ESPECTáCULOS
La mitología como manera de lanzarse a la aventura
La odisea de Orfeo, puesta de Fernando Alegre por el grupo de teatro independiente Odiseos, utiliza personajes griegos y romanos para darle forma a una buena propuesta infantil.
› Por Silvina Friera
La mitología griega y romana proporciona un semillero inagotable de historias que continúan cautivando a los niños. Cada cultura elige qué mito contar y cómo interpretarlo, de acuerdo con la carga simbólica que se le asigna y a los medios que se utilizan para hacerlo digerible. Orfeo, al que se le atribuye la invención de la lira, poseía la capacidad de entonar cantos tan dulces que las fieras lo seguían, los árboles se inclinaban ante él y suavizaba el carácter de los hombres más ariscos. En La odisea de Orfeo, comedia musical que cuenta con libro y dirección general de Fernando Alegre, el relato se recrea a partir de ciertas modificaciones que transforman el calvario del descenso a los infiernos y la pérdida irremediable de la joven ninfa Eurídice en una aventura fantástica en donde triunfa la vida. El héroe enamorado, sin medir las futuras consecuencias de sus palabras, se atreve a comparar la hermosura de su esposa con la de Venus. La furia de la diosa de la belleza se cobrará una víctima: Eurídice es condenada a dormir eternamente en el reino de los muertos. Pese al desconsuelo y la desesperación, Orfeo decide descender al infierno para rescatar a su esposa de las garras del temible Plutón, una divinidad que nunca se ríe.
La esencia del teatro griego irrumpe en escena mediante la personificación de la Tragedia y la Comedia (interpretada con notable desparpajo por Silvina Genta), dos personajes bisagra que, aunque sólo parecen cumplir el rol de introducir la historia e informar quién es Orfeo, no pueden evitar involucrarse con los hechos que anuncian hasta convertirse en acompañantes del héroe en su azaroso viaje iniciático. El juego que plantean se sustenta en la hipérbole del llanto y la carcajada, que ambas mujeres derraman con fruición. Mientras que la Tragedia no para de lamentarse del infortunio de Orfeo, la Comedia se ríe con cinismo de las pequeñas miserias y pleitos que se desatan en el Olimpo. El colérico dios Zeus aparece bajo la forma de un títere negro gigante, al que Orfeo le pide ayuda para salir victorioso de las pruebas a las que deberá someterse. ¿Cómo traspasar las tres puertas que separan a la tierra de las comarcas tenebrosas gobernadas por el temible Plutón y no claudicar en el intento?
El músico y el poeta, impulsado por la ley del amor, sabe que cuenta con la fuerza de su hechizante música para torcer la voluntad de los dioses y los monstruos que estas arrogantes divinidades le arrojen en su camino. Al primero que vence es a Caronte, el barquero encargado de cruzar las sombras de los muertos a la otra orilla del Aqueronte en una barca estrecha y miserable. Orfeo (interpretado con ductilidad por Emiliano Delucchi) se enfrenta con el segundo obstáculo, Cerbero, el perro de tres cabezas, uno de los cuadros más desopilantes de la puesta, y deja al feroz animal manso y calmo como un cachorro cuando duerme. La música original de Pablo Jaite aporta dinamismo e intriga a las encrucijadas que padece Orfeo, pero no alcanza la intensidad necesaria para comprender por qué con su lira y su canto subyuga a los monstruos del Tártaro y a los dioses infernales. Una vez que se encuentra con Plutón, el héroe tendrá que revalidar su condición adquirida y aceptar el desafío: cómo hacer reír al soberano de la muerte.
La despiadada Venus (rol que le permitió a Nora Martínez una nominación como mejor actriz en el VI Certamen Nacional de Teatro Infantil de Necochea), la misma que en connivencia con Plutón arrancó a Eurídice del mundo de los vivos, será la encargada involuntaria de desatar la risa del dios, cuando se tropieza y cae aparatosamente frente a los pies de la divinidad infernal. Y la platea festeja la caída de la malvada y el rescate de la hermosa Eurídice. En La odisea de Orfeo, el héroe se eleva por encima de los escollos y las mezquindades de esa chusma olímpica que complica la vida del enamorado y de su joven ninfa. La puesta termina donde el mito comienza: en el tortuoso viaje desde el infierno hacia el reino de la luz, cuando Orfeo, atormentado por las dudas y la desconfianza, desobedece el mandato de Perséfone y vuelve su cabeza para comprobar si su esposa lo sigue en el camino. Entonces, Eurídice se desvanece para siempre en las profundidades del Tártaro.