera ya no sólo como músico y compositor, también como cantante, reivindicando el “todo a pulmón”. No es que, estrictamente, haya dejado de ser un muchacho sensible y siempre correcto políticamente, dispuesto a cantar contra el indulto o el drama de los inmigrantes ilegales, según las épocas. Ocurrió que los años pasaron desde aquel comienzo rockero y atribulado, cuando se embarcaba en la aventura hippie de Soluna con Gustavo Santaolalla. O cuando decidió que era tiempo de largarse solo y, por ejemplo, le dijo a Miguel Abuelo que él no podía formar parte de su nuevo proyecto, Los Abuelos de la Nada, pero que sí podía recomendarle a un amigo talentoso, Andrés Calamaro (y que además podía prestarle su teclado, porque el joven Andrés todavía no tenía uno propio). Mientras los años pasaban, Lerner supo poner a trabajar su innegable capacidad compositiva, ya no sólo para los himnos propios (“Todo a pulmón”, “Algo que decir”, “No hace falta que lo digas”, el reciente “Después de ti”, que suena por estos días en todas las radios, y en todos los canales, gracias al clip que lo muestra en suculento chupón con Catherine Fulop). También para los televisivos, que comenzaron a funcionar como efectivas síntesis melódicas de los valores que las tiras buscaban transmitir (la amistad duradera de “La banda del Golden Rocket”, el espíritu de lucha de la gente común de “RRDT” o de los dos “Campeones” –”Volver a empezar” incluido–, las costumbres argentinas de “Costumbres Argentinas”, y siguen las series).
Pero, además –y aquí radica la hazaña del joven a quien Raúl Porchetto rescató de un grupo formado por compañeros de colegio–, Lerner se fue convirtiendo, poco a poco, en el compositor argentino de mayor proyección internacional. Gente como Celine Dion, Carole King, Luis Miguel, Enrique Iglesias, Christian Castro, Gino Vanelli, Armando Manzanero, Cher, Paul Anka, Air Supply o La Ley requirieron de sus servicios en la producción, composición y adaptación de versiones al español. Y, en el último tiempo, una gira con Carlos Santana, que lo llevó por diez enormes escenarios de Estados Unidos, terminó de certificar que el muchacho de Palermo tiene campo de sobra para explorar. “Santana me invitó a vivir en el primer mundo de la música por un tiempo”, sonríe el cantautor, en diálogo con Página/12, mientras espera empezar los ensayos en una modesta sala de la calle Ravignani. Cada vez que alguien abre la puerta y se cuela la música a la que él todavía no se puede sumar, Lerner se entusiasma: “¡Qué bien que está sonando, cómo se divierten!”. En pocas horas llevará esas mismas canciones al escenario del teatro Gran Rex, en una serie de shows que culmina este miércoles, donde presentará formalmente su nuevo disco, Buen viaje.
–Usted pasó de rockero a baladista exitoso, como una suerte de Elton John argentino. ¿Eso genera prejuicios?
–Hace unos años, puede ser, pero esa etapa ya pasó. Y fue mi propia historia la que hizo que se terminaran esos prejuicios. Quien se ponga a ver en qué ando hoy va a notar que estoy tocando con Santana o con el guitarrista de Sting: algo bien debo estar haciendo. En todo caso, el prejuicio es un problema de los prejuiciosos. Yo no juzgo a las personas por la música que hacen. Más bien me preocupo por ver si son honestos, si ponen lo mejor en eso que hacen. Y, en ese sentido, hay rockeros malas personas y baladistas geniales. Y monstruos como Los Beatles que hacían baladas, rock, pop, psicodelia, y todo lo hacían bien.
–Hay otro prejuicio que señala que componer a pedido es menos inspirado.
–Al contrario: es un desafío mayor. Tenés que hacer el ejercicio de ponerte en otro lugar, en otra historia, y componer desde ahí. Te abre un mundo creativo interesantísimo. Es un poco infantil pensar que el compositor sólo crea cuando tiene ganas, que un día se enamora o se enoja y compone una canción. Es eso, pero también mucho más que eso. Es mivocación, mi trabajo, y el de mucha gente que está alrededor mío, y por la que me siento responsable.
–¿Cuál es ese plus que tiene que tener una canción para transformarse en hit o para que intérpretes de todo el mundo se interesen por ella?
–Es un fuerza emotiva, algo que no se puede explicar muy bien. No creo que haya una fórmula, y si la buscás no la encontrás. Los hits son los temas que logran captar la emoción de la gente. Pero, para que pase eso, para encontrarte en esa energía que te conecta con los demás, tienen que pasar cosas que no son del orden de lo buscado.
–Usted manejó muy hábilmente su carrera, incluyendo una proyección internacional. ¿Por qué, en cambio, siempre tuvo tantos problemas con las compañías y representantes?
–Puedo asegurar que todos los artistas, en todos los niveles, en todos los países, tienen problemas con los managers y las compañías. Algunos hemos podido sobrevivir, otros, lamentablemente, sucumben a las trabas contractuales. Con el tiempo yo aprendí a tomármelo como parte de la cuestión. Y, como soy un luchador nato, sé que tengo que seguir a pesar de los managers y las compañías. Por mí y por toda la gente que está alrededor mío y que vive de su trabajo con la música. También debo decir que hubo momentos en que esas fuerzas estuvieron a favor. Y muchos, muchos otros, en contra. Pero es así. La vida es una aventura en la que hay que librar batallas y celebraciones. Bienvenido sea.
A lo largo de la charla, Lerner seguirá hablando de “celebraciones”, “espiritualidades”, “energía”, “amistad”, “ecología”. De la búsqueda del equilibrio, de estar cerca de la naturaleza y de los afectos. De las ceremonias que cumple invariablemente. Cuenta que sigue yendo a la misma casa de veraneo familiar de Villa Gesell, a “hippear”, a tirarse al mar cuando hace frío. Sigue viviendo en Palermo, a pocas cuadras de la casa en que nació. La mitad del año. La otra mitad vive en Los Angeles, en un departamento que compró hace poco. Antes pasaba los seis meses californianos en el Magic Hotel, un pequeño reducto que rinde tributo a magos famosos, en el que tuvo reservada la misma habitación durante años. Lerner se encariñó tanto con el Magic Hotel que le dedicó un disco. “Fue el que menos vendió de mi carrera, y el que más puertas me abrió. Volví a sacarlo con un nuevo tema y el nombre de ese tema: ‘Volver a empezar’. Y fue un empujón muy fuerte en mi carrera”, cuenta el músico.
Donde no parecen haber pasado los años es en la cara siempre aniñada y en la cabellera siempre tupida de Lerner. Tiene 46 y, puesto a adivinar, cualquiera tiraría unos diez menos. Ver, si no, la foto que lo muestra con los pelos volados, casi como un Cristo, en la tapa del reciente Buen Viaje. En veintitrés años de carrera, Lerner sabe que vendió más de tres millones de discos, pero no lleva la cuenta de la cantidad de temas que compuso. Sí está seguro de que hay uno que rescata entre los cientos, “Todo a pulmón”, porque sigue siendo el que mejor lo define. Y que hay otros, como “Mediodías con amor”, aquel en el que se burlaba de los almuerzos glamorosos de Mirtha Legrand, que hoy ya no firmaría. “Ese tema lo compuse a los dieciséis años, con toda la bronca del momento”, explica el músico. “Viví mucho, y aprendí. Ya no tengo ese sentimiento en mi corazón. Por eso puedo ir a almorzar con ella y sentirme feliz.”

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