Mié 07.07.2004

ESPECTáCULOS

La cooperativa, un modo de encontrar los atajos

La idea nació como forma de resistencia frente a las variadas dictaduras del mercado: Musicoop se propone instalar todo un circuito de producción y distribución de música que consiga saltar por encima de los rígidos esquemas que le conceden al músico la porción más chica de la torta.

“Lo corporativo de las grabadoras convierte al artista en un producto más, como un jabón en polvo que produce poca espuma, pero que como lava bien y el precio está en mercado, lo venden. Para ellos, el producto artístico es secundario, mientras que nosotros, músicos por vocación, pensamos que no..., que nosotros somos el lavarropas y ellos el jabón en polvo.” La metáfora de Néstor Schiavone sobre la tensión “músicos-compañías discográficas” condensa el espíritu de un proyecto que está dando sus primeros pasos: Musicoop. “La gestión de terceros siempre nos perjudicó..., pasa lo mismo que con las empresas recuperadas, porque lesiona intereses que a mí menefregan. Como músico defiendo los intereses de los músicos y el derecho de la gente a escuchar lo que elijan ellos y no una marca de gaseosas”, extiende Oscar Mangione, otro de los impulsores junto a Jorge Szajko y Pablo Fernández.
Musicoop es una unión cooperativa sin fines de lucro destinada a proveer servicios para mejorar las condiciones de producción de los músicos, desde la elaboración y edición del material hasta la distribución, la difusión y las presentaciones en vivo. “No sólo editamos el disco, generamos nuestro propio canal de distribución”, aclara Mangione. La cooperativa firmó convenios con entidades privadas y gubernamentales para alcanzar la utopía de un mundo sin intermediarios. Cuenta con líneas de crédito para subsidiar producciones, lugares para tocar, descuentos en estudios y canales de distribución propios. También con un sitio de internet (www.musicoop.com.ar) destinado a comercializar productos directamente con la gente y un acuerdo con Radio Nacional que, además de utilizar el anfiteatro de la emisora para los shows en vivo, le otorga segundos de publicidad. “La idea es funcionar como agencia de venta de entradas que evite las retenciones de las agencias comerciales”, agrega otro de los miembros, Oscar Laighera. “En los ’90 –sigue Mangione–, el trabajo de los argentinos se pauperizó por la esclavitud financiera. Hoy, un músico tiene que pagar por tocar... cobran todos, menos aquel por el que existe el evento. Cuando una academia de gaseosas elige cuál va a ser el músico que voy a escuchar, las cosas están muy mal.”
Como marca el reglamento de cooperativas, Musicoop cuenta con un consejo de administración de once personas –entre quienes se encuentra Antonio Tarragó Ros– y veinte socios fundadores. La cuota única para asociarse es de 100 pesos y ya está instrumentado un régimen de asambleas que les permitirá a los músicos tener control sobre su obra. “Al evitar el lucro empresarial, lo único que hay que hacer es una gestión transparente, por eso las cuentas van a estar a disposición de los músicos..., queremos que vean lo que está pasando. Es esencial para recuperar la fe, porque las multinacionales siempre se aprovecharon de los músicos”, dice Laighera.
El proyecto de Musicoop se inscribe en una serie de experiencias sólidas que están carcomiendo, muy de a poco, las bases mismas de la acumulación del beneficio propia del modo de producir capitalista. Hay más de 256 empresas que el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos ayudó a recuperar con la formación de cooperativas obreras, y Musicoop apunta en ese sentido, al quitarles el problema de las compañías a los músicos. La actividad hizo confluir a músicos que hace tiempo no tienen posibilidades dentro del mercado y otros que quizás están editando pero encuentran interesante la idea. Además de Tarragó y Raúl Porchetto, se acercaron Edelmiro Molinari, Ricardo Soulé, Rubén Goldín, Rodolfo Mederos, MarikenaMonti y Teresa Parodi y, según Laighera, van por más. “Todos coinciden en el diagnóstico. Nuestra creación es una respuesta a ese diagnóstico. ¿Qué pasa si dentro de tres o cuatro meses –desafía– empiezan a encolumnarse los Mercedes Sosa, los León Gieco o los pibes de La Renga?”
La principal traba de Musicoop radica en la negociación con las disquerías. Al no tener locales de venta propios, el material queda sujeto a lo que el comerciante cargue por exhibir y vender el material. Cada disco editado por la cooperativa tiene un precio de seis pesos. “Si tuviéramos locales tendrían un costo final de 8 pesos, pero como los comerciantes suelen marcar un ciento por ciento, calculamos que el valor final será de entre 10 y 12 pesos”, prevén. Sin embargo, de esos 10 o 12 pesos, los miembros de la cooperativa aseguran que los músicos se llevarán la mitad y no el 10 por ciento, como ocurre con las compañías. “El resto es para sostener la estructura de la cooperativa”, aclara Mangione. Respecto de la piratería, Mangione y Lai- ghera piensan parecido. “Estamos en contra porque hace que el compositor no cobre. Pero la realidad es que, aun cuando se cumplan los trámites normales de producción, las compañías no liquidan el material que se vende. Ahora, si vos tenés la oportunidad de comprar el disco a cinco mangos cuando el verdadero te cuesta diez, ¿cuál comprás?... el problema es que vale 25 y el autor se lleva 90 centavos”, sostiene Laighera. “Una cosa es el pirata que hace 10 copias en la casa, y otra la verdadera industria de la piratería, que vive en connivencia con quienes no deberían”, cierra Mangione. “Esto se combate con precios justos.”

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