ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA A LA AUTORA Y CANTANTE ISABEL PARRA
“Cada tema tiene su propio cuento”
La artista chilena presentará aquí Puras cuecas, un CD que recopila canciones grabadas a lo largo de su trayectoria.
› Por Karina Micheletto
Si la cueca es el baile nacional de Chile, Violeta Parra fue su principal impulsora. Ella tomó a su cargo el trabajo de difundir el fol-
klore del que se enamoró en su infancia, yendo a buscarlo adonde nacía. Su familia siguió con esta tarea, en particular sus hijos Isabel y Angel. Ahora Isabel Parra se tomó un descanso en su trabajo como autora e intérprete y editó Puras cuecas, un disco en el que recopila cuecas grabadas a lo largo de su vida artística. Lo que, en el caso de alguien que empezó acompañando a su madre siendo una nena y que a los 13 ya había grabado su primer disco, significa una vida larga. El próximo viernes, la chilena presentará este disco en el teatro ND Ateneo (Paraguay 918), acompañada por su hija Tita y su nieto Antar, y el domingo lo hará en la sala Lavardén de Rosario.
“La Violeta fue la que nos transmitió el amor por la cueca. Para nosotros aquella era la música auténtica, y la fuente misma era mi madre con su pasión y su forma de recoger las canciones en el campo, en condiciones difíciles”, cuenta Isabel. “Sin darnos cuenta fuimos tomando esos ritmos, el modo de tocar la guitarra, la forma del canto popular verdadero, que para nosotros venía de un lugar alucinante, distinto al de la ciudad. Bebimos de esa fuente como quien come pan o toma agua.” Cuando habla de “nosotros” Isabel se asume parte activa de la gran familia Parra –la misma que llevó adelante la mítica peña en tiempos de la Unidad Popular–, aunque necesite aclarar que de ese “familión Parra” no salieron todos artistas, “también hay gente común y corriente”.
“Cada una de estas canciones tiene su propio cuento, aparte del cuento mismo de la canción”, dice Isabel, la encargada de tener ordenado el baúl familiar de los recuerdos. “Yo soy la que va guardando en el baúl los papeles, las cintas, los discos, y lo hago con una pasión tremenda, realmente atesoro esos materiales. Armar este disco fue meterme en ese laberinto de vida, ir hacia atrás y volver a escuchar con oído crítico.” En esas canciones atesoradas se escucha a Isabel cantando con “la Violeta”, como ella la llama, y con buena parte de la familia, en Santiago de Chile y en el exilio en Europa, con los fundadores de Quilapayún o Inti Illimani, con León Gieco y Piero en un recital en 1985. Del baúl de los tesoros salieron también las fotos que ilustran el disco. Allí está Isabel, una jovencita flaquísima y flequilluda, a pura cueca con su hermano Angel, Rolando Alarcón y Víctor Jara, durante una audición radial en vivo. De nuevo Isabel con su amigo Víctor Jara, pañuelo en mano. Más allá, Isabel con su madre Violeta y su hija Tita, una nenita que maneja un bombo durante un Festival de la Juventud en Berlín, en 1962.
“Me entretuve haciendo una selección cronológica de momentos de vida, primero con la Violeta, después con mi hermano, cantando esas cuecas del tío Roberto, más tarde con tantos amigos dentro y fuera de Chile. Un desfile de voces y personas unidos alrededor de la cueca. Y sobre el final mis cuecas, las que escribí usando mi lenguaje”, dice Isabel. Esas cuecas del tío Roberto (hermano de Violeta) son las que en Chile se conocen como choras, algunas más zafadas que otras, siempre pícaras, lunfardas e ingeniosas. “El tío Roberto era un bohemio, un cantor popular de bares y boliches que, siendo una persona muy fina, vivía en la calle, en los barrios bajos. El escribió esas cuecas y nosotros, desde muy niños, sin que nadie nos dijera, fuimos aprendiéndolas.”
–¿Qué le vino a la memoria en el rescate que tuvo que hacer para este disco?
–Toda mi vida. La alegría de escucharme cantando con mi madre, por ejemplo, y de saber que no estoy mintiendo ni me estoy doblando con la voz de ella. Es ella y soy yo, y eso me gusta mucho porque habla de una historia verdadera, no me he convertido en la hija que cantó después que ella murió, mi historia viene de atrás. Me encanta escuchar esos dúos, me emociona, me da risa, ternura, y ahora lo quise mostrar a otra gente. Recuerdo también cómo eran esas grabaciones. Los sellos contrataban grupos de músicos que estaban ahí tocando lo que viniera, como viniera. Si ahora tú vas a grabar un disco estás histérica, tienes que estar cuatro días sin hablar, hacer gárgaras, no ver a nadie, cortar el teléfono, el computador. En las grabaciones de este disco no era así. Cantar en un estudio era lo mismo que cantar en la casa. Un poco incómodos porque había que llevar guitarras, arrendar taxis, esas cosas. Pero era un juego, un juego de vida. Y cuando escucho estas canciones vuelvo a aquello y soy feliz.
–¿Qué fue lo más difícil de empezar una carrera desde tan niña?
–Nada, era normal, la Violeta nos incorporaba a nosotros de la forma más natural, yo ahora trabajo con mi hija y con mi nieto. Así que no ha sido complicado. Lo complicado ha sido otra cosa: meterse en el compromiso político, tomar conciencia de lo que uno es, entender que el canto también sirve para fortalecerse y para mostrar a los demás lo que uno es. O el exilio, cuando tuve que cantar para no morirme: o agarraba mi cuatro y salía cantando o simplemente me sepultaba en la depresión. Igual que miles que se vieron forzados al exilio y prácticamente tuvieron que empezar a vivir de nuevo, y pude dar vuelta la tortilla, en mi caso cantando. El canto es una herramienta para defenderse en la vida, de las adversidades y de todos los malos ratos que significa la existencia.
–¿Cómo siente que es escuchada su música hoy?
–Soy consciente de que el canto popular que nosotros hacemos hoy está casi descontinuado. El mundo está distinto, cuesta mucho hablar de identidad, de raíces, de historia, de lo que nosotros somos, la gente no tiene interés. Sus intereses están supervisados por los medios, que proponen otro tipo de música.
–¿Qué siente cuando una parte de la sociedad chilena sigue apoyando a Pinochet?
–Cuando tú eres chilena y has vivido lo que ha vivido tu país hay cosas incomprensibles. Que Pinochet siga ahí como si nada es una de ellas, aunque por suerte cada vez son menos los que lo siguen. A esta altura, Pinochet ya es como un ente. El golpe de gracia fue este asunto de las cuentas en Estados Unidos, desde que le quitaron sus fueros ya no tiene todos esos seguidores que iban a su puerta a vivarle la cueca, como se dice en Chile. Ha habido un avance. Con los últimos hechos tenemos la esperanza de que esta investigación llegue al final y que no salgan a decir que está loco, que esto o aquello. ¿Qué significa esto? Que cuando uno sale de Chile le da menos vergüenza.