ESPECTáCULOS
Reflejos oscuros en la pantalla iberoamericana
Al margen de Crepúsculo rojo, de Edgardo Cozarinsky, y de la cubana Suite Habana, exhibidas fuera de concurso, un film argentino y otro brasileño no pudieron remontar ayer el bajo nivel de la competencia.
› Por Horacio Bernades
Desde Mar del Plata
Uno de los principales objetivos a los que aspira el Festival de Mar del Plata es el de servir de punto de encuentro para el cine iberoamericano, algo que puede confirmarse con solo revisar la programación. En la sección oficial, al tiempo que fuera de concurso se presentan Crepúsculo rojo (coproducción francoespañola dirigida por el argentino Edgardo Cozarinsky) y la cubana Suite Habana, en competencia aparecen por estos días un film brasileño (O outro lado da rúa), uno español (El lápiz del carpintero) y Buena vida delivery, segunda y última de las argentinas que aspiran a los premios Astor. Respecto de estas últimas, a no hacerse demasiadas ilusiones, ya que oscilan entre la corrección y la franca decepción.
El gallego Antón Reixa, realizador del film regional El lápiz del carpintero, exhibe la más amplia y variada foja de antecedentes, desde una licenciatura en filología gallega hasta videoclips, al servicio de Joaquín Sabina y Siniestro Tota, pasando por la poesía, la multimedia, la programación televisiva y el videoarte. Se hace difícil vincular tan abigarrada y diversa genealogía con un film como El lápiz del carpintero, que revisita el período histórico más trajinado por el cine español –el que va del fin de la república a la consolidación franquista, con la guerra civil como punto nodal– desde un formato al que el epíteto de “académico” tiende a quedarle grande. Basada en una novela y con Tristán Ulloa (el de Lucía y el sexo y Volverás) en el papel de un médico progresista y Luis Tosar (el marido castigador de Te doy mis ojos) como su némesis retrógrado, la única diferencia entre El lápiz del carpintero y la más convencional miniserie histórico-melodramática parecería ser la duración. Lo que no deja de ser una buena noticia.
Opera prima del coguionista de Estación central, Marcos Bernstein, O outro lado da rúa cuenta con la protagonista de aquélla, Fernanda Montenegro, y retoma el tema de la segunda oportunidad, representada aquí no por un niño sino por un viudo (Raúl Cortez, el patriarca de A la izquierda del padre). Suerte de versión carioca de Sol de otoño, O outro lado da rúa es una historia de amor de la tercera edad, apoyada sobre dos actores que –como Norma Aleandro y Federico Luppi en la de Mignogna– son de esos que imponen presencia, en ocasiones hasta el exceso. Por más que transcurra en plena zona turística de Río, la película no incurre en pintoresquismos, así como tampoco va más allá de una previsible sencillez. Si detrás de O outro lado da rúa están el canal Arte francés y la Columbia Pictures, la argentina Buena vida delivery cuenta con apoyo de dos de las más prestigiosas fundaciones internacionales, la francesa Fonds Sud de Francia y la holandesa Hubert Bals.
Con el debutante Ignacio Toselli y la magnífica Marina Anghileri (una de las chicas de Sábado) en los protagónicos, la opera prima del treintañero Leonardo Di Cesare empieza como una suerte de comedia romántica alleniana, en versión pobre y conurbana. Delivery boy, el poco apuesto, gracioso e inseguro Hernán conoce a Pato, bonita empleada de estación de servicio, y pronto estarán viviendo juntos, lo cual representa una solución para los problemas de vivienda de ella y para el tímido enamoramiento de él. De allí en más, todo se atropella: al día siguiente se están besando, veinticuatro horas más tarde hacen el amor y pocos días después los padres de Pato se instalan, sin pedir permiso, en casa de él y con la hija de ella. De ahí en más, el ligero absurdo cotidiano derrapa, de modo imparable, en el más negro miserabilismo, del que nadie parece quedar a salvo. En la visión de la película, el mundo –el mundo de la clase media venida a menos– parecería dividirse entre los tontos (“Yo debo ser boludo”, piensa el protagonista), los aprovechados (los siniestros padre y madre de Pato) y los irresponsables (Pato, que se la pasa canjeando amor por vivienda). Ni qué hablar de los pobres, como ciertos villeros que aparecen al final y que parecerían corporizar las peores paranoias reaccionarias. A esa altura, lo que empezó como amable comedia social terminó en algo que –seguramente sin quererlo así su realizador y guionista– huele realmente mal. Peor que el vaho a pescado que viene del puerto marplatense, cada vez que el viento sopla fuerte de ese lado.
El lápiz del carpintero se verá hoy a las 14 en el Auditorium, y mañana a las 15.30 en el cine Colón. O outro lado da rúa, hoy a las 23 en el Colón y mañana a las 20.45 en la sala 4 del complejo Del Paseo. Buena vida delivery se verá por última vez hoy a las 16, en el Auditorium.