ESPECTáCULOS
› EDUARDO ALIVERTI Y SU PROGRAMA DE BOLEROS
“Necesitaba un contrapeso a la angustia de este país”
Desde mañana, el periodista conducirá en Nacional un ciclo que buceará en el género, sin caer en la melosidad obvia.
Por K. M.
Eduardo Aliverti está al frente de un programa de radio cuya base principal son los boleros. Podría sonar extraño para quien lo tiene encasillado dentro del periodismo político, donde imprimió su voz y su estilo en programas como Sin anestesia, Protagonistas y el actual Marca de radio, por Rivadavia. Pero el periodista lo asume como un regreso necesario a la locución y un anclaje en uno de los géneros que más le gustan. El nuevo programa se llama Dos gardenias –como el bolero de la cubana Isolina Carrillo– y comienza mañana: irá los lunes de 22 a 23 por Radio Nacional y por las repetidoras de AM y FM de todo el país.
Dos gardenias tiene otra pata importante en la literatura, y así se suceden boleros, rancheras, sones, guarachas y chachachases con Octavio Paz, Julio Cortázar, Roland Barthes o Walter Benjamin, “textos amorosos, eróticos y sensuales”, según la definición de Aliverti, leídos por el conductor o por un músico o actor invitado. También habrá espacio para cartas de amor de personajes famosos y de los oyentes o para las historias que guardan las letras, los autores y los intérpretes de boleros conocidos y no tanto. “No lloro porque soy mujer. Por eso”, se escucha decir a Chavela en un master del programa. La voz de Aliverti irá narrando la historia de su vida, esa vida con la que se podrían escribir cientos de boleros.
En el ciclo, con producción general de Paola Di Pietro, guión y edición de textos de Patricia Di Pietro y musicalización de Mariano Randazzo, Aliverti asume que se mueve de una forma diferente a la habitual: aquí cede el rol de conductor y sigue un guión que no decide, y dice que lo disfruta. Por si hace falta, aclara que el programa no será meloso ni tendrá olor a naftalina. Y, también, que la idea no es explotar la veta de su gruesa voz pensando en la audiencia femenina.
–Parece raro verlo en el rol de conductor de un programa de boleros.
–No tanto. En realidad estoy retomando mi función de locutor, en el sentido de lector. Cuando empecé, a fines del ’70, conduje muchos programas de jazz y música clásica. Después quedé encasillado en el rol de periodista político. Pero, claro, jamás me metí con los boleros.
–¿Y por qué se mete ahora?
–El bolero me gusta desde que tengo uso de razón. Crecí escuchando los discos de mi hermana, Los Panchos, Javier Solís, Lucho Gatica, el boleraje de la época. De ahí que soy fan de Sandro o Leonardo Favio. La idea empezó en conversaciones de café hace algunos años, donde yo advertía que desde el ’80 que no recuerdo un programa específico de boleros. Y, en lo personal, es un momento justo para hacerlo.
–¿Por qué?
–Este es un espacio lúdico, diferente al que estoy acostumbrado. Aquí me pasan los textos y yo me entrego a la lectura, obedientemente. Y en términos de micrófono necesitaba un contrapeso a la angustia analítica que genera este país. Por supuesto, sigo enamorado del periodismo político, pero éste es un buen complemento, un buen escape a tierra.
–En un tiempo el bolero parecía un género devaluado, por algo hay que aclarar que el programa no va a ser meloso...
–Como en todo, hay boleros buenos y malos, pero hay letras de boleros que son alucinantes. Y las historias que hay detrás de las letras también son alucinantes. Poca gente sabe que el famoso bolero Nosotros, de Pedro Junco (“Nosotros, que nos queremos tanto, debemos separarnos, no me preguntes más...”), fue escrito después de que el tipo recibió la noticia de que tiene cáncer. O que Compay Segundo hizo La pluma después de que la marca Paper Mate le encargara un jingle.
–¿Cuál es la audiencia que imagina?
–Imagino una audiencia de treinta años para arriba en un comienzo, pero tengo algunas incógnitas. Tampoco estoy tan seguro de que sea una audiencia mayoritariamente femenina, como se podría suponer. Sí tengo en claro que es un perfil de oyente activo, no alguien que tiene la radio como fondo. Es alguien que a esa hora apaga el televisor para escuchar la radio. Alguien dispuesto a escuchar.