Mar 23.03.2004

ESPECTáCULOS  › ENTREVISTA AL ACTOR JUAN CARLOS PUPPO

“Hay que revertir lo que aparece como negativo”

Artista versátil, capaz de adaptarse a diversos géneros, protagoniza El caballero de la armadura oxidada. El actor explica por qué la obra, una especie de terapia sobre la vida diaria, tiene correlación con su búsqueda personal.

› Por Hilda Cabrera

“Rescatar lo creativo en la adversidad” es una actitud de vida en el actor Juan Carlos Puppo, quien se inició en ese métier a los 17 años, y desde entonces no abandonó la escena. Cuando se quedó sin trabajo –después de haber participado en una popular tira de televisión– decidió armar uno de los espectáculos con el que más viajó: Cuento puro o puro cuento. Compiló textos de autores argentinos, presentándolos en instituciones culturales y atrayendo incluso a gente poco amiga de la lectura. Distinguido recientemente en Pergamino con la inauguración de una sala con su nombre (es una de las ciudades de provincia en las que dicta seminarios y colabora en la formación de elencos), Puppo no se encierra en un único medio: “Aunque el teatro es lo mío –dice–, el cine y la televisión me fascinan. Haber participado en Resistiré, por ejemplo, en el papel de un senador corrupto, me trajo popularidad, ayudándome a la difusión de mis unipersonales”.
Este no es un momento adverso para el actor. Todo lo contrario: graba en TV una nueva tira, protagoniza una comedia musical en el teatro Regina, El caballero de la armadura oxidada, y ensaya Aplausos en el teatro El Nacional. Puppo conoce todos los climas escénicos: trabajó en puestas de Hablemos a calzón quitado, de Guillermo Gentile, Fausto (con el Taller de Garibaldi), Amarillo, de Carlos Somigliana, El gran show del cabaret Bijou (donde fue premiado con el Molière 1985), Mil años y un día, dirigido por Alejandra Boero, La jaula de las locas, junto a Osvaldo Miranda y Tincho Zabala y, entre muchas otras, la recordada Una visita inoportuna, de Copi, y La nona, de Roberto Cossa, en su versión musical. Participó en cortos y largometrajes, algunos vinculados a la literatura y el teatro, como Borgeana, dirigido por Gisela Benenzon, País cerrado, teatro abierto, de 1981, y La ñata contra el vidrio, filmada en 1972 y estrenada en 1996. En El caballero..., pieza de Robert Fisher, dirigida por Corina Harry en la sala de Santa Fe 1235, interpreta a Merlín, en tanto Vicky Buchino cumple el rol de Julieta. Los acompaña un elenco de jóvenes actores-cantantes, integrado por Alejandro Melidoni, Gaby Barrios, Luis Podestá, Marcelo Kotliar y Javier Laureiro. La dirección es de Oscar Laiguera.
–¿Cómo ha logrado esa ductilidad en la actuación?
–Nunca abandono el entrenamiento. Cuando preparo un personaje, empiezo pensando en qué haría yo en su lugar, cuáles serían mis emociones y actitudes. Esta reflexión me proporciona cierta tranquilidad. Recién después me ubico en su edad y condición social, en sus maneras y en su vestimenta. Por supuesto, no es lo mismo interpretar a un senador corrupto, una figura que conocemos, que al Merlín de El caballero..., un ser que trata de hallar soluciones. Este trabajo me exige además cantar, algo en lo que tengo experiencia: estuve en varios musicales, como Irma, la dulce, Molly Brown, La nona. Ahí junto a Claudia Lapacó.
–¿En qué consiste su entrenamiento para afrontar situaciones adversas?
–Me inicié en el teatro con buenos profesores, y eso ya es una base para afrontar dificultades. La actriz Maruja Gil Quesada me preparó para ingresar a los seminarios que se dictaban en el teatro Cervantes. Estudié con gente muy importante, como Alejandra Boero, que me inculcó conocimientos sobre técnicas en el escenario y sentido ético, y Oscar Fessler, con el que tomé clases en el Teatro de la Universidad, que estaba en el subsuelo del Hospital de Clínicas. Fue un maestro de la vida, aunque debo aclarar que yo no estaba entre sus alumnos preferidos. Esta formación me ayudó a ser alguien capaz de pensar en positivo. Entre mis aprendizajes están el yoga y la meditación. Me preocupo por mantenerme físicamente sano y trabajar la voz. No soy cantante, pero sí un actor que canta. Hace años que estudio cómo revertir energía. Cuando me sucede algo negativo, lo revierto inmediatamente. Esto lo aprendí de un libro de Louise L. Hay, que es para mí una biblia. Sé que es difícil de entender, pero me ha dado resultado.
–Otro seguidor de Hay era el actor Jorge Mayor...
–¡Qué felicidad haber trabajado con Jorge! Lo recuerdo en Farsa del corazón, Hamlet, en el Cervantes, y Volpone, en La Manzana de las Luces, donde nos dirigió Jorge Petraglia. Mayor hacía de Mosca y yo de Volpone. Fue extraordinario. Fuimos compañeros de elenco en Nuevo Teatro, cuando estaba en la conscripción, porque eso no era un impedimento para la Boero, que lo iba a buscar para hacer las funciones. Un día, Alejandra dijo: “Me voy a hablar con los milicos” y consiguió lo que quería. Estábamos dando Las nueve tías de Apolo. Jorge fue uno de los seres más inteligentes que conocí. Su actuación en Una visita inoportuna, que dirigió Maricarmen Arnó, fue memorable.
–¿Qué siente al saber que hay una sala con su nombre?
–He dedicado toda mi vida al teatro, y creo haber colaborado para mantenerlo activo en Pergamino, adonde viajo periódicamente desde hace quince años. En 2003 hice dos puestas: El médico a palos, de Molière, para un público de toda edad, y Delito en la isla de las cabras, del italiano Ugo Betti, una obra de pasiones fuertes con tres personajes femeninos y un varón que llega a esa isla del delito. Presentamos los dos espectáculos al aire libre, en un jardín con paredes de ladrillo para la obra más tosca y dramática.
–Respecto de El caballero de la armadura oxidada, ¿cree que el espectáculo alienta, como se ha dicho del libro de Fisher, “una terapia de la vida diaria”?
–Merlín es un personaje positivo. Esta fábula escrita por Fisher deja enseñanzas de vida. El texto (traducido para la escena por Tammi Riu Wakai y Pedro González Sánchez Quiñones) ha dado lugar a seminarios y talleres de psicoterapia. Para mí es un regalo, porque se acerca a lo que vengo buscando: revertir lo que se presenta como negativo y salvar el gusto por crear, aun en las situaciones personales y sociales más trágicas y oscuras.

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