Sáb 20.03.2004

ESPECTáCULOS  › EL POLICIAL FRANCES “TRISTAN” CERRO LA COMPETENCIA

Un “polar” para romper bien el frío

En el tramo final de la muestra, la película protagonizada por Mathilde Seigner logró compensar la atonía de un film canadiense.

› Por Horacio Bernades

Desde Mar del Plata

Con dos películas inhabituales para lo que suele ser la programación “normal” de festivales internacionales, se cerró la competencia oficial de la 19ª edición del evento marplatense. Claro que la condición anómala de ambas se funda en muy distintas razones. Mientras el film canadiense La mariposa azul luce tan convencional y formateado como cualquier producción media de Hollywood, una película como la francesa Tristan tiende a quedar fuera de los festivales por su carácter de film de género. En este caso, ese género que los galos gustan llamar polar, en el que la intriga policial suele dar lugar a resonancias existenciales. Si se lo piensa, podría verse en el combo de La mariposa azul y Tristan una cifra de lo que, a lo largo del festival, pudo apreciarse en la sección competitiva: una película indefendible, al lado de una más que atendible.
Protagonizada por William Hurt y la bella Pascale Bussieres, difícilmente La mariposa azul sirva para dignificar los antecedentes de la conocida (y reconocida) cineasta canadiense Léa Pool, de quien hace unos años se había visto, aquí mismo en Mar del Plata, la anterior Lost and Delirious. Precedida por el temible cartelito que anuncia “Basada en una historia real”, La mariposa azul es –como suele ocurrir en estos casos– una fábula acaramelada y aleccionadora, de esas a las que se llama lecciones de vida. La lección pasa en esta ocasión por el viaje de un niño y un entomólogo al corazón de la selva tropical, en busca del ejemplar del título, investido aquí de un carácter casi místico. Agréguesele el dato de que el niño es un paciente terminal a quien los médicos acaban de desahuciar; súmesele que, gracias a él, el hosco entomólogo aprenderá a amar a los chicos, y se tendrá un panorama de lo que La mariposa azul representa.
Lo de Tristan es, por suerte, muy distinto. Dirigida por el francés Philipe Harel (otro conocido de Mar del Plata, que años atrás había presentado aquí La femme défendue) y protagonizada por una notable Mathilde Segnier, Tristan honra las mejores tradiciones del polar. Aquí reaparece el típico investigador duro, solitario y cascarrabias, pero con una pequeña variante: lleva pollera. Obsesionada con una serie de extraños suicidios de mujeres, la comisario Emanuelle (Seigner, que da todos los matices del personaje) perseguirá al principal sospechoso, quien podría ser la más extraña clase de asesino serial. Todo indica que el hombre mata de amor, literalmente, al despertar en sus víctimas una pasión que, al frustrarse, desemboca en el suicidio. Como en todo policial en serio, lo que complica la investigación es que el perseguido viene a encarnar los deseos más íntimos de la perseguidora, cuya vida amorosa está seca desde hace rato.
A su vez, el triángulo se completa con otro personaje anómalo: un policía romántico que, perdidamente enamorado de la comisario, se la pasa sufriendo en soledad, mientras oye chansons d’amour. Filmada con total clasicismo y una perfecta dosificación de severidad y buen humor, el embalaje policial no le impide a Tristan practicar una suerte de anatomía (¿o será una autopsia?) de la pasión romántica.
También en la sección oficial, pero como invitada especial y fuera de concurso, ha llegado a Mar del Plata Crepúsculo rojo, coproducción francoespañola que el argentino Edgardo Cozarinsky filmó en Buenos Aires, París y Budapest, y que tuvo su debut internacional hace pocos meses en el Festival de San Sebastián. Originada en varios relatos de su libro La novia de Odessa y con Marisa Paredes y el armenio-francés Fiodor Atkine haciendo parte del elenco, Crepúsculo rojo muestra a un Cozarinsky ganado por una doble nostalgia: la del exilio y la del pasado. Un complejo entramado de relatos vincula, en el París de hoy, a tres personajes para quienes los fantasmas pretéritos, el peso fatal de la memoria y el recuerdo de los muertos parecerían serlo todo. En ese entramado, y de unmodo que hasta ahora no se había hecho presente en la obra del cineasta, el tango y la experiencia armada de los años ‘70 en la Argentina ocupan un lugar central, tanto desde la banda sonora como en espíritu. Tal vez sin terminar de resolver con entera fluidez el conflicto entre lo emocional y lo distanciado, lo frío y lo caliente, lo raigal y lo elegante, Crepúsculo rojo es un film de construcción lo suficientemente sofisticada como para mantener el interés de punta a punta. Y eso no es algo que pueda decirse de todas las películas que pasaron por Mar del Plata.
La mariposa azul, de Léa Pool, se exhibe nuevamente hoy a las 13.30, en el cine Colón. Tristan, de Philipe Harel, a las 18 en la misma sala. Crepúsculo rojo se verá en la sala 1 del complejo Del Paseo, hoy a las 20.

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