Mié 17.12.2003

ESPECTáCULOS

Murió Hugo Moser, el libretista que modeló la picaresca televisiva

Tenía 77 años. Creó Matrimonios y algo más, entre otros éxitos, y concibió en los ‘60 el costumbrismo criollo con La Familia Falcón.

Por K.M.

Hasta que su salud se lo permitió, Hugo Moser cumplía la rutina diaria de sentarse a escribir frente a su máquina de escribir –nunca computadora– con los diarios del día a su alrededor. De su capacidad como guionista y como director, y de su aceitado conocimiento del medio salieron criaturas como el groncho de Hugo Arana y la dama de Cristina del Valle, la “vieja lo lo” de Diana Maggi, los integrantes de la Familia Falcón o los personajes de cine de Alberto Olmedo y Jorge Porcel, que iban cambiando pero siempre terminaban en telos o bulines ad hoc, con algún que otro pezón permitido por la censura de los ‘70. El libretista murió ayer a los 77 años, a causa de una neumonía que obligó a su internación el 31 de octubre último en el Hospital Alemán, tras haber padecido cáncer durante largo tiempo.
Moser fue el autor de varios hitos de la picaresca criolla local, más o menos subidos de tono, con mayor o menor dosis de humor berreta, casi siempre exitosos. Uno de sus mayores sucesos en la televisión, y quizás uno de los que más duró en la pantalla argentina, fue Matrimonios... y algo más, un clásico del género que nació a fines de los ‘60, y que Moser siguió escribiendo, en períodos interrumpidos, hasta el 2001. Siempre dentro del género comedia, también fue el responsable de La Familia Falcón (uno de los programas símbolo de la década del 60, antecesor de las comedias costumbristas de Suar, que también tuvo su versión cinematográfica), Los hijos de López y Mis hijos y yo, todos repuestos en varias etapas y por distintos canales. En Canal 9 también pergeñó la telenovela El precio del poder y el fugaz Los hermanos Pérez Conde. En cine fue el responsable de varias de las películas protagonizadas por la siempre efectiva dupla de Alberto Olmedo y Jorge Porcel, como Encuentros muy cercanos con señoras de cualquier tipo, Fotógrafo de señoras, Mi mujer no es mi señora, El gordo catástrofe y Basta de mujeres, entre otros títulos de tono picaresco y guión liviano que poblaban la pantalla grande de los ‘70 en la Argentina.
Su primer trabajo fue en la Dirección General Impositiva, a los 20 años, cuando todavía cursaba la carrera de Ciencias Económicas. Pero su nombre adquirió relevancia cuando ingresó en el mundo del espectáculo como guionista. Más tarde se consolidó también como director, productor y, en el último tiempo, protagonista de escandaletes diversos en programas chimenteros (su segunda esposa, Stella Maris Lanzani, recién separada, salió a denunciar el maltrato de su ex marido ante las cámaras, y Moser, irritado por el tema, demostró que era capaz de maltratar a una movilera que lo esperaba a la salida de un canal). El prefería definirse como “un comunicador”. “Nunca pensé que iba a entrar a este mundo, hasta que una serie de personas se ocuparon de mí. Empecé escribiendo, después siguió la rueda, me permití hacer de todo y me volqué totalmente a esto”, repasó en una entrevista periodística.
En 1987 llegó a ser director artístico del entonces Canal 2 y, tras su público apoyo a Domingo Cavallo, su nombre sonó como posible director de Canal 7 en cada una de las incursiones ministeriales del cordobés. En tiempos menos felices para la Alianza y para Cavallo, esa misma amistad con el ex superministro lo hizo pasar un trago amargo a la salida del casamiento de la hija de Cavallo, cuando un grupo de gente esperó a los invitados a la salida de la paqueta iglesia de Recoleta para repudiarlos. Pero, aun cuando no lo favorecieran en algunas coyunturas, Moser nunca dejó de hacer públicas sus afinidades políticas, como su amistad y admiración hacia Carlos Menem. Moser se exilió dos veces, en 1955 y en 1983.
Si desde los ‘60 Moser fue uno de los representantes de una forma de hacer televisión, en el último tiempo se enojaba con las nuevas reglas sujetas a la inmediatez del rating, las cámaras sorpresa y los reality shows. “Se extraña a gente como Alejandro Romay o Goar Mestre. Los argentinos tenemos un mal que es el de creernos los mejores del mundo: undía nos vendieron ese verso y lo compramos. Desgraciadamente, muchos de los nuevos talentos se engrupen enseguida. No se dan cuenta de que para los canales modernos son un número más”, opinaba. También renegaba con las malas palabras en televisión: “Yo fui transgresor, pero respetaba a la sociedad. Malo o bueno, yo no sacrifico el texto. Yo quiero que me lo digan como es. Todos saben que yo no dejo agregar nada. Y no quiero que un cómico diga una grosería”, sostenía, como una cuestión de principios.

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