Jue 01.04.2004

ESPECTáCULOS  › ENTREVISTA AL DIRECTOR Y MARIONETISTA JAVIER SWEDZKY

El viaje de irse o el de quedarse

En Los efectos del viaje, el autor y director Javier Swedzky hace girar, alrededor de las figuras de Ulises y Penélope, todas las instancias que pone en movimiento la idea del viaje.

› Por Hilda Cabrera

¿Qué incidencia tienen los viajes y el azar en las personas? ¿Qué develan esas migraciones que nunca podrán ser explicadas como las de las aves? Los efectos del viaje, obra teatral del también actor, marionetista y director cordobés Javier Swedzky, se detiene en cuestiones relacionadas con la partida y su contrapunto, la espera, simbolizados aquí por Ulises y Penélope. Interpretada por Román Lamas (en el papel del Destino) y Lorena Barutta, este trabajo de apenas 55 minutos puede verse los sábados a las 21 en El Hormiguero, de Mahatma Gandhi 327. El cupo de entradas es limitado, por lo que se hace necesaria la reserva al 4854-2625. Swedzky dirige esta vez a la Compañía Trabajo a Reglamento, de la que participan Adriana Estol (a cargo del vestuario y de la escenografía), Ricardo Sica (en el diseño de luces) y el músico Alfredo Seoane. Se trabaja además con objetos, algunos muy pequeños, y con un Ulises representado por un muñeco. Radicado por largas temporadas en Buenos Aires, Swedzky integró en su provincia, entre 1985 y 1992, el Avevals Taller de Teatro, dirigido por Graciela Ferrari, quien fuera una de las figuras del mítico Libre Teatro Libre, de María Escudero. Estrenó unipersonales, como Remigio, el Auténtico, junto a Ferrari, presentándolo además en Ecuador, Venezuela, México y España. Alternó sus giras con trabajos para El Periférico de Objetos: actuó en Máquina Hamlet y Zooedipous, y fue asistente de dirección en Monteverdi Método Bélico. Las dudas se irán volando fue el título del espectáculo con el que culminó su estudio en la francesa Esnam (Ecole Supérièure des Arts de la Marionnette, de Charleville-Mézières), entre 1993 y 1996. A esa escuela sólo ingresan por curso quince alumnos llegados de diferentes países. Aquella creación le permitió obtener más becas y ofrecer funciones en ciudades de Francia, Suiza y Bélgica. En 1998 mostró ese espectáculo en Buenos Aires, en coproducción con el Teatro San Martín. Para el ingreso a la Esnam obtuvo la tutoría de Gavin Govler, marionetista inglés de la compañía Faulty Optic. Allí conoció a Marie Vayssière, actriz del célebre Cricot 2, fundado por el dramaturgo, escenógrafo y director polaco Tadeusz Kantor. Vay-ssière lo dirigió en otro unipersonal estrenado en 2003 en Francia, Mis cosas favoritas, que se verá en setiembre, en el Centro Cultural Recoleta.
–¿De dónde surgió la idea de reflexionar sobre los efectos que producen los viajes?
–Partí de cartas que circulaban entre familiares y amigos. Los efectos son planteados como situaciones a resolver por los actores. El hilo conductor es la historia de Penélope y Ulises, personajes de La Odisea. Para esta obra necesitaba intérpretes con experiencia, como Román Lamas (el Destino), que trabajó con El Periférico desde Ubú Rey hasta La última noche de la Humanidad y continúa en el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín. Lorena Barutta fue alumna de Alejandra Boero y participó en varios espectáculos. Ahora se encarga también de la dirección artística de El Hormiguero, junto a Claudio Quinteros.
–¿Qué papel juega el azar?
–Los objetos van determinando las acciones de los actores, también las cartas que el público toma, elegidas de un mazo de tarot. Cada tirada indica la escena que se va a representar. Ni la obra ni el recorrido son los mismos cada sábado. Una secuencia es un indicio, porque hay algo de misterio en ese trayecto librado al Destino. La obra puede ser vista en cada función por un número reducido de espectadores. Esto no significa que nos guste trabajar sólo para “entendidos”. Nuestro propósito es revalorar en el teatro la cercanía con el público.
