Jue 18.12.2003

ESPECTáCULOS

Un asesino con mala conciencia

Sé quién eres, con Miguel Angel Solá como protagonista, se queda a mitad de camino entre el melodrama y el thriller.

› Por Horacio Bernades

Con considerable retraso se estrena en el país esta coproducción hispanoargentina que presenta al emigrado Miguel Angel Solá en su primer protagónico en el cine español. Lo que comienza como melodrama romántico-psicoanalítico deriva, hacia la mitad del metraje, en thriller político, para quedar finalmente a medio camino en todos los terrenos. Atrapada entre fórmulas narrativas trilladas y con un tímido abordaje por parte de su realizadora, Sé quién eres no logra ir más allá de una rutina expositiva que la pone en el borde permanente de la abulia.
Dirigida por Patricia Ferreira y con participación de nombres argentinos en el equipo técnico, Sé quién eres presenta a Solá reencarnando casi al asesino político que compusiera en Asesinato en el Senado de la Nación, pero esta vez con mala conciencia. Internado en un alejado hospicio de la región de Galicia, Mario (Solá) sufre de una forma de amnesia a la que Paloma, joven doctora recién llegada al lugar (la muy afectada Ana Fernández, cuya actuación como mujer golpeada en la anterior Solas había resultado tan sobrevalorada como la película en su conjunto) diagnostica como síndrome de Korsakof. La memoria de Mario parecería haberse detenido en el año 1977, cuando él y la transición española eran igualmente jóvenes y alguna clase de trauma tuvo lugar. Bonita y separada, no es difícil advertir que el interés de la doctora por su paciente va más allá de lo estrictamente terapéutico. Y viceversa. Líneas narrativas paralelas presentan a un parapolicial de extrema derecha, torvos agentes de seguridad y jerarcas militares empeñados en ocultar algo. Entre ellos, el general que encarna Héctor Alterio, quien a pesar de su larga radicación en España parecería no poder dejar de hablar “en porteño”.
Aunque en un primer momento esas subtramas parecerían no guardar relación con la relación entre médica y paciente, no tardarán en converger. Todo se vincula con cierto sangriento intento de golpe de Estado, ocurrido durante la transición posfranquista. Con Solá adecuadamente mimetizado con el acento español (y sintiéndose como pez en al agua con su torturado personaje), la película pasa de desvaída copia de Cuéntame tu vida –love story incluida– a thriller de previsibles sorpresas argumentales, en el que algunos personajes secundarios (la amiga de la doctora, interpretada por Ingrid Rubio) están puestos nada más que para disparar determinados gatillos emocionales. En este contexto, la idea de que nunca puede conocerse del todo al prójimo –encarnada en el oscuro personaje de Mario– no llega a adquirir el peso crucial que el guión le asigna. No es raro, tratándose de una película en la que ni las bombas alcanzan para sacudir la modorra.

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