Vie 21.05.2004

ESPECTáCULOS

Un túnel del tiempo para revivir a los anarquistas

Acratas, de Virginia Martínez, realiza una minuciosa reconstrucción del turbulento Río de la Plata en los años ’20 y ’30, cuando los “expropiadores” tenían a mal traer a la policía de ambas márgenes.

› Por Horacio Bernades

Aunque se estrena en Argentina con tres años de retraso, proyectado en DVD y en dos salas de reducida capacidad, vale la pena ver el documental uruguayo Acratas, que narra una historia tan apasionante como poco conocida. Es la historia de los llamados “anarquistas expropiadores”, rama de ese movimiento que, en oposición a una mayoría pacifista, creía en el uso de la violencia y la ejercía, pudiendo ser considerados –más allá de las diferencias ideológicas, políticas y de proyecto estratégico– algo así como tíos lejanos de la guerrilla urbana de los años 60 y 70. Acratas narra la historia de ese grupo en el Río de la Plata durante las primeras décadas del siglo pasado, antes de desaparecer para siempre, barrido por los vientos de la historia.
Esa historia nace con la llegada de las corrientes inmigratorias de comienzos del siglo XX a la región y muere, a fines de los ‘30, en los campos de España, cuando el franquismo derrota entre otros a los ingentes grupos anarquistas que formaron parte del bando republicano. Son unos pocos años, pero muy agitados, como testimonia el documental de la realizadora uruguaya Virginia Martínez, de quien se había conocido aquí, años atrás, la muy emotiva Por esos ojos, que reconstruía el secuestro y desaparición de una niña durante la última dictadura militar en la Argentina. Con el hijo de italianos Miguel Arcángel Roscigno como líder y cerebro, los anarquistas expropiadores se dedicaban, en una y otra orilla del Plata, a lo que podría denominarse el “robo revolucionario”, apoyados en la idea de que “en tanto que la propiedad es un robo, los verdaderos ladrones son los propietarios”. Hombres de armas audaces y resueltos –también feroces e implacables, según reconoce entre otros Osvaldo Bayer, autor de esa biblia que es Los anarquistas expropiadores– Roscigno y sus laderos tuvieron a mal traer, durante años, a las policías de ambas orillas.
Apoyada sobre un riguroso trabajo de investigación y recopilación de datos y documentos, Virginia Martínez reconstruye esa historia, en la que parecería haber de todo: desde robos millonarios hasta ejecuciones sumarias y “desapariciones” tempranas en el Río de la Plata, pasando por encarcelamientos, policías y ladrones disfrazados, fugas espectaculares de prisión, construcción de túneles y ajusticiamiento de represores. Así como grandes personajes, empezando por el cerebral Roscigno y su némesis, el comisario Pardeiro (que en su mezcla de obsesividad y recurso a la tortura parecería un cruce entre la literatura policial y el más crudo ejercicio de la represión al estilo Río de la Plata), y si- guiendo por el español Buenaventura Durruti –que terminaría siendo líder absoluto de las milicias anarquistas durante la Guerra Civil española– y el célebre Severino Di Giovanni, que en algún momento cruza su camino con el de Roscigno, funcionando como esa pareja ideal de la acción que son la frialdad y el temperamento.
Con las obvias limitaciones del caso, debidas a las dificultades para conseguir material de archivo, Martínez se las arregla para ilustrar con buena cantidad de fotos de época los setenta y pico de minutos de película. Apela en alguna ocasión a los inevitables bocetos y sorprende con la utilización de primeras planas de la época, aprovechando además la increíble secuencia fotográfica con la que un amateur logró testimoniar el sangriento atraco a la casa de cambios Messina, en Montevideo.Intercalando estos materiales con los testimonios a cámara (junto a Bayer aparecen historiadores y hasta algún añoso sobreviviente), en términos formales y de estructura Acratas no se aparta de lo convencional, incluyendo una locución en off y una música que no podrían sonar más televisivas. Pero es tan rico y fascinante lo que cuenta, y son tan interesantes los cruces con ciertas recientes producciones de ficción (Plata quemada y La fuga se basan, en buena medida, en estos mismos hechos y personajes) que bien vale la pena darse una vuelta por el cine Cosmos. O por esa sala atípica que es el microcine Godard, nombre que logró infiltrarse –como Roscigno quiso hacerlo alguna vez en la cárcel de Ushuaia– dentro de un hotel 5 estrellas.

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