ESPECTáCULOS
› INTIMIDAD DE LAS FANS Y SUS IDOLOS EN “PASION DE SABADO”
Besos a la hora de la siesta
El programa de cumbia, expulsado a un galpón del conurbano, recibe cientos de fans que buscan un piquito al chico de sus sueños.
› Por Julián Gorodischer
¿Colarse en la combi y estamparle un beso de lengua? “Una locura”, le dijeron las fans de La Base. Pero ella, Vanesa, se lanzó con furia a la salida de “Pasión de sábado” (sábados a las 15, por América), se coló frente a las narices del guardia y le dijo a su chico, Néstor, el solista: “Te quiero”, exagerada como sabía que a él, el rubio decolorado, le gustaría. Y le gustó porque el tipo la designó como su fan preferida, al menos por ese rato. Vanesa recuerda: “Empezó como un piquito, pero después...”. El resto no se dice, se adivina en la sonrisa de malicia que dedica a las que se quedaron afuera. En la tribuna, ellas (que esperan desde las siete de la mañana) definen el modelo de la perfección: el ídolo debe ser... rubio natural o de peluquería: aquí no importa el artificio o lo fingido. Néstor se tiñe y usa lentes de contacto azules y ellas lo adoran como es. Les gusta que haga playback, que dé besos falsos, que se le note el bíceps de gimnasio; nada es natural, todo parece impostado, pautado, prediseñado. Basta que cumpla con el requisito: venir de bien abajo y aceptar las reglas del intercambio entre ídolos y fans. “A nadie –dice Vane–, pero a nadie, eh, se le niega un beso.”
Siempre hay maneras de excitar a una tribuna. Leo Rosenwaser (reemplaza a la Tota Santillán, de vacaciones) les dice: “¿Y si les tiro la gorra? ¿O no lo hago?”. El amague da resultado y el volumen sube. Hace un tiempo todo era más fácil, cuando “Pasión...” salía por Canal 9 y se grababa en Palermo, cerquita de todo, a un paso del centro. Entonces, la ronda era del estudio a Metrópolis, o a una gira pautada con alquiler de combi junto al grupo de los sueños. Pero ahora, la tele expulsa a sus “negros” al conurbano, a un estudio-galpón en Avellaneda. Extraño privilegio el de los cumbieros de la tele: ser el único programa de América que se graba en la provincia, pasando el puente, allá lejos.
“A mi pibe –dice Norma, de tres hijos– lo agarraron acá cerca los gendarmes. ‘No me gusta tu cara, vas a terminar en el Riachuelo’, le dijeron por estar vestido a la onda villera: pañuelo, gorrita, remera rota, pantalón ancho... Yo le pido: decí ‘señor’, caé simpático.” Que nunca mire a los ojos al policía, que sea mansito y baje la cabeza si lo detienen. Que muchos otros, en la villa, terminaron mal por apenas reírse. Que vaya en grupo a ver a Los Pibes Chorros. No conforme, temerosa, ahora lo acompaña cada sábado hasta que el show termina. “Hay mucho abuso.” Las más chicas ni quieren escuchar esa palabra: acá se viene por el levante. Esta es la escena de “la previa”, una esperanza que no se tiene en el frenesí del boliche: conseguir la transa con el famoso. A diferencia del ídolo pop, el cumbiero mira fijo a los ojos, sonríe a su fan, le dedica un piropo y, si no hay nadie cerca, encaja el beso. Siempre se les regala un segundón. “Le di un beso a Gastón, de Eh Guacho –dice Ingrid, de Lavallol–, fue un piquito nada más, y porque yo no quise. De cerca no es tan lindo, parece un viejo. Ahora me gusta Ariel de Altos Cumbieros”.
Para quererlo, como las “Loquitas por Seba” quieren a Sebastián Mendoza, tiene que haber empezado bien “de abajo”, en “Malagata”, y haber pasado a ser solista. La fan parece una promotora de la discográfica: “Gracias a Magenta –dice Gladys–, todo lo consiguió gracias al trabajo y al apoyo de su compañía”. El resto es dejarse tomar por las imágenes cargadas de deseo: la botella gigante de la cerveza La Diosa Tropical, presidiendo la escena, o las toallitas femeninas que promociona Marcela, la conductora, y llevan a pensar “en eso”. Para que se despliegue la pasión entre las chicas y los músicos, falta poco, pero éste es tiempo de tanteo.
Las chicas se cuelan detrás del decorado para ver cómo se cambian los chicos de la banda de David Leiva: se están probando la remera entallada naranja. Les gritan “Eh, Guacho”, citando al grupo rival, promoviendo la rivalidad que anticipa un toqueteo: “Así que sos malita, vos...”, escucha Vanesa, extasiada. El ídolo se prepara para “poner la cara”, para amoldarse al play back, y con sólo eso acceder al galardón. “Me la gané por salir en la tele –dice Matías, de la banda de Leiva– a esa salteña yo la amo, me voy para Salta...”, excitado por el cerro y las curvas de la morocha que lo vuelve loco. “Pero eso sí –dice un compañero–, no podemos ni asomarnos por el barrio, por San Miguel, nos vuelven locos con la firmita....” La aparición no les exige ni afinado ni conocimiento musical. La clave del ascenso estelar exige otra destreza: “Movés bien el culito cuando te lo piden”, dice Matías. “Y después la que decide es ella.”