ESPECTáCULOS
› ADRIANA VARELA ESTRENA REPERTORIO EN EL ND ATENEO
“El tango está a salvo del mercado”
La cantante presenta este viernes un espectáculo en el que a los tangos y milongas que frecuenta les suma otros que últimamente la acercaron a Joaquín Sabina o a Gustavo Santaolalla.
› Por Karina Micheletto
“Vos andá por los graves, que en los graves está Dios”, cuenta Adriana Varela que le decía el Polaco Goyeneche, cuando ella le pedía consejos sobre el manejo de su registro de contralto. Eso hizo la cantante desde que decidió dejar atrás su vida de fonoaudióloga, casada con un tenista a quien acompañaba a Roland Garros, e inició un inesperado camino de tanguera. Por estos días, la Varela está más que ocupada en una serie de presentaciones de las que surgirá un disco en vivo y un DVD. Este viernes y sábado hará las últimas fechas en el teatro ND Ateneo, acompañada por Walter Castro en bandoneón, Horacio Avilano en guitarra y Marcelo Macri en piano y dirección.
Además de sus “grandes éxitos” (esos tangos y milongas en los que Varela deja su sello propio en la interpretación), el repertorio incluye el tema de Joaquín Sabina que la cantante grabó en su disco homenaje y una versión acústica de “Perfume”, corte de difusión de Bajo Fondo Tango Club, el proyecto tango tecno capitaneado por Gustavo Santaolalla que acaba de ganar el Grammy Latino. Los nuevos temas tendrán la característica de ser “más camperos”, según adelanta la cantante en diálogo con Página/12. “Mi tía abuela, que era mi madrina, me los cantaba mientras me peinaba para ir al colegio. Sonaban rarísimos para mí: ‘Criollita decí que sí’, esas cosas de Gardel. Yo decía, ‘¿qué canta?’. Después empezaron a ser parte del rito de la mañana, entre mate y peine. Me quedaron en un lugar muy emotivo. Era una cosa más amorosa que el tango tal como lo fui a buscar después, más orilla, más portuario, más heavy.”
Varela se define como rockera, por una cuestión generacional. Siempre cuenta que la ficha del tango le cayó después de ver la película Sur. “El tango no me vino dado, yo lo elegí. En casa mi viejo escuchaba jazz y blues, mi vieja Jacques Brel, Edith Piaf, boleros, música clásica. Y la gente de mi edad escuchaba rock. Al tango había que buscarlo. Yo lo busqué, y me encontré con cosas impresionantes.”
–¿Por ejemplo?
–El tango tiene algo maravilloso: se salva del mercado, siempre. No sé qué es lo que lo protege, pero es así. Algunos dicen que es una injusticia que no sea más masivo. Yo pienso lo contrario: qué suerte que sea popular y no tan masivo, porque se preserva. El que graba un disco de tango graba lo que quiere grabar. Y si no está la gente como Julio Iglesias, que canta todo igual, tangos también, pero no tiene que ver con lo genuino.
–Sin embargo, en el último tiempo hubo una explosión del tango, sobre todo a partir de la danza.
–Hay una explosión grossa. Pero creo que tiene que ver con que la juventud necesita parámetros y continentes, que no son precisamente los shoppings. En los jóvenes el tango pegó en un lugar muy esencial. Y ellos también tienen que buscarlo. No es que conocen por la televisión o por internet las milongas o los lugares para escuchar tango, fuera de lo for export. Eso es valiosísimo, porque es una movida que ellos mismos se proponen.
–¿Qué le parecen las nuevas composiciones de tango que están empezando a hacer autores jóvenes?
–Creo que en este momento los jóvenes están aprendiendo a hacer arreglos, más que composición. No es fácil componer tango. Ellos tienen mucha info de Piazzolla, ya se empaparon con su música, ya la gozaron. Ahora empiezan a ir hacia atrás y hacia adentro, hacia lo esencial, están tratando de ver cómo es el yeite del tango. Yo creo que, por el momento, superar a Piazzolla es imposible. Pasarán décadas para que algo revolucionario suceda en esta música. Si es que hay algo que romper. No lo sé.
–Suena desesperanzador...
–¿Por qué? Siento que son absolutamente ridículas y pueriles esas ansias por protagonizar el momento histórico que se vive. A veces no te toca salir en los libros de historia, qué vas a hacer, no te tocó. Me parece que lo que hay que hacer ahora es pasarse la posta, apropiarse de nuestra música, y hacerla. No hay que romper nada por el momento, o hay que romper otras cosas, no la música. Habrá que aflojar con el narcisismo de querer decir “yo hice tal cosa”. Me parece que hay que ser un poco más humilde y disfrutar de lo que uno encontró, que no es poco.
–Se suele decir que si el género no evoluciona, se muere.
–Ese es un temor narcisista. Yo creo que lo histórico lo hacemos todos los días. Ahora el tango está para disfrutarlo y no para sufrir agujeros existenciales. Está para interpretarlo, arreglarlo, gozarlo.
–¿Lo mismo con las nuevas letras de tango?
–A lo mejor es una pretensión querer escribir cosas nuevas, cuando ya todo está escrito. ¿Qué sucederá y por qué no hay letristas que descollen? No lo sé. Puedo suponer que debe ser mucho más fácil componer en un Buenos Aires como el del ‘20 o el ‘40, que tenía una bohemia que hoy no hay.
–¿Recuerda alguna noche especial entre todas las que compartió con Goyeneche en el café Homero?
–Uh, tantas... No estaba sólo el Polaco, también estaban Marconi, Salgán, De Lío, Tarantino, las Guitarras Argentinas... Era un lugar único, todas las noches eran reveladoras. El pensamiento de estos tipos me capturó, esa visión profunda del porteño. Y no por profunda aburrida, al contrario, eran rejodones. Me encantaba el humor aggiornado que tenían, lo pendejos que eran de la cabeza. Además era gente deseante, deseante de la vida, de la música, del momento, de la reunión. Yo venía de otro palo, de la facultad, del rock en lugares grandes... Me voló la cabeza. Iba sola, pensaban que estaba loca. Pero yo estaba chocha de la vida con esos señores grandes que me cuidaban y me enseñaban. Tenía un montón de padres, abuelos, tíos, y todos eran genios. Fui una privilegiada.