ESPECTáCULOS
Hoy más que nunca, la guerra del rating es un todo vale sangriento
La obsesión por las cifras cambió la forma de hacer y mirar TV. Horarios inestables, guiones que se escriben con la planilla a la vista y recursos como la aparición de figuras históricas o el desnudo menos pensado: cronistas, guionistas y productores opinan sobre la gran obsesión 2004.
› Por Julián Gorodischer
La novela decae lentamente y corre el riesgo de pasar a la antesala del final: una cifra de rating. Que se vean, entonces, las tetas de Solita Silveyra en El Deseo, o las visitas históricas en Padre Coraje, o un Popstars de mentirita para refrescar la trama de Los pensionados. La tele supercompetitiva da para todo: diálogos que se escriben bajo presión, horarios que cambian para matar al adversario, anuncios en falso para desorientar. Nacen los cronistas de rating, analistas apasionados de la planilla, ahora que los números convierten a cualquiera en comentarista. “Es gracioso –dice Fernanda Kersman, editora del sitio Televisión.com–, pero ahora hasta mi suegra habla de rating; divierte como un partido.”
Cuando todos piensan en “eso”, al menos que el mundito de avivados no se reduzca al abonado a Ibope. Para eso, Kersman publica en Televisión.com las cifras diarias, bajo la premisa “Por una democracia del acceso...”. Para sumar a esa apertura, organizará el próximo 7 de junio un seminario sobre rating junto a la Universidad del Salvador. “Hay que hacer públicas las mediciones –dice– para que sea una herramienta para todo el mundo y no sólo del abonado. A la medidora no le encanta, pero no es nuestra intención sacarle el negocio.” Lo que llega es el nacimiento de un tele-torneo de nunca acabar que populariza comentarios del tipo “necesitan un peso pesado” o, por qué no, “falta equipo”, a cargo del cronista proclive a pronosticar siempre un ocaso mayor. “Tengo que destacar el rating cada vez que hay algo para comentar o algún estreno”, dice Carolina Liponetzky, de Radio América. “Es a pedido de los oyentes.” “Nos miden de a cuartos de hora –contrapone una panelista en el exilio–, y si no conformaste, te echan.”
Los guionistas en apuros inauguran la escritura interactiva, la estresante tarea de modificar una historia de acuerdo con lo que devuelve la planilla. Se saturan unos pocos recursos a la mano: invitar a famosos convocantes (la Sole o Florencia Bertotti en Los pensionados) o recrear caricaturas históricas (en Padre Coraje). El factor sorpresa siempre ayuda y, si se esperaba pronto un semidesnudo de la Oreiro en El Deseo, la utopía de ganar la franja intentó consumarse con el plano de la delantera de Silveyra. “Las historias naufragan y los guionistas no saben qué hacer”, analiza Natalia Trzenko, crítica de TV. “Los equipos son presionados para que pasen cosas.” Lo que se ve es una trama de nudos sin transiciones: del affaire de la Silveyra con el galán joven al griterío de la Oreiro cuando se entera de que es adoptada. Así todo el tiempo: cuando fracasa un golpe de efecto deberá surgir uno nuevo para que no se ensanche la brecha con Padre Coraje: acaba de saberse que la protagonista sufrió un abuso infantil, noticia que le provocó increíbles convulsiones en corpiño sobre un escenario. ¡Y el declive no se frena!
A cambio, la visita histórica es el boom de la temporada, tan eficaz como los embrujos de Soy gitano un año atrás. El invento del “pueblo visitado por celebridades de los ’50” levantó a Padre Coraje a los más vistos de las 22.30, y a la Evita de Ximena Fassi se suman nuevas caricaturas: Gatica, Perón y Tita Merello, en un equipo de los sueños que vuelve rutinarios los castings para dobles en la sede de Pol-ka. “La hipercompetitividad de los canales añade presión –dice Marcela Guerty, guionista de la tira–, pero construimos un mundito al margen. Más allá del rating, la llegada de Evita fue muy buena porque moviliza a la gente. Vendrán otros porque hay que seguir buscando cosas para que la novela funcione.”
Al panorama de horarios móviles (ficciones sin hora de largada, películas anunciadas que se levantan) se agregan detalles que afectan a los contenidos. Los pensionados, para mejorar su mala racha del inicio, bajó la edad de su plantel completo y expulsó a su par protagónico (Damián De Santo y Cecilia Dopazo). Para compensar entraron decenas de lolitos y, por si fuera poco, se generó una competencia entre la Sole y Luciano Pereyra en un apócrifo reality de cantantes. El fin de las historias fieles a su contrato inicial abre paso a las tiras que avanzan a los ponchazos, en busca de noticias para el comentario del día siguiente. El impacto llegará cuando la lolita (Luisana Lopilato) dé su primer beso de lengua; en Rebelde Way daba piquitos.
“Era una locura –recuerda Fernanda Iglesias, ex panelista de Georgina y vos–; un día no medimos como esperaban y nos mandaron al final. No evalúan el horario, el canal, la expectativa y, sobre todo, la competencia.” La escalada por llegar a las dos cifras prolonga a Padre Coraje y relega a CQC o a Locas de amor a una trasnoche impensada. “Hicimos una encuesta para ver qué opina la gente sobre la supercompetitividad de los canales –cuenta Kersman–, y un 80 por ciento dijo que la tele está cada vez peor. Hay mucho malestar, sobre todo con los programas de las 23, que ahora se dan a cualquier hora.” Las ficciones suben el voltaje y los panelistas reciben instrucciones: “Pegá, después chequeamos”. “El rating-escándalo –cree Diego Gvirtz, productor de TVR e Indomables– sirve para el corto plazo y además es una espiral: primero una discusión, después una puteada, hasta matar a un tipo en cámara. La gente se va acostumbrando.”