ESPECTáCULOS
› TORCUATO DI TELLA, DIRECTOR INTERINO DE LA BIBLIOTECA
“Sin más plata esto no se arregla”
El secretario de Cultura de la Nación asumió interinamente en la Biblioteca Nacional, forzado por la crisis que atraviesa la institución y que enfrenta a los tres gremios que la integran. Di Tella se dispuso a “pacificar” la escena y afirma que para la pelea “hay que usar las dos manos, la izquierda y la derecha”.
› Por Silvina Friera
La calma de Torcuato Di Tella sorprende y descoloca. Desde que renunció el director de la Biblioteca Nacional, Horacio Salas, el secretario de Cultura de la Nación se parece a un estratega que interviene activamente en un campo de batalla: insiste en “pacificar”, habla de “desarticular la bomba” y admite que para pelear “hay que usar la mano derecha y la izquierda”. El jueves, Di Tella asumió como director interino de la Biblioteca, hasta que el gobierno nacional confirme la designación del nuevo director. “No sabía sobre la gravedad de los problemas internos de la Biblioteca, porque como secretario no puedo estar en todo y delegaba mucho en Salas”, confiesa en esta entrevista. “Estoy implementando un sistema de diálogo más efectivo. Hemos creado provisoriamente un consejo consultivo, con tres representantes de cada gremio: UPCN, ATE y Soeme. Los sindicatos, en general, tienen poco diálogo entre ellos. Conseguir que se sienten juntos conmigo, a una mesa, fue un gran logro. En los momentos de crisis hay que arremangarse y enfrentar los problemas.”
“Prefiero no citar nombres para no estar haciendo un mercado persa con la elección del director”, aclara Di Tella respecto de los posibles candidatos a sentarse en el mismo sillón que alguna vez ocuparon Paul Groussac o Jorge Luis Borges. Descartado el politólogo José Nun –que rechazó el cargo–, Patricio Lóizaga, actual director del Palais de Glace, sonó con insistencia: forma parte del equipo del secretario de Cultura –y ser del “riñón” cotiza en alza en momentos tan conflictivos–, tiene experiencia en la administración cultural y admitió que podría asumir temporalmente, con un consejo asesor, y organizar el llamado a concurso. También se mencionó a Alejandro Katz, director en la Argentina de la editorial Fondo de Cultura Económica, a Ivonne Bordelois, José Pablo Feinmann y Mario Goloboff.
–¿Su función en la Biblioteca es la de un “interventor” en situaciones de emergencia?
–Sí, voy a tomar medidas sin ser director. Formalmente he asumido la responsabilidad del despacho, de la firma, para que se puedan pagar los sueldos y realizar las compras. No voy a instrumentar cambios importantes porque supongo que esta situación es por pocos días. Con la persona que se designe en la dirección mantendré un contacto más estrecho a diferencia de lo que sucedió con Salas, en quien delegué mucho. Pese a que creo que estoy elaborando una política cultural, me tengo que encargar de evitar que un chispazo incendie el museo. Ese es el tipo de tarea que tengo que afrontar el 80 por ciento del tiempo. Las dificultades burocráticas de la Biblioteca son menores si se comparan con las presupuestarias.
–¿El presupuesto es el tema de fondo de la Biblioteca Nacional?
–Sí. La Biblioteca tuvo 12 millones de dólares y ahora apenas llega a 7 millones de pesos. El presupuesto se ha reducido por diversos motivos. Hace un par de meses que estamos tratando de conseguir un aumento de cuatro o cinco millones de pesos en el presupuesto, una demanda que iniciamos durante la gestión de Salas. Hubo un error, porque el pedido se mandó a la Jefatura de Gabinete en vez de enviarlo al Ministerio de Economía. Entonces fue rechazado. Si se lo mandamos al Ministerio de Economía, nos dice que tenemos que ahorrar, ahorrar, ahorrar, aunque tengo una muy buena relación con el ministro Roberto Lavagna. Con la enorme cantidad de cuestiones urgentes que deben resolverse en el país, no se le da prioridad a la cultura. La gente se muere de hambre o está desocupada y estos problemas son más importantes. Sé que soy el secretario de Cultura, pero ante todo soy un ciudadano y un observador de la política.
–Usted afirma que hay voluntad política de sanear la situación de la Biblioteca, pero sin un incremento del presupuesto la crisis en la Biblioteca se transformará en un callejón sin salida...
–Mire, creo que se puede usar mejor el dinero asignado. Con mayor diálogo algunas cuestiones se arreglan. Pero para resolver el problema de fondo se necesita un presupuesto mucho mayor del que disponemos. No sabemos cuántos libros tenemos porque no todo está catalogado, ni siquiera inventariado. Necesitamos más plata y no hay vuelta que darle al asunto. Nosotros tenemos que tener no sólo buena voluntad sino capacidad de presión. Para mejorar las cosas, como decía (Víctor Raúl) Haya de la Torre, un político peruano muy capaz, “hay que usar la mano derecha y la izquierda para pelear”.
–¿Qué mano está usando más en estos momentos?
–(Risas.) Yo uso la mano derecha y los sindicalistas la izquierda, en el sentido de las protestas de diverso tipo que vienen realizando. La mano derecha, en mi caso, implica un manejo administrativo, un control y la selección del personal. No me refiero a la derecha-izquierda desde el punto de vista ideológico. Se necesitan las dos estrategias. Si hay algunos que arman quilombo con los bombos en la calle, no por eso me niego a hablar con quienes protestan. Dado el rol que tengo, no puedo solidarizarme plenamente con ese sector, pero les guiño el ojo en el sentido de decir: “Háganlo porque me conviene”, pero yo uso la otra mano.
–Aunque usted recibió a los sindicatos y dialogó con ellos no dejó de señalar que no estaba de acuerdo con las formas de protestas.
–Cuando vinieron las 35 personas de ATE a ocupar la sala principal de la Secretaría de Cultura con un bombo, ni siquiera me habían avisado. Estaba reunido con Salas y (Jorge) Landabaru y dejé que pasaran todos, pero les retuve el bombo, y dos o tres días después se los devolví. Lo hice para descargar tensiones: “Ustedes me joden con el bombo, y yo me lo quedo”. Algunos me decían que para ellos el bombo era como el pañuelo blanco de las Madres de Plaza de Mayo. Es distinto: a las Madres nunca les pediría el pañuelo. Trato de escuchar a todos. Si en Suecia 20 piqueteros quieren cortar una calle, la policía los pone presos. Acá no se puede hacer eso. Pero hay mucha gente que se irrita, aunque sea una forma legítima de protesta. Si nosotros quisiéramos copiar el modelo de Suecia terminaríamos en la dictadura de Videla.
–¿Qué tipo de relación plantea con los sindicatos?
–Lo que he aprendido de sociología política es para aplicarlo en estos casos. Muchas veces algún sindicalista me dice que fulano “miente”. ¿Por qué en vez de decir que miente no dice que se equivoca? Entonces uso una expresión del Martín Fierro: “Quien defectos tenga, disimule los ajenos”. La relación es buena y ya les anuncié que en los próximos días cualquier grupo de gente que quiera hablar conmigo, sea o no de los sindicatos, que venga a verme, que dentro de mi horario los voy a atender.
–El futuro director: un intelectual, una persona con experiencia en administración cultural, un político o un bibliotecólogo. ¿Cuál de todos estos perfiles prefiere?
–Una persona con cintura política y con capacidad de administración cultural. No quiere decir que sea un político, puede serlo o no. Lo importante es que pueda manejar una bomba. Para desarticular una bomba puesta en un museo no hay que traer a un museólogo, se necesita a un técnico en bombas. La situación de malestar interno tan grande de la Biblioteca requiere de un director que resuelva y pacifique los conflictos. Borges sería un desastre para eso, sería como un florero, que es lo que fue durante su gestión como director.
–¿Descarta la posibilidad de nombrar al director por concurso?
–No, no está descartado. Por ahora no podemos convocar un concurso porque se necesita urgente un director. Pero una vez que asuma el futuro director una de las medidas que puede tomar es proponer un concurso.
–La decisión final la tomará el Presidente. ¿Cuánto tiempo más va a demorar el nombramiento?
–Lo urgente era destrabar ese absceso ocasionado por una dirección rígida, de gente honesta y bien intencionada, pero que tenía una relación tensa con el personal y que efectuaba una demonización de los activistas sindicales. Y también debo decir que cada sindicato demoniza al otro. Pero los demonios no existen. Hay que saber pelear el match de box con las dos manos.