–¿Qué relación existe entre el azar y las decisiones?
–La intervención del azar posibilita la multiplicación de las opciones. No importa que se trate de “pequeñas elecciones”. En conjunto, ellas pueden determinar grandes caminos. El hilo conductor, la historia de Ulises y Penélope, se mantiene, como las preguntas que genera: ¿Por qué viaja Ulises y cómo armó su valija? ¿Por qué ella lo espera y de qué manera y cuánto lo extraña? En algún aspecto, éstas son preguntas circulares.
–¿Ese mecanismo les exige preparar escenas que quizá nunca serán representadas?
–Sí, y son numerosas. Los actores deben mantenerse muy atentos a lo que piden las cartas, a los objetos y al lugar que ocupan en el espacio pictórico que diseñamos con Adriana Estol. Si parece medio desvencijado es porque allí sucedieron demasiadas cosas. En algunas secuencias no se sabe si lo que sucede transcurre en un tiempo soñado o real.
–¿Qué es lo determinante en las historias de migraciones?
–Para mí el viaje es tan importante como la espera, sobre todo porque en Los efectos... no mostramos una Penélope convencional. Ulises está lejos de ella, pero le envía cartas. Internamente, relaciono esta historia con la de quienes se preguntan si es preferible quedarse en el país o probar suerte en el extranjero, y con las reflexiones de los que parten sobre qué cosas pueden dejar y qué otras no abandonarían nunca.
–¿Se lo preguntó en sus viajes?
–Sí: es una reflexión común entre los que hacemos teatro, que es un arte itinerante. Ahora parto a Neuquén con un nuevo proyecto para realizar con el Elenco Escuela Provincial de Títeres que dirige Dardo Sánchez. Viajo seguido al sur y algunos creen que soy patagónico, pero nací en la ciudad de Córdoba y ahí me inicié en el teatro de objetos a finales de la década de 1980 con Graciela Ferrari. Con ella también aprendí qué era el teatro documental. Eso de tomar materiales de la realidad política o de lo personal y darle proyección universal era otra de las enseñanzas del Libre Teatro Libre de Córdoba, que se disolvió a raíz del golpe militar de 1976. Ferrari volvió a la Argentina en 1984, y a través de ella pude conocer a todos los exiliados del LTL. Se reencontraron en Córdoba, en 2001, después de 25 años de ausencia. A veces, el que se va por un tiempo largo corre el peligro de perderse, fascinado por otros lugares, aun cuando le quede un resto de pertenencia a su país. Esté donde esté, uno siempre intenta definirse.
–¿Sabe cuál es su lugar?
–Aún no. Me gusta estar en Buenos Aires, pero no la siento como algo propio. Tampoco a la ciudad de Córdoba. Sin embargo, es como muy mía la zona de Traslasierra. Vivo donde puedo concretar mis proyectos. Después de Los efectos del viaje estreno Mis cosas favoritas y pienso dedicarme al cine de animación. Egresé en 1992 del departamento de cine y televisión de la Universidad Nacional de Córdoba, y desde entonces algo hice. Lo visual del cine aparece en Los efectos...
–¿Hubo otras influencias en esta obra?
–Un texto de Ibn Arabí sobre el Corán, que leí en francés, y se titula La develación de los efectos del viaje; un libro de poemas del griego Constantin Kavafis y los relatos de El castillo de los destinos cruzados, de Italo Calvino (dos narraciones de corte fantástico construidas a partir de interpretaciones diferentes sobre las cartas de tarot: una refinada y otra tosca). En los poemas de Kavafis el viaje es transformación. Por eso los objetos que utilizamos en la obra dan cuenta del paso del tiempo –una manzana que se pela y oxida, por ejemplo– mientras Penélope se pregunta qué hacer y si Ulises la ama.

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