ESPECTáCULOS
Los muchachos de antes no quieren baile electrónico
El festejo del Día del Tango en Avenida Corrientes produjo un par de choques: más de un milonguero clásico se retiró indignado por tanto DJ.
› Por Karina Micheletto
Lo del jueves en la calle Corrientes, cuando corrían los últimos minutos del Día Nacional del Tango, prometía ser una rave milonguera conducida por el proyecto Bajo Fondo Tango Club. Pero la noche tuvo más de rave que de milonga, y la consigna “vení a bailar el tango del siglo XXI”, se diluyó en un set de DJ logrado, pero electrónico. A los desprevenidos que habían ido a desplegar pasos del 2x4 los unió el espanto. Bajo Fondo había mostrado su explosiva combinación de la electrónica con tango en el Opera, y hubo más tango en ese show: en la calle, cuando Luciano Supervielle, Juan Campodónico, Alex Pels y Gustavo Santaolalla mostraron sus performances, los milongueros pegaron la vuelta con los zapatos bajo el brazo, no sin antes sentar su indignación, más o menos encendida o fundamentalista.
“¿Y éstos a quién quieren engrupir?”, gritaba Angelito de San Telmo, un profesor de tango que había ido con sus alumnos y un par de compañeros engominados. “A los europeos los pueden engañar. ¿¡Pero a nosotros!?... ¡Por favor!” Angelito formaba parte de una comisión conciliadora del grupo de los indignados y, junto con Teresita y Jorge Curbela, insistían en subir al escenario a explicarles a los DJ que lo que hacían no tenía goyete. Otros blandían discursos intransigentes, sostenidos por una idea de argentinidad que iba ganando ribetes fascistas a medida que avanzaba el debate. Sobre las dos de la mañana, cuando pasaron un par de tangos de cierre, la comitiva milonguera ya había emprendido la retirada. Pero no todos se plantaron en la intransigencia. El cuerpo de baile de Bajo Fondo arengaba a las señoras a seguirlos en su extraño contoneo. Señores mayores se entregaban a saltitos de carnaval carioca, y chicos de raros peinados nuevos ensayaban pasos. Si algún profesor visionario de las escuelas de baile que se extienden por el mundo huele el filón electrónico, tendrá que tomar nota.
Para Santaolalla, el asunto no revistió problemas. “No hacemos ni pretendemos hacer tango”, aclaró el músico a Página/12. “Simplemente reflejamos quiénes somos y de dónde venimos. Para nosotros hoy el Río de la Plata suena así.” Para Santaolalla y compañía, la noche terminó horas después en la milonga más under de Buenos Aires, La Catedral.
Es cierto que los milongueros no encontraron lo que habían ido a buscar, tras una confusión que sin querer promovió el Festival de marzo, cuando se bailó tango “de verdad”, como se quejaban los que habían ido. Pero también hay otras lecturas para hacer: lo que puso en escena este festejo, con algo de grotesco criollo, fue lo difícil que se le hace a cierto sector encontrar puntos de contacto con otros mundos, como ocurre en toda la música, enriquecida con todo tipo de información. Claro que un cruce entre scratchs y milongueros puede ser un choque de planetas, pero los chicos y chicas con aritos en las caras y vestidos de feria de Palermo parecían más dispuestos a respetar y tolerar a los milongueros, y a aprender de ellos. Hay otra lectura, y es una buena noticia: en esta Argentina, además del fútbol, aún hay algo que genera pasiones desenfrenadas.