ESPECTáCULOS
“Cada disco mío es como un film”
Fernando Samalea explica por qué plantea su música como un universo de imágenes, donde reinan la magia y la libertad de los sueños.
› Por Cristian Vitale
La tapa de Fan, séptimo disco solista de Fernando Samalea, describe una instantánea surrealista: un mago sostiene una paloma de cuyo lomo salen tres manos humanas, una bella odalisca con tres piernas, otra en posición de buda que muestra una carta de tarot, un planisferio, un hombre con la cara invertida y el mismo Samalea sujetando una especie de vara. Descifrar su simbología implica no sólo aguzar el oído ante un disco sonoramente exquisito sino ingresar al excéntrico “mundito” del ex baterista de Fricción, Clap, Charly García e Illya Kuryaki, que otorga centralidad imperiosa a lo irreal y que incluye, como ocurre con sus obras desde El jardín suspendido (1998), un pequeño relato en forma de cuento. “Es difícil explicar en breve, pero tiene que ver con tres cartas de tarot... el arcano sin nombre, los enamorados y el sol, que me salieron en una sesión de tarot en un café parisino”, cuenta el baterista y bandoneonista a Página/12. Mañana presentará el disco en el Teatro Alvear, con Richard Coleman, Fabián Von Quintiero, Axel Krygier, Liliana Herrero y Pájaro Canzani, entre otros, como invitados. “Quiero darle al recital un carácter poco pretencioso –admite–, que sea simplemente una celebración, una comunión entre las personas que me ayudaron.” Fan cuenta con la participación en estudio de músicos también muy relacionados con la trayectoria de Samalea: además de María Eva Albistur y Fernando Kabusacki, aparecen Gustavo Cerati en Arcano sin nombre y Charly García tocando sinte & vocoder en Psicomágico. “Musicalmente –aclara–, Fan mezcla los mundos que me gustan: melodías de tango combinadas con baterías de rock. Tiene un perfil sutilmente rockero.”
–¿Por qué esa inclinación a introducirse en universos mágicos, ilusorios?
–Siempre me interesaron todo tipo de doctrinas y culturas mágicas. Si bien me considero un músico de rock, suelo sumar connotaciones relacionadas con mis intereses literarios.
–Cuesta, no sólo con Fan sino con casi toda su obra solista, descubrir a ese músico de rock del que habla. ¿Cómo explicarle a un seguidor de Los Piojos, que ignora al Samalea de los ’80, que lo que hace es rock?
–Hay grupos que se consideran de rock y no lo son. Por ejemplo, los Cadillacs. Incluso, Los Piojos van por un lado no específicamente rockero. Cuando hablo de rock hablo de estigma y actitud, no de hacer un disco de rock and roll.
–¿Cuál es el concepto de Fan?
–El fanatismo en el buen sentido de la palabra. Todo lo relacionado con el entusiasmo, la aventura y el deseo. Empecé por esa idea de apasionarme con algo y, en algún sentido, adorarlo. Refleja los viajes y mi vida en cuatro ciudades. Lo más valioso que podés darte para componer es la libertad. Es como una vida de sueños en la cual uno no siente ni frío ni calor... y puede manejar esa cosa que va por detrás de la vida real.
–Otro rasgo que aparece en sus discos es una tensión permanente entre lo universal y lo local...
–Conocer otras culturas te da una apertura muy grande. Es grato poder llevar tu Buenos Aires encima y, a la vez, saber que estás en realidades diferentes en las que ese Buenos Aires se convierte en un mundo onírico, casi inexistente. De hecho, durante los cuatro años que viví en Madrid se combinaron momentos en los cuales pensé muy poco en Buenos Aires con otros en los que me sentí muy cerca. El problema de los que vivimos afuera es que parece que no hay retorno. Ahora que estoy viviendo acá, a veces siento la falta de las calles de Madrid o de París. Es una especie de privilegio y condena a la vez. Una condena dulce, pero condena al fin, que hace a la creación artística. La portada descripta al principio es uno de los planos que componen una “peliculita” de cuatro minutos, destinada a resumir el espíritu de Fan. Algo que Samalea encaró con entusiasmo debido a su inclinación por el cine, expresada desde Full Femme, una especie de homenaje a la nouvelle vague francesa grabada en 1999. “Cada CD es como un film, tiene un condimento visual y cinematográfico. En Fan, la búsqueda radica en una historia mágica imposible de filmar. Como filmar lo invisible”, precisa.
–¿Es un nostálgico de los ’80?
–Para nada. Jamás pensé que el tiempo anterior fuera mejor, pero si viviera en un presente constante sería un horror. No reniego de las cosas que viví.
–¿Podría rescatar un momento de todos los que vivió en esa década?
–Los conciertos con Fricción en el Stud Free Pub, la grabación de Parte de la Religión con Charly, que fue como un descubrimiento del mundo. El pasado se me presenta en partes oníricas y reales. Lo recuerdo con todo el condimento de humor y grotesco que tuvo. Las cosas en la música tienen ese condimento gracioso, de situaciones incontenibles que no se pueden contar.