ESPECTáCULOS
“Las luchas de poder no tienen época ni lugar”
Hoy se estrena, en el Avenida, una nueva puesta de Macbeth, de Verdi, protagonizada por Myriam Toker y Marcelo Lombardero. Marcelo Perusso, el régisseur, cuenta su visión de la obra.
› Por Diego Fischerman
Shakespeare fue, a partir de mediados del siglo XIX, uno de los autores teatrales preferidos por los operistas. Y Verdi recurrió a una obra suya, junto con Piave, su libretista, para la obra que hace de verdadera bisagra en su producción. Macbeth, que compuso a los 33 años, es la primera de sus óperas en que la música se plantea, claramente, como una forma de narración, cargada de teatralidad propia. Y hoy, a las 20, subirá a escena en una producción de la Asociación Buenos Aires Lírica que se presentará en el Teatro Avenida. Con funciones también el próximo sábado 27, el viernes 2 de abril y el domingo 4, será protagonizada por la excelente cantante Myriam Toker, Marcelo Lombardero (en un papel que preparó como cover cuando Leo Nucci lo interpretó en el Colón), Homero Pérez, Edgardo Zecca, Enrique Folger, Carlos Natal y Cecilia Jakubobicz.
La régie será de Marcelo Perusso –que realizó en el Colón la recordada puesta de El prisionero de Luigi Dallapiccola, también protagonizada por Lombardero)– y la dirección musical de Guillermo Brizzio (quien condujo recientemente la redescubierta El emperador de la Atlántida, de Viktor Ullmann). “Siempre trato de centrarme más en la partitura que en el libro”, asegura el régisseur. “Y es que los tiempos en una ópera son tiempos musicales. No importa tanto la acción como la manera en que esa acción está musicalizada y el tiempo que demanda esa música.” El director teatral Jorge Lavelli explicaba que la diferencia mayor entre el teatro y la ópera era precisamente ésa: la música. En una obra teatral alguien dice que se va y se va. En la ópera puede repetir esa frase varias veces y puede estar yéndose –o incluso muriéndose– durante bastante tiempo. “Es un código”, afirma Perusso. “Entrar en la ópera es entrar en ese código y aceptarlo pero, de todas maneras, yo trato de que todo resulte lo más lógico y natural posible. Una ópera será siempre una ópera pero, si alguien va a quedarse un rato mientras dice que se va, hay que buscarle un justificativo. No se lo puede dejar sin hacer nada.”
El énfasis del puestista en la música, de todas maneras, tiene en este caso un límite. “Shakespeare no es cualquier autor y, además de todo, tiene una carga simbólica muy fuerte. Así que no es alguien a quien se pueda soslayar. Además, Verdi sigue mucho la obra original.” En particular, resulta interesante comparar el drama original con el libreto para comprobar cómo Verdi toma decisiones que tienen que ver, siempre, con contar con música aquello que puede ser contado con música. Las convenciones en cuanto al dramatismo musical y los efectos de determinados recursos compositivos son trabajados concienzudamente. Macbeth abre el camino de un proceso que daría obras como Don Carlos, Rigoletto o Il Trovatore y cuya culminación llegaría en sus dos obras maestras tardías, Otello y Falstaff (otros dos libretos basados en obras de Shakespeare). Allí, prácticamente no hay elemento sonoro que no esté justificado por el texto, nada queda del modelo de arias virtuosas puestas sólo para el lucimiento del cantante y el nivel de integración entre narración teatral y musical es extraordinario. “En Macbeth, como en toda obra profunda, hay muchas líneas de interpretación posibles”, dice Perusso. “A mí me interesó tomar dos caminos simultáneamente y mantenerlos a lo largo de toda la ópera. Uno es el del drama humano y las transformaciones que van sufriendo los personajes en el transcurso de la obra. Y el otro es el aspecto fantástico, el de las brujas, las apariciones y los presagios, que tampoco puede dejarse de lado.”
Marcelo Perusso cuenta a Página/12 que, para esta puesta, tuvo la suerte de contar “con cantantes que son muy buenos actores”. Y en cuanto al enfoque sobre la obra agrega: “Tomé la decisión de no ubicar la obra en ninguna época ni en ningún espacio. La vestimenta es moderna, aunque sin una referencia a algún momento particular. Podría ser, incluso, en el futuro. La intención es reforzar la característica abstracta del libro. Las luchas de poder y la ambición no tienen época ni lugar. Pertenecen a la condición humana. Podría haber elegido una situación particular con laque identificar estas acciones. Serían las situaciones que me pegaran más a mí. Hay, sin duda, lugares y momentos que tienen, para cada uno, un valor explicativo y simbólico especial. Pero preferí dejar las cosas lo más ambiguas posibles, como para que fuera el espectador el que las llenara con sus propias vivencias. Que cada cual las pueda identificar con lo que le pega más a él o ella. Que cada cual ubique los dramas del hombre en el lugar y el momento donde los siente más presentes”.