ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA AL ACTOR LAZARO RAMOS Y AL DIRECTOR JORGE FURTADO
“En el cine se trabaja en equipo”
Ramos, notable protagonista del film Madame Satâ, es de Bahía, y Furtado es de Porto Alegre. Ambos componen un prolífico tándem cinematográfico. A modo de ejemplo puede verse hoy O homem que copiava, una de las perlas del Gran Festival de Cine Brasileño.
› Por Horacio Bernades
Son tan distintos que estaban condenados a juntarse. Nacido en Bahía, Lázaro Ramos es uno de esos actores de debut temprano y fulminante. Tenía 21 años y ninguna experiencia en cine, cuando lo convocaron para representar la clase de personaje que cualquiera de sus colegas sueña con hacer algún día. No dejó pasar la oportunidad: su cuerpo fibroso y transpirado, su bocaza abierta, su mirada flamígera quedarán grabados para siempre como la más perfecta encarnación de Joâo Francisco dos Santos, el exuberante y volcánico (pero también triste y melancólico) Madame Satâ.
En cambio, Jorge Furtado (hombre de barba agrisada, nacido hace 45 años en el sur de Brasil) debió remar un rato largo hasta llegar a su debut. Es verdad que sus primeros cortos se habían hecho notar, no sólo en su país sino también en un montón de festivales extranjeros. Pero debió esperar varios lustros hasta poder filmar su largometraje Nº 1, Houve uma vez dos verôes. Fue para su segundo opus que el portoalegrense Furtado convocó a Lázaro Ramos, y ya filmaron una nueva película juntos: parecería que se ha formado una pareja cinematográfica. La película que los reunió es la brillante y barroca O homem que copiava, una de las perlas del Gran Festival de Cine Brasileño que se lleva a cabo en el Village Recoleta, desde el jueves pasado hasta el próximo miércoles.
Todo indica que la reunión entre Furtado y Ramos generó una sinergia que benefició enormemente a ambos, que desde hace un par de años no paran de trabajar en cine, televisión y, en el caso de Lázaro, también en teatro. Esta hiperproductividad queda probada en el festival del Village. Además del protagónico de O homem que copiava, Ramos aparece también en Nina, otra de las películas programadas. De Furtado, en el festival se presenta Houve uma vez dos verôes, pero también Lisbela e o prisioneiro, que no dirigió pero escribió. Página/12 los reunió para hablar de las respectivas carreras, tanto de los trabajos conjuntos como aquellos que emprendieron por separado.
–¿Cómo llegó al protagónico de Madame Satâ?
Lázaro Ramos: –Yo actuaba en teatro desde hacía tiempo (empecé de muy chico) y el director de la película, Karim Aïnouz, me vio en un par de obras en las que aparecía. Me tomó varias pruebas, pero sucede que yo en ese momento (1998/99) tenía nada más que 19 años y no llegaba a “dar” el personaje, que era bastante mayor. Por suerte para mí, el comienzo del rodaje se fue posponiendo, y cuando Karim estuvo listo para empezar habían pasado tres años. Yo seguía siendo mucho más joven que el verdadero Joâo Francisco, pero por lo visto en ese momento ya podía dar en cámara más edad de la que tenía. Por lo cual finalmente quedé.
–¿De qué manera trabajó el personaje, teniendo en cuenta que se trata de alguien tan extremo?
L. R.: –Hice algo de investigación. Leí su autobiografía, en la que se basa la película. Viví unos días en Lapa, que es el barrio de Río en el que transcurre, y tomé clases de capoeira, canto y baile. Además vi algunas películas en las que los protagonistas son también gente muy “sacada”, como Joâo: Taxi Driver, El toro salvaje, El resplandor. Pero no sé cuánto de todo eso me sirvió para componer finalmente al personaje, porque de lo que se trataba era de llegar al lugar de filmación y estar dispuesto. Dispuesto a lo que fuera, porque la esencia del trabajo consistía en reaccionar de modo muy espontáneo, sin demasiado ensayo previo. Con Karim no coreografiamos las escenas, no ensayamos movimientos, ni gestos, ni nada de eso. Yo tenía claro por dónde pasaban las emociones del personaje, y de lo que se trataba era de ponerlas en juego cada vez que se encendía la cámara.
–Es visible que entre la cámara y usted hay una relación intensa.
L. R.: –Eso tiene que ver con el planteo de Karim, que al menos en este caso privilegió el trabajo del actor, indicándole al director de fotografía –Walter Carvalho, el mismo de A la izquierda del padre y Estación central– que me siguiera a donde yo fuera. Yo salía disparado y él tenía que encuadrarme como podía. Por eso de pronto hay muchos desenfoques, porque yo me le escapaba. Pero igual lo tenía siempre pegado. Y no es una manera de decir, nada más: hay escenas que Carvalho –que es un verdadero genio– filmó sentado sobre mi regazo.
–Viendo su actuación en Madame Satâ, es raro que haya llamado a Lázaro para componer al protagonista de O homem que copiava, un tímido oficinista que vive con la mamá y no se anima a hablar con la chica que le gusta.
Jorge Furtado: –Es que lo llamé porque no vi Madame Satâ.
–¿Cómo es eso?
J.F.: –Empezamos a filmar O homem que copiava dos meses después de que Lázaro terminó el rodaje de Madame Satâ. Yo no llegué a verla antes de empezar la mía, todavía no se había estrenado. La vi hace poco.
–¿Y ahora que la vio, qué piensa?
J.F.: –Que, efectivamente, si la hubiera visto antes no lo hubiera llamado (risas). No, es un chiste, lo hubiera llamado igual, cualquiera que haya visto Madame Satâ se da cuenta de que ahí hay un gran actor, y los grandes actores pueden hacer cualquier personaje. Bah, al menos la clase de actores que suelen llamarse “de composición”, porque también están los que hacen siempre, básicamente, el mismo personaje. Y no estoy diciendo que estos últimos sean malos, ¿eh? Sin ir más lejos, hay un actor brasileño que se llama Pedro Cardoso, que es un actor cómico que suele hacer siempre el mismo personaje. En O homem que copiava hace del amigo del protagonista, y está bárbaro. Pero Lázaro, por su formación teatral, es un actor que puede componer cualquier personaje. De hecho, la nueva película que acabamos de terminar (Meu tio matou 1 Kra, traducible como Mi tío mató a un tipo) es una comedia. Ahí a Lázaro le di un papel cómico, porque él también trabaja regularmente como comediante.
L.Z.: –Desde hace un tiempo actúo en Sexo frágil, una sitcom de televisión. Igual te quiero aclarar que, por más formación teatral que tenga, no se trata de una formación académica, porque yo era miembro de un elenco de técnica intuitiva. No era que nos habíamos leído todo Stanislavsky, Grotowsky y esas cosas. El día de hoy mi acercamiento a los personajes sigue siendo intuitivo, hasta el punto que cuando llego al rodaje nunca sé para qué lado voy a agarrar. Voy y lo hago, en el momento en que dan cámara. Estoy convencido de que en actuación no hay otra clave que la disposición. Estar dispuesto a escuchar las indicaciones del director. Estar perceptivo al ambiente, a lo que hacen los demás, y dejar que salga. El cine es un arte de equipo, la actuación es cuestión de sociedad. El teatro es más solitario: aunque actúes con otros, a la hora de la verdad siempre estás solo.
–Ya hace rato que trabaja regularmente, tanto en cine como en teatro y televisión. ¿Cómo se siente en relación con cada uno?
L. Z.: –El teatro sigue siendo lo que me resulta más propio, tal vez por una cuestión de narcisismo, pero también porque es más inmediato: vos actuás y tenés al público ahí nomás. También me interesa mucho el cine. Soy curioso, me gusta aprender. Incluso en televisión, que es el medio más raro, por la velocidad a la que se trabaja: dan cámara y ya tenés que estar metido en el personaje. Pero eso también es estimulante.
–¿Cómo fue trabajar en films tan distintos entre sí como Madame Satâ y O homem que copiava?
L. Z.: –Por su estilo, más afín al teatro, en Madame Satâ me sentía como en casa: ahí la puesta estaba al servicio del actor. En cambio, Jorge (Furtado) es de llegar al rodaje teniendo absolutamente claro cómo va ser cada escena. El se asume como “un guionista que dirige”, y entonces en el momento de dar cámara el guión está perfectamente aceitado y probado, no admite demasiadas modificaciones. Pero al mismo tiempo, está muy dispuesto a escuchar opiniones, a recibir sugerencias y a darle al actor un margen de libertad. Así que también me siento muy cómodo trabajando con él.
–¿Escribió el personaje de su nueva película especialmente para Lázaro?
J. F.: –No, por la sencilla razón de que el personaje existía antes de que yo lo conociera a él. El protagonista es un chico, y el personaje de Lázaro, su tío. Es un tipo que se niega a ver lo que le pasa, y lo que le pasa es que la mujer lo engaña olímpicamente. Entonces el chico inventa toda una tramoya, para dejarlo bien parado. Y de paso, para que se dé cuenta de una buena vez.
–Esto lleva a Houve uma vez ... y O homem que copiava, que están llenas de personajes que traman cosas. Sobre todo las mujeres...
J. F.: –Sí, en ambos casos los protagonistas masculinos están enamorados ciegamente, y lo mismo pasa con el personaje de Lázaro en la película nueva. En cuanto a las mujeres, aunque de pronto puedan aparecer como excesivamente manipuladoras (la chica de Houve uma vez... se la pasa inventando que está embarazada del chico, para engancharlo, y al final de O homem que copiava se descubre que la chica le había tendido una red al protagonista) también hay ciertas razones y circunstancias que permiten explicarlas. Aunque, pensándolo bien, es verdad que yo alguna vez definí la historia de Houve uma vez... como “un Hamlet que es amigo de Falstaff y se enamora de Lady Macbeth”. Y además filmé para la televisión un cuento de Mempo Giardinelli, Luna caliente, en el que la protagonista es una lolita que lo lleva al protagonista de la nariz. Así que algo debe haber.