ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA A ALEJANDRA BOERO
“Mi vida tiene sentido por lo que hago y por la gente que quiero”
La actriz y directora se refiere al programa de extensión cultural de Andamio 90 en
comedores, colegios
› Por Hilda Cabrera
“Las palabras y las acciones empiezan a tener muchos dueños cuando reflejan los problemas del ser humano y expresan solidaridad y compromiso social.” Lo dice la actriz y directora Alejandra Boero, dueña de un temperamento positivo que despierta admiración y la resguarda frente a cualquier adversidad. Fundadora de teatros, entre éstos Andamio 90 (de Paraná 660), cuya conducción comparte con su hijo, el director Alejandro Samek, y de una escuela que ha adquirido nivel terciario y funciona en el mismo espacio, viene desarrollando un programa de extensión cultural del que participan artistas profesionales y alumnos avanzados de Andamio. En el marco de ese plan se ofrecen dos obras, una destinada a niños y otra, a adultos, “en comedores y lugares donde la gente no tiene nada”. En diálogo con Página/12, Boero califica esta iniciativa de conmocionante para los jóvenes estudiantes. “El contacto con ese público y esa dura realidad les hará amar el teatro para toda la vida”, afirma. Ese acercamiento era, por otra parte, una de las premisas del teatro independiente en sus inicios: “Llevábamos obras por los barrios; encontrábamos pobreza, pero no esta miseria que vemos hoy. Entonces contábamos con una ventaja: existían muchos grupos y asociaciones que fomentaban la cultura popular. Ahora es diferente. Vamos a lugares donde se carece de casi todo”.
–¿Reciben ayuda institucional?
–No, desgraciadamente. Necesitaríamos por lo menos un ómnibus para llevar a los actores y transportar la escenografía y el vestuario. Nuestra intención es que los estudiantes se inicien amando al público, que su punto de vista no parta sólo del escenario. Los viejos del teatro independiente nos formamos teniendo muy en cuenta al espectador. En esta primera etapa llevamos Narcisa Garay, mujer para llorar, una tragicomedia de Juan Carlos Ghiano, y Mi bello dragón, de Enrique Pinti. Hace unos días, cuando le anticipamos a una directora de un colegio que no cobramos por hacer las funciones, se puso a llorar. Ella, y muchos otros, están acostumbrados a que se los olvide.
–¿Qué predomina al momento de elegir los lugares donde trabajar?
–El encargado de esta área es Darío Luchetta, que es actor y director, y ahora está estrenando El tacañuzo, una versión de El avaro, de Molière. El tiene una concepción social del teatro que permitió abrir Andamio a otros espectadores. Elegimos los colegios o comedores más necesitados de la Capital y de la provincia de Buenos Aires y transportamos escenografía y vestuario: tenemos ya tres muebles repletos de ropa teatral.
–¿Existe una fórmula para no desanimarse?
–Para mí la fórmula es hacer cosas que me hagan feliz y me permitan compartir esa felicidad. Tengo 85 años y no pienso cambiar. Ahora estoy preparando un nuevo espectáculo para Andamio. Es una comedia musical al estilo de la revista porteña de los años ‘30. Son muchos los actores y actrices argentinos que están en condiciones de cantar y bailar con gran nivel. Nuestra revista será el anti Broadway: una muestra de nuestras aspiraciones y carencias. La idea es mía, pero la dirección es conjunta con Alejandro (Samek) y Darío (Luchetta). No quiero que los proyectos se detengan porque me pase algo a mí. Tengo conciencia de que mi salud es precaria. La fundación de Andamio me costó un riñón: decidí no operarme para poder utilizar esa plata en la construcción del teatro. Parecía una locura, y quizá lo era, pero no me morí. Mi vida tiene sentido por lo que hago y por la gente que quiero. Todo esto me hace sentir persona. Quiero que el teatro siga creciendo, como el árbol que uno planta y lo sobrevive.
–¿Cómo es que se decidió por la revista?
–Nací en 1918 en una casa frente al Teatro Avenida, adonde iba casi todos los días con mi mamá. Allí pude ver a Pepe Arias, Marcos Kaplán, Mario Fortuna..., todos actores cómicos y de revista. Es imposible olvidarme de eso. En la que vamos a estrenar en Andamio los sketches los escribe Roberto Cossa y los comentarios, Enrique Pinti. La escenografía y el vestuario se los encargamos a Alberto Bellatti. No sé si vamos a dar el batacazo, pero en medio de este quilombo en el que vivimos hoy, la vamos a seguir peleando, en el escenario y afuera del escenario, haciendo reclamos a través del MATe (Movimiento de Apoyo al Teatro).
–¿Cuál es hoy esa otra pelea?
–Somos unos cuantos en el MATe: Carlos Gorostiza, Roberto Cossa, Hugo Urquijo, Carlos Pais, Jorge Setson (de la Cámara del Libro), Héctor Oliboni... Estamos reclamándole a Julio Bárbaro (titular del Comfer) que cumpla con lo que se le debe al Instituto Nacional del Teatro. Como agrupación, pensamos ponernos detrás de los funcionarios que se atrevan a pedir por la cultura. Mientras los funcionarios y el Gobierno no se ocupen realmente de la educación y de la cultura, la Argentina no va a ser un gran país. Esa es otra experiencia que obtuve en la escuela de Andamio: los jóvenes se prenden cuando ven que los mayores son gente inquieta y saben enseñar con humor. Esta forma de enseñar les interesa, fomenta en ellos el deseo de investigar y de utilizar de modo colectivo el conocimiento